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El blog de Federico

Normalidades, homosexualidades y heterosexualidades

Me alegro de haber escrito la respuesta a Pío Moa aunque no me alegré de escribirla. Me alegra ahora contestar sus dos respuestas, porque concretan lo debatible y evitan la profusa indignación provocada por la manipulación de muchos términos referidos a la homosexualidad por parte de eso que COLEGAS, asociación gay que aprecio mucho, llamó, antes que nadie, la "mafia rosa de Zerolo". Yo no creo que haya un solo "lobby gay", el progre despótico, sino que, en un período de transición hasta que se alcance un cierto consenso o disenso estable debería coexistir con otros "lobbies" gay de diferente orientación política y con diferentes ideas acerca de la familia y de la legislación que permita una equiparación legal de los derechos de las personas con independencia de su orientación sexual. Incluidos, claro está, los matrimonios, casamientos y uniones civiles, que probablemente están en el inicio de la división ideológica, política y organizativa actualmente existente en España. Por cierto, yo siempre he defendido que no se llamase matrimonio al gay por lo que tiene de ofensa innecesaria a la tradición cristiana y a la familia que conocemos y en la que hemos nacido. Y en tiempos de Aznar pudo haberse resuelto: el proyecto estaba casi hecho y prácticamente en la mesa del Consejo de Ministros, y era un tipo de unión civil para homosexuales que garantizaba los mismos derechos que los que tienen los contrayentes en los matrimonios civil y religioso. Al final, le salió a Aznar la vena machota e ignorante y dejó para los que vinieran la regulación. No vino Rajoy, vino Zapatero y ha pasado lo que no debía haber pasado.

(A propósito de esta y otras cuestiones relacionadas con la mafia rosa de Zerolo, hace dos años, al hilo de la publicación de La ciudad que fue. Barcelona años 70, di una entrevista a nuestro entonces colaborador Luis Margol para una revista homosexual de orientación política liberal, cuyo resumen en LD y versión completa –aunque falta gran parte del material grabado y la transcripción no es muy buena– adjuntó Vicky en el debate del último post. Si no consigo readjuntarlas, ruego al redactor jefe que lo haga, por curiosidad y porque algún malaje proclama que lo que digo ahora lo digo por lo que pasa ahora, incluida la multa a Intereconomía. Pues no: es lo que he defendido siempre.)

Pasemos a lo concreto: creo que los dos textos de Pío acercan bastante, aunque no del todo –ni falta que hace–, nuestras ideas de "normalidad". Vayamos, pues acercando más algunos términos. Critica Pío, con razón, el "victimismo homosexualista", referido a la mafia zeroliana. Yo siempre lo he hecho, como atestiguan los textos citados y muchos otros, años atrás. Pero que el "victimismo" sea una explotación ilegítima no significa que no haya una enorme cantidad de víctimas que, durante muchos siglos e incluso en la España de hoy, han visto destrozadas y rotas sus vidas por su condición homosexual. En este mismo mes de julio, en Es Amor, el panadero de un pueblo entró en directo para hablar de amor, pero tal vez por esa capacidad de Ayanta para empatizar con la gente que sufre, acabó confesando, diciendo o proclamando (elíjase el gerundio deseado) que llevaba toda la vida (tiene más de cuarenta años) ocultando su condición de homosexual y que no podía y no quería seguir así. Alguien del pueblo lo oyó, corrió la voz y el panadero se vio en pintadas por todo el pueblo, hasta sufrir una agresión física seria, que le ha llevado a cerrar la panadería y finalmente, a irse del pueblo. Eso ha pasado este mismo mes en España. Y en lugar de ayudar a que no pase, los zerolos lo aprovechan para con el dolor ajeno, bien real, montarse el negocio político que su talento les niega. Porque esos alardes del Orgullo Gay, en la medida en que caricaturizan y oficializan los peores estereotipos sobre la homosexualidad, hacen un daño terrible a los que no aspiran a desfilar por la Calle Mayor sino a transitar por las calles como los demás. No quieren, como los zerolos, ser "los otros". Quieren ser "los demás", sean o no como los demás al elegir pareja con la que irse a la cama... o no. O sea, como los demás de cualquier sexo.

