Desde que Castiella, en vida de Franco, consiguiera que Gibraltar fuera declarado por la ONU territorio descolonizable, le correspondía a España hacer lo que fuera preciso para descolonizarlo. Y no ha hecho nada. O peor: lo ha hecho todo para que note que no piensa hacer nada. Así, es difícil conseguir algo.
Dos presidentes han tenido la oportunidad de doblar la mano de Londres: González y Aznar. El primero, en sus años de poderío electoral y amistad con USA y Gran Bretaña –I guerra del Golfo- y el segundo en la legislatura 2000-2004 en sus años de prestigio internacional y excelentes relaciones con USA y GB en la II Guerra del Golfo. Ninguno quiso perderse el placer de verse halagado por gente que habla inglés. Y menos, por Gibraltar.
Zapatero hizo, como de costumbre, lo más perjudicial para España. El Pacto Tripartito de Córdoba, tratando a Gibraltar, minúscula colonia, al mismo nivel que a Gran Bretaña o a sí misma es una joya de la magia negra de Moratinos, no sé si el más tonto o el más listo de la clase, visto con quien anda ahora. En todo caso, lo peor de lo peor.
Lo que Margallo debe hacer, mientras le deje Rajoy, es deshacer lo que hicieron Moratinos y ZP. Por principio, hacerles la vida imposible a los british que han convertido la Roca en la Patera del Narcotráfico y del lavado de dinero negro. Ellos han reaccionado como si fueran los fuertes, pero sólo porque España siempre reacciona como si fuera la débil. No lo es. Hagamos grandes protestas de amor a Londres y machaquemos a los que arrastran su nombre por el fango. Persigamos el delito en ese chamizo de la Pérfida Albión: ni aeropuerto, ni facilidades de tránsito, ni tolerancia fiscal, ni nada de nada. Policía, Guardia Civil y más policía. No es tan difícil. Tratemos a los gibraltareños como si ya fueran españoles... Pobres.