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El blog de Federico

Sin España y sin Europa

El ensayo de Recarte sobre La salida de la crisis de la España del euro, cuyos cinco capítulos pueden –y deben- consultarse en Libertad Digital, ilustra la complejidad técnica del problema económico que afrontamos, los españoles en particular y los europeos en general. El arbitrismo, que retoña endémicamente en la opinión pública, ha vuelto a popularizar soluciones de café que se resumen en la frase: "eso lo arreglaba yo en 24 horas". Como la alineación de la Selección Nacional de Fútbol, todos tenemos en la cabeza una solución o una escala de soluciones y prioridades para remediar lo que cada día tiene más aspecto de caos abocado a un apocalipsis de bolsillo. Hasta ahí, lo normal, aquí y en todas las sociedades con cierta libertad política. Lo preocupante es cuando la clase dirigente de una sociedad se muestra todavía más despistada que los ciudadanos sobre lo que tiene que hacer. Lo cual no sería grave si se debiera a que tiene mayor información que el común de los ciudadanos sobre la complejidad de la crisis, pero temo que en el caso español se debe a un extravío total en sus funciones, sus obligaciones y sus capacidades. Vamos, que ya no saben por qué ni para qué gobiernan, ni a qué se deben, ni lo que deben ni a quién lo deben.

En las últimas veinticuatro horas se han producido dos declaraciones o, más precisamente, dos actuaciones que muestran, en mi opinión, un estado de ánimo en el Gobierno que además es bastante representativo del de la sociedad española. La primera ha sido la muy importante de Rajoy en Sitges; y la segunda, la muy significativa del portavoz del PP en la Comisión de Exteriores del Congreso, José María Beneyto. Rajoy ha pedido una especie de protectorado fiscal, económico e, inevitablemente, político de la Unión Europea para que la cáscara común evite el estallido del huevo o de la cesta de huevos contra el suelo. Beneyto ha dicho que "la intervención en España no sería tan grave", y aparte de provenir de alguien que tiene la fundada convicción de seguir conservando su empleo, uno de esos miembros de la casta dirigente que probablemente no sería despedido, expresa algo muy parecido a lo manifestado por Rajoy: que reformen ellos.

Por desgracia, no son los únicos que piensan o pueden llegar a pensar lo mismo. Un excelente informe de Pablo R. Suanzes y Javier G. Gallego en el suplemento Mercados del diario El Mundo explica los drásticos ajustes que un control de la economía española desde Bruselas impondría a España. Y, curiosamente, se parecen mucho a los que parte de la sociedad viene pidiendo a nuestros políticos: medio millón de funcionarios menos, recorte radical del gasto público en general, control de las autonomías, con prohibición de duplicidades administrativas, límite claro en la disposición de fondos y jurisdicción igualmente limitada y clara en todos los ámbitos -empresariales, laborales, educativos o sanitarios- que ahora se mueven dentro o fuera de la Ley, según les conviene a los reyezuelos autonómicos.

Pero resulta que esas son las reformas mínimas que se vienen pidiendo al Gobierno, antes del PSOE y ahora del PP, y que el Gobierno es incapaz de acometer, así que es inevitable que cunda la convicción de que tiene que venir Europa a arreglarnos, porque nosotros solos no tenemos arreglo. En el fondo, es la actualización de la célebre frase de Ortega: "España es el problema y Europa la solución". Si situamos el aserto entre la primera y la segunda guerra mundiales, entre el nacimiento del bolchevismo y su reduplicación especular en fascismo y bolchevismo, puede tomarse como disparate casi perfecto. Pero también como propensión castiza a dejar en manos de otros las dificultades o los asuntos desagradables. Todo con tal que nos dejen en paz. Y que nos llegue para pedir otra de gambas.

Pero eso que exageradamente llamamos Europa sólo quiere cobrar. Le da igual que el Estado nacional español se haya echado a perder con el Estado de las Autonomías; le da lo mismo que se politice todavía más la Justicia, le importa un rábano que se refunde el régimen constitucional de 1978, que se reforme la enseñanza o se acabe con la ruina universitaria. Ellos quieren cobrar y hasta otra. El problema es que, por cobardía y vagancia, nos hemos ido quedando sin España y, además, vamos a quedarnos sin Europa, porque una Europa reducida a Cobrador del Frac, de la que no seamos parte sino sobra, no nos sirve de mucho, por no decir para nada. Ni siquiera para salir de la crisis. Sin España, no habrá Europa, porque no seremos siquiera una sola voluntad de pedir. Y con sólo Europa, sea eso lo que sea, no puede haber España.

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