Sin esa presión social, familiar, religiosa o moral, yo no sé cuántos querrían "curarse" de esa "enfermedad" que según un sector médico y religioso es la homosexualidad. Es evidente que para llegar, como sucedía en los USA cuando médicamente era una dizque enfermedad, a recibir un tratamiento de electroshocks para aborrecer al sexo masculino, la presión –interior, exterior o ambas– tiene que ser tremenda. Yo no creo que sea una enfermedad aunque para casi todas las religiones sea algo peor, un pecado gravísimo. Lo del pecado, lo acepto, siempre que no se convierta en delito en el Código Penal. Lo de la enfermedad me recuerda el tratamiento psiquiátrico en la URSS a los disidentes. Muy parecido técnicamente al de los homosexuales en los USA cuando eran "enfermos". Que esta condición fuera eliminada por presión directa de algún lobby gay o, además y sobre todo, de buena parte de la profesión médica, fuera gay o no, que ya no consideraba ni considera "enfermas" las tendencias homosexuales, sólo me sugiere una reflexión: me alegro de que haya sucedido y lamento que no sucediera antes.

El caso de los transexuales es tan dramático, archiminoritario y, al margen del resultado final, tan ligado a graves conflictos psíquicos (no es para menos), que, en mi opinión, tiene poco que ver con la decisión voluntaria de castrarse las tendencias homosexuales, sea mediante electroshocks, pastillas, terapia psicológica o ejercicios espirituales. Lejos de mí la intención de impedir que un homosexual se convierta en padre ejemplar. Sin embargo, las cosas no suelen ser tan sencillas. Muchos homosexuales son excelentes padres; formaron una familia con una mujer que sabe o no su inclinación homosexual, pero a la que respetan, así como a sus hijos, evitando frecuentar el sexo que les apetece o haciéndolo en discreción casi clandestina y manteniendo las obligadas precauciones. Lo de que la homosexualidad no es "normal" porque impide la reproducción, que es lo "natural" biológicamente hablando es un disparate absolutamente ajeno a la realidad. Nada impide a un homosexual la función reproductiva. Y en el caso extremo de que ni con una mujer a la que quiere pudiera compartir el sexo con ese fin, puede hacerlo por inseminación artificial u otros mecanismos de ayuda médica, esa sí harto benéfica. Hay muchas otras variantes en la relación entre los dos o tres o cuatro sexos y ninguna es incompatible con tener hijos responsablemente y formar una familia como es debido. En lo que se refiere a la homosexualidad femenina, lo dicho es aún más evidente y tal vez más frecuente que en la masculina, aunque la ocultación vele la magnitud del problema.

Pero al margen de esto, hay un problema de concepto y otros problemas por plantear. El teórico es hablar de "una visión homosexualista". En primer lugar, no hace falta ser homosexual para discutir sobre la homosexualidad y su forma de inserción social, ya que a toda la sociedad le importa la forma en que esto se realice. Este debate es la prueba. Y si existiese el "homosexualismo" no podríamos hablar de "uno", sino de varios. El de COLEGAS no tiene nada que ver con el de Zerolo, al que cuadra bien, en efecto, el de "victimismo homosexual", pero mejor aún el de "victimismo agresivo, anticatólico, sectario, totalitario y asaltasubvenciones". No hay una homosexualidad sino muchas homosexualidades, como heterosexualidades, como "normalidades". ¿Es "normal" optar por el celibato y la virginidad, por razones religiosas? Habitual no es, pero me niego a entenderlo como una forma "anormal" de vivir el amor y el sexo, sea cual sea la inclinación sexual (mejor que "opción", desde luego) por quien profesa. Entre los muchos mensajes de mi último post me llamó la atención uno que decía que, efectivamente, hay que llevar la lucha contra el pecado de la carne incluso a los actos necesarios para la reproducción dentro del matrimonio.

