Como un engranaje diabólico o como un mecanismo engrasado por el Maligno, el intervencionismo se está instalando en nuestras vidas con pasmosa facilidad. En principio, es para ayudarnos. Al final, será para esclavizarnos, pero por nuestro bien. Toda la libertad que se nos quita es sólo para impedir que nos hagamos daño con ella. ¡Somos tan torpes! El Gobierno anuncia que un sector de la población verá pagada la mitad de su hipoteca por dos años. ¿Por quién? Por otro sector de la población, el que paga impuestos, que no se ha endeudado a lo loco en estos años o ha sido más previsor. Naturalmente, esta es sólo la primera forma astuta que se le ha ocurrido a Zapatero de darles dinero a los bancos haciendo como que ayuda a los pobres, pero en realidad nos hace más pobres a todos, más ricos a bancos y cajas, y él mismo se hace más poderoso.
Nadie protesta, nadie se indigna y la Oposición aplaude o pide más, según la tendencia del neoesclavismo benefactor. Y de hecho, esta marcha borreguil de los injustamente llamados ciudadanos, porque no pasan de siervos voluntarios, se parece a la vuelta de los esclavos liberados en los USA tras la guerra de Secesión buscando recuperar la seguridad de las plantaciones sureñas. Esclava, sí, pero seguridad al cabo. La libertad, por encima de razas, sociedades y circunstancias culturales, sigue siendo un bien poco apetecido por el ser humano. En el mundo moderno y occidentalizado hay, de momento, mucha más oferta que demanda; pero con la crisis el desajuste se equilibra rápidamente.
Basta con que haya miedo, florezca la ruina y temamos por el futuro para que alguien se ofrezca a gestionar nuestro pánico y convertirlo en dulcísima esclavitud. "¿Libertad, para qué?" Para cometer errores, claro, pero ¿no es mejor confiar en el Gobierno, que, de creer a casi todos los medios de comunicación, felizmente controlados, intervenidos o mediatizados, sólo comete aciertos? Por supuesto que sí. En eso estamos. Y la tendencia no es sólo española, es internacional. Los ciudadanos más libres son los que más suspiran por la servidumbre voluntaria, el apesebramiento y la fórmula vitanda de engordar para morir. La granja de Orwell se impone. Triunfa el cerdo, pero sin jamón.