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El blog de Federico

La hora de los principios

Siempre me sorprendo y me congratulo de la amplitud y hondura de este movimiento liberal y nacional que se ha agrupado, creado o recreado en torno a LD. Estoy ahora escribiendo el prólogo a una nueva edición de Lo que queda de España y constato el tiempo que me llevó –y no sólo a mí, sino a casi todos los fundadores de La Ilustración Liberal y LD– la búsqueda autodidacta, siempre a tientas, sin apenas maestros y sin apenas referencias, de una base doctrinal sólida en materia de ética y política. De un modo casi imperceptible, en un medio diario, casi horario, como LD van anudándose al hilo de la peripecia política nacional las reflexiones de orden moral que pueden dar consistencia a la forma de reaccionar frente a lo políticamente inesperado y a lo previsible, a lo luctuosamente temido –el nacionalismo, el socialismo– y a lo venturosamente por temer –un liberalismo caricaturizado como gestión empresarial de la vida pública, algo así como un máster político de Escuela de Negocios, o una forma de rigorismo religioso con tendencia a identificar la fe con los beneficios del sistema.

De lo primero es síntoma grave, porque es perfectamente compatible con el despotismo de los "tecnócratas" franquistas, o los "ingenieros", como creo que les llamaban en México durante la dictadura de Porfirio Díaz (espero que me saque de dudas Amando de Miguel) esa frase horrenda: "la economía es lo único importante", pronunciada por Rajoy en uno de los peores momentos de sus debates con ZP, que pese a esa frase y a lo que ha callado, dicho y hecho tras el 9-M fueron en su mayoría buenos. De lo segundo es prueba el debate que en este blog se ha planteado estos dos últimos días a partir de una curiosa afirmación de un bloguero según la cual los ateos no pueden tener conciencia moral, porque carecen de fe, y sin la creencia en Dios será difícil que puedan enhebrar ni un hilo ético en la aguja de la vida cotidiana. Contra tan campanuda afirmación, ayuna de caridad, huérfana de esperanza y con la fe reducida a certificado de superioridad moral sobre quienes no han tenido esa fortuna con tan estratosféricos intereses, conspira la realidad. Conozco a mucha gente que no tiene fe y observa una rectitud moral y un desprendimiento de los que carecen no pocos profesionales de la religión, tanto clérigos como seglares. Y si eso puede comprobarse a simple vista en un observatorio como, por ejemplo, el de la COPE, calcúlese en otros menos significativos.

Pero lo importante en el rumbo liberal que, de forma plural y nunca unánime, pero tampoco dispersa, porque ya se habría volatilizado, define a LD es precisamente la base moral de las decisiones políticas, el argumentario de tipo ético e individual –no hay ética colectiva, como no hay libertad de los pueblos, sino de las personas– que siempre se busca para apoyar el análisis de la actualidad y la manera de lidiarla con algún éxito. No siempre éxito político, ojo, sino éxito en la coherencia de principios y resoluciones, de ética y política. En la crisis actual de la derecha española, que no ha empezado con Rajoy, como he tratado de explicar en otros hilos de este blog, lo más urgente, a mi juicio, es prestar atención a lo inactual, a lo menos perecedero. Podríamos resumir esta paradoja diciendo que es la hora de los principios, porque lo contingente y volátil del momento precisa para entenderlo y abordarlo recordar lo permanente de los principios morales, las ideas y valores esenciales que configuran una determinada opción política.

La crisis del PP, porque crisis hay, y no la he creado yo, ni siquiera Pedro Jota y yo, sino las decisiones de Mariano y la preocupante realidad interna del PP que con ellas ha destapado y que tras ellas han descubierto muchos de los militantes y votantes del gran partido de la Derecha –podríamos llamarlo el GPD, al modo americano, para ahorrarnos líneas en el blog y tráfico en el éter de la Red– es que la política profesional, que se basa en la búsqueda del Poder, muchas veces está dispuesta a prescindir de las ideas y valores que les han llevado a donde están para abrazar justo las contrarias, para así disfrutar en el futuro o el presente, sucesivo o compartido, de la droga que les excita, del elixir que los embelesa y del chollo que los consuela: el Poder, siempre el Poder.

Yo creo sinceramente que el PP ha llegado a ese punto en el que los jugadores de fútbol se pierden en caracoleos y toquitoques de mucho lucimiento pero poco útiles para el equipo, que juega pero no tira a puerta, requisito generalmente imprescindible para marcar. En el Real Madrid hay una forma infalible de comprobar si el equipo está en esa situación de sonambulismo autosatisfecho: los taconazos artísticos en el medio campo que suelen acarrear la pérdida del balón y el contraataque rival, muchas veces letal. Si en la línea medular del equipo el juego carece de profundidad y, por tanto, de peligro para el equipo contrario, ni habrá defensa, ni habrá delantera, ni habrá gol, ni se ganará título alguno. Llegado este momento, siempre hay quien reclama un Capello para ganar como sea, prescindiendo de la gente que da vida a ese club, del público, al que no debería dejar de llamar El Respetable. Lo normal es que no haya fútbol ni trofeos y, cuando los hay, una vez calmadas lo que en el Barça llaman "urgencias históricas", que en realidad son las de la Junta Directiva para seguir mandando, se desbarate la tribu de los Patadones y se inicie un nuevo ciclo de carísimos artistas por probar. Mala cosa.

Hay votantes, aunque menos que dirigentes del PP, dispuestos a ganar las elecciones "como sea" para lo cual aceptarían no ya a Rajoy sino a Gallardón al frente del partido, porque creen que la Izquierda les perdonaría la vida y adoptaría a la Derecha como socio en la liquidación de España y la ruina de nuestras libertades, que es lo que hoy se juega en la política nacional. En rigor, lo que se juega es si va a quedar política nacional. Pero si para ganar estás dispuesto a perder lo esencial, que es saber quién eres y lo que quieres, ¿para qué jugar? Si le concedes de antemano la victoria al otro, ¿para qué salir al campo y hacer como que juegas, si sales perdedor del vestuario?

La derecha liberal se mueve por dos principios: España y Libertad, o mejor, Libertad y España, aunque no sea deseable, ni siquiera posible la una sin la otra. ¿Va el PSOE a defenderlas? No. ¿Debe entonces el PP cooperar con el PSOE? ¿En qué? ¿En la muerte de lo que da vida y razón de ser al PP? Para eso ya estaba, políticamente hablando, el doctor Montes y sin necesidad de ir a Leganés. Hay que rehacer, sanear y vivificar la derecha desde su realidad profunda, no desde las necesidades de su casta política. Y su realidad profunda es la de sus principios. Sin ellos, no hay política, del mismo modo que sin balón no hay fútbol. Y acabo este hilo pasando de las musas al teatro, porque me acaban de decir que la viuda de Gregorio Ordóñez ha hecho un discurso antológico en el Parlamento Vasco al cumplirse los trece años del asesinato de su marido y quiero leerlo en LD. ¿Alguien cree que Ana Iríbar cambiaría esos principios que le han llevado a seguir ahí, al pie de su pena, por la posibilidad de acceder a un poder, a algún poder, a cualquier poder que convirtiera en negocio partidista la liquidación moral de una política?

En una palabra: no.

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