Se cumplen ahora 50 años de la Guerra de los Seis Días, que enfrentó a Israel con Egipto, Jordania, Siria, el Líbano e Irak y que ha marcado profundamente Oriente Medio y el conflicto entre israelíes y palestinos.
Uno de los aspectos definitorios de la contienda fue la aplastante victoria israelí y la consecuente percepción árabe de que no se podía acabar con el Estado judío. Bret Stephens ha firmado una acertada columna sobre estos 50 años, signados por la paradójica no aceptación de Israel por parte de sus vecinos, motor de innumerables problemas.
En este sentido, y a pesar del infructuoso intento de resarcimiento de 1973 (Guerra de Yom Kipur), tras la asombrosa campaña israelí del 67 los Estados árabes empezaron a normalizar la existencia de Israel, y hoy Egipto y Jordania tienen suscritos acuerdos de paz con él, mientras que la cooperación económica y de seguridad entre los países del Golfo y el Estado judío ha experimentado un tremendo impulso en los últimos años.
La Guerra de los Seis Días marcó el inicio de los conflictos asimétricos modernos, de la articulación de la lucha armada de los palestinos en torno a la OLP y de la proliferación de asentamientos judíos en Gaza y Cisjordania. A partir de entonces, los palestinos llevaron a cabo una campaña de terrorismo internacional y de guerra de guerrillas que llevó al mundo a prestar más atención a ese conflicto; aunque ahora nos ocupa otra cuestión.
El poderío militar de Israel quedó sobradamente demostrado esos días días de junio de 1967. Desde entonces, el Estado judío ha pugnado por mantener su superioridad frente a sus vecinos en lo que a tecnología y estrategia bélica se refiere; este qualitative military edge ha definido los acuerdos de cooperación militar entre EEUU e Israel.
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Por encima de las victorias militares convencionales, que ya forman parte de la historia, el factor nuclear es parte vertebral de la defensa de Israel; un factor considerado vital por los propios israelíes. Ya en la Guerra de los Seis Días se planteó la opción atómica, y no fue la única ocasión.
El 3 de junio el New York Times publicó un reportaje sobre un plan militar hasta ahora secreto, laoperación Día del Juicio Final, por el que el Ejército israelí, en la víspera de la Guerra de los Seis Días, detonaría una bomba nuclear en la Península del Sinaí como advertencia a Egipto y Siria. Finalmente no hizo falta ejecutarlo, pero la opción nuclear también estuvo encima de la mesa en 1973, así como durante la guerra del Golfo de 1991, cuando Irak lanzó 39 misiles Scudcontra Israel.
Según la Federación de Científicos Americanos, Israel consiguió desarrollar armas nucleares en noviembre de 1966, aunque Jerusalén nunca ha confirmado oficialmente que posea esa clase de armamento. Es un hecho conocido, de todas formas, sobre todo después de que en 1986 Mordejai Vanunu, que trabajaba en la central nuclear de Dimona, expusiera en el periódico The Sun el secreto a voces. Israel mantiene desde entonces una ambigüedad nuclear, es decir, aboga por un Oriente Medio libre de armas nucleares pero tiene las suyas propias como elemento de disuasión. Se trata de una posición ampliamente criticada por el doble rasero en que se basa, pero que incuestionablemente, ha garantizado la defensa de Israel.
De acuerdo con el historiador Avner Cohen, las líneas rojas establecidas por el protocolo militar israelí para el uso de armas nucleares son:
1. Una penetración militar exitosa en áreas pobladas dentro de las fronteras de Israel posteriores a 1949 (y previas a 1967).
2. La destrucción de la Fuerza Aérea Israelí.
3. La exposición de las ciudades israelíes a ataques aéreos masivos y devastadores o a posibles ataques químicos o biológicos.
4. El uso de armas nucleares contra territorio israelí.
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Israel se ha asegurado de mantener el monopolio nuclear en Oriente Medio.
A este respecto, el 7 de junio 1981 cazas israelíes F-16 y F-15 bombardearon el reactor nuclear iraquí de Osirak, y el 6 de septiembre de 2007 la Fuerza Aérea Israelí llevó a cabo una operación similar en la región siria de Deir Ezzor, donde, con ayuda de Corea del Norte, Damasco intentaba desarrollar su propio programa de energía nuclear con fines militares.
Según Stratfor, Israel ha llevado a cabo operaciones encubiertas contra el programa nuclear iraní, como el asesinato de científicos nucleares y, en un acontecimiento más conocido y público, un ciberataque con el virus informático Stuxnet que afectó al 60% de los sistemas implicados en el programa nuclear.
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La Guerra de los Seis Días marcó un punto de inflexión en Oriente Medio. Israel respondió a las hostilidades (Egipto bloqueó los Estrechos de Tirán –acto de agresión según la Resolución 3314 de la Asamblea General de la ONU–, ordenó la retirada de las tropas pacificadoras enviadas por Naciones Unidas al Sinaí y firmó alianzas militares con Siria y Jordania) y venció de forma incontestable. Y, afortunadamente, no tuvo que echar mano de opciones atómicas para garantizar su superioridad militar.
No obstante, la Guerra de los Seis Días también es el inicio de la administración israelí sobre Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, una administración que ha generado problemas de todo tipo; pero eso es materia de otra columna.