Vaya por delante mi felicitación a todos los amigos de la libertad en todo el mundo, especialmente a los que con su dinero y esfuerzo mantienen en pie a Occidente: los ciudadanos, agentes y soldados de los Estados Unidos de América, que han liquidado a Ben Laden. Aunque tiendo a la agorafobia y no sé si me hubiera echado a la calle con una bandera norteamericana –junto a la española, claro– querría ahora estar, mientras la noche cae sobre Manhattan, en la Zona Cero para recordar a las víctimas del 11-S. Aunque sea Obama, el del repugnante discurso de la Universidad de El Cairo, quien se cuelgue la medalla de matar a Osama. A los americanos les gusta ser y parecer una nación y suelen guardar un gran respeto por el presidente de la república. Respetémoslos a ellos, aunque no lo respetemos a él. Es un día para los USA, no para Obama. Es más importante que Osama haya muerto que la posibilidad de que Obama resucite políticamente. No siempre los héroes pueden desfilar el día de la victoria. Pero lo importante es la victoria.
A diferencia del 11-S, donde siempre estuvo clara la autoría y la voluntad de aniquilar a los culpables, la peor masacre española con nítida intencionalidad política, el 11M, sigue por investigar. En realidad, lo que hay que investigar es la relación de los policías falsificadores de pruebas con los que pusieron las bombas y con el Gobierno socialista salido del atentado, que ha hecho todo lo posible para impedir que pueda averiguarse la verdad acerca de su autoría intelectual y material.
Que el Gobierno está preocupado por la parte que le toca en el caso del 11-M lo ha demostrado cuando, en contra de lo que escribió o suscribió el juez Gómez Bermúdez, ha salido a toda prisa para celebrar la liquidación del asesino del 11-S, pero, en realidad, para atribuir de nuevo a Al Qaeda la autoría del 11-M. Y eso, pese a que, según la sentencia de los amigotes del Gobierno, no hay un solo dato para atribuírsela. Ahora bien, si fuera cierto y aunque sea mentira, ¿qué problema aduce ahora el Gobierno de Zapatero y Rubalcaba para investigar a Manzano y otros implicados en la destrucción de pruebas o la siembra de pruebas falsas sobre el 11-M? Si hubiera muerto el jefe de los terroristas que volaron los trenes en Madrid, aún habría más motivos para honrar a nuestras víctimas investigando la verdad. Una verdad que pasa por el banquillo en que se van a sentar los manipuladores de pruebas. Una verdad que pasa por no creer nunca a un Gobierno que, sobre el 11-M, siempre miente. Una verdad a la que nunca renunciaremos y que pasa por no olvidar lo inolvidable.