El Papa anterior, a quien yo admiraba –lo prueba mi artículo necrológico, entre los muchos que he dedicado a la necesaria alianza de católicos (mejor, cristianos) y liberales en la España actual, bien visible en LD– dijo que era pecado mirar con lujuria a la propia esposa. Un amigo, católico ortodoxo y liberal, decía: "¡Después de treinta años! Eso no es pecado sino milagro". Puede parecer una diferencia simpática entre el santo y el que no lo es tanto, pero tras ella creo que hay una forma radicalmente distinta de entender la relación de la sexualidad con el amor, la reproducción y la familia. Yo no soy creyente y por tanto lo que diga el Papa me puede parecer bien o mal, en la medida en que afecta al conjunto de la sociedad. Tiende a parecerme bien, porque mi formación moral es católica, como la de la Oriana Fallaci, que tras ver al Papa poco antes de morir y después de escribir su formidable alegato occidental y anti-islámico se definía como "atea católica". Pero en lo que a la sexualidad se refiere, creo que biológicamente lo "natural", con infinitas comillas, no encaja en absoluto con el hecho reproductor.

Las hembras humanas no tienen época de celo, porque todas lo son; y los machos, aún menos. Creo que esta es una de las cosas más paradójicas y entretenidas de nuestra disparatada especie, en la que, además, la búsqueda de pareja sexual por la mujer no tiene mucho que ver con la del hombre, como ha glosado con tanto humor y sabiduría Remedios Morales en LD. Pero objetiva y subjetivamente, en lo propio de la especie y no en su consideración moral o religiosa, donde no entro, sexualidad y reproducción coinciden muy poco, hasta el punto de que mientras antes la sexualidad acarreaba la reproducción, incluso indeseada, ahora el sexo niega la reproducción, incluso deseable. El pansexualismo, lindante con la pedofilia, de la educación sexual escolar que ahora se lleva no me gusta nada y a la vista está que no funciona: los embarazos no deseados –por ignorancia y negligencia– han hecho del aborto el primer método anticonceptivo de los jóvenes y no tan jóvenes, como en las sociedades comunistas, lo que es un horror. Pero si se diferencia la actividad sexual de la reproductora, como de hecho se hace y se ha hecho casi siempre, la homosexualidad entre adultos o jóvenes –no la seducción– tiene más fácil encaje en una sociedad de libertades protegida por la Ley. Por cierto, entre los muchos mensajes de odio, supuestamente en defensa de Moa, pero en realidad contra mí, contra LD, contra el liberalismo y contra cualquier libertad en materia sexual se advierte una pavorosa falta de educación sexual en lo que a la homosexualidad se refiere. Da la impresión de que muchos la reducen –tal vez por eso mismo la combaten tan furiosamente– al sexo anal entre machos ya que, condenas morales o religiosas aparte, pocos hablan del sexo entre hembras. Pero el sexo anal heterosexual es harto frecuente y la práctica más común en la homosexualidad masculina no es el sexo anal sino el oral. Incluso para condenar algo más que sus fantasmas, algunos deberían informarse.

Por último, ya que este post se está alargando indecorosamente, creo que los padres de un hijo homosexual pueden (no digo que deban) estar muy orgullosos de él. ¿No lo estaría la madre de Alejandro Magno, aunque no fuera Angelina Jolie? ¿Y los padres de Julio César, Marco Antonio y Trajano? Pues naturalmente, digo, claro que sí. Los padres de los hermanos Castro y el Che Guevara lo tienen más difícil, pese a lo muy machos que son o por serlo tanto que condenaron a los campos de concentración de la UMAP a decenas de miles de homosexuales cubanos. Mientras hoy mismo su vil policía se dedica a violar y torturar a mujeres homosexuales, como hace poco ha contado en su blog Zoe Valdés y ha recogido LD. La causa de la libertad es siempre la misma pero en tantos frentes y con tantos matices que es vital debatirlos en cada ocasión. Yo animo a todos los articulistas y lectores de LD a participar en éste, porque evidentemente interesa muchísimo. Y si no quieren, pues nada. Les agradezco igualmente su atención.

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