El anuncio más obsceno de las elecciones catalanas no es el de Alicia Croft, ni el de su antigua rival en el PP Montserrat Nebrera, con aullido orgásmico y toalla de adúltera de los años 70 en hotel por horas, ni la aparición de profesionales del sexo como la pornoactriz María Lapiedra en la escudería de Laporta o Carmen de Mairena en el papel de Carmen de Mairena, que ha encontrado en la universidad barcelonesa el escenario adecuado a su talento sin que ningún porrista del separatismo haya tratado de impedir, como a Rosa Díez, Savater, Aznar y demás su educado verbo. Ni siquiera el orgasmo a través de la urna dispensado por el Supernormal Montilla a una desprevenida votante, que a lo mejor pensaba estar votando a Albert Rivera. Total, si el jerarca madrileño de Esquerra Republicana, un tal Ridao –que no sé si es el de PRISA o el de presa- se pimpla y se morrea con una reportera y si Durán y Lleida, aquel que tronaba contra la COPE en la tribuna del Congreso y en nombre de la religión, le pregunta a otra reportera ebúrnea si lleva sujetador y si le excita su calva, está claro que el sexo es una de las dos religiones laicas y transversales de Cataluña.
La otra religión en el sentido estricto del término (re-ligare, que cabe entender como la vuelta al vínculo con Dios mediante el arrepentimiento y, allá en el Otro Mundo, a la víspera sin vípera del Pecado Original) es el robo a cuenta de la construcción nacional de un Estat Catalá Cleptocràtic y Social, la cleptomanía como rito iniciático en la tribu y costumbre siempre imputada a otros. A esa advocación responde el anuncio más explícito de la pornocampaña: el de las juventudes de CiU -siempre sensibles, siempre pidiendo "respeto", a lo Corleone- cuyo protagonista es un ladrón vestido de bandera española empeñado en robar a los catalanes, cosa que logra en un cajero automático aunque un patriota reduce al carterista y tiene el detalle de no quemarlo vivo por su atuendo (o sí, pero esa parte del vídeo no la autorizaron Mas y Menos para evitarse el lío de Alicia Croft). Lo que no se ve es si el cajero está en una pared del Palau de Millet, en el mausoleo de Filesa, en la oficina de los cursos de formación pagados por la UE y redestinados a la lúdica reflexión democristiana, en la Caixa B de Narcís Serra, en el paredón del Tres por Ciento del Parlamento Catalán, donde Maragall y Mas pactaron silencio y Estatuto, o en la primera piedra de Banca Catalana, visionaria anticipación del trinque por la Sagrada Causa. Pero culpar a toda una nación, España, de robar a otra subsumida en ella, "rica, desvetllada i feliç" pero inédita en la Historia, o sea, Cataluña, me parece más pornopolítico que los orgasmos amontillados. Como la cleptocracia politico-mediática, abanderada y cleptómana, disfrazada de cleptofobia, está allí tan asentada que supongo que ni se comentará.