La convocatoria de elecciones que ha hecho Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León tiene muchas aristas. Algunos han dicho que le ha hecho un ayuso al Aguado de allí, Francisco Igea, madrugándole la moción de censura mediante la disolución de las Cortes de Castilla y León y la convocatoria de unas elecciones que traerán la práctica desaparición de Ciudadanos. Sin embargo, hay notables diferencias.
Para empezar, el temor de una moción de censura no es tan evidente como lo era en Madrid. Mañueco da por seguro que Igea había pactado una con el PSOE, pero no aporta más prueba que unas reuniones para negociar unas enmiendas a los Presupuestos de un pequeño partido abulense escindido del PP que el PSOE había manifestado que apoyaría. Además, las encuestas son mucho más favorables a Mañueco de lo que lo eran a Ayuso. El salmantino juega sobre seguro y, con independencia de la realidad del pretexto alegado, es muy difícil que un presidente no disuelva y convoque cuando tiene la perspectiva que tiene Mañueco de mejorar tanto sus resultados. El PP espera allí rozar la mayoría absoluta, cuando en 2019 fue segunda fuerza detrás del PSOE.
Otra diferencia importante es que Mañueco ha obrado en todo momento con el beneplácito de Génova, mientras que Ayuso convocó contra el deseo de su jefe, que, cobarde como es, no estaba seguro de que su correligionaria fuera a ganar en Madrid, mucho menos del modo en que finalmente lo hizo.
Por último, en Madrid volverá a haber elecciones en 2023, como en el resto de comunidades autónomas que no pueden ir por libre, mientras que Castilla y León no tiene por qué jugar a la vez que el resto y la legislatura que salga de las elecciones de febrero podrá durar cuatro años si así lo desea el presidente que salga de ellas. Mañueco no sólo está mucho más seguro de ganar de lo que lo estaba Ayuso, sino que además podrá disfrutar el doble de tiempo de su victoria.
De modo que Mañueco, que antes de las elecciones del 4 de mayo fue muy crítico con la gestión de la pandemia que estaba haciendo Ayuso, no tiene nada que ver con ella, a pesar de haber dicho que quiere invitarla a la campaña para ver si le contagia algo del carisma que la presidenta atesora.
En realidad, es lo contrario. El plan de Casado es, aprovechando las encuestas, crear en Castilla y León otra suerte de ayusazo para difuminar el que protagonizó doña Isabel. ¿A quién quiere engañar? Con esta jugada, lo único que demuestran Mañueco y Casado es que saben contar, dejando que sea Ayuso la que acumule todo el coraje que a ellos les falta. Eso, naturalmente, no deslegitima la convocatoria, que está perfectamente dentro de su derecho, pero no quieran ser lo que no son poniéndose las faldas de la valiente madrileña porque eso no hará que valgan más de lo que valen en comparación con ella, que es más bien poco.