Menú

Diario de Verano: Morenés, esa calamidad

Como a los ministros de Defensa del PP los nombra el Rey –a los del PSOE se limita a jalearlos-, tengo a Morenés por el último y más acabado ejemplo de lo que podríamos llamar burocracia de amortización de las Fuerzas Armadas. Desde Narcís Serra acá (porque Oliart fue una calamidad en el juicio a los golpistas del 23F, según decía el propio presidente Calvo-Sotelo), los militares han dejado de ser un problema político, alivio que los jóvenes quizás no valorarán pero que los mayores agradeceremos siempre. A cambio, precisamente desde el 23F, han dejado de figurar colectivamente como garantía última de la integridad nacional, en favor del Rey, en teoría su Comandante Supremo pero que, en la práctica, se ha limitado a hacer de guardián de la fiera uniformada -anestesiada, politizada, jibarizada y, al fin, exhausta- y se ha plegado a todas las fórmulas de liquidación nacional promovidas por el PSOE y CiU, siempre, eso sí, que el Gobierno de turno le dejara campo libre para sus líos y negocios, civiles o militares. Hoy las Fuerzas Armadas no dan miedo, pero viéndolas morir en Afganistán dan pena, y viéndolas mudas ante el desmantelamiento nacional, dan lástima.

Lo peor de Morenés no es su persona, que desconozco, ni su política de personal, si la tiene, ni su política en general, que no la puede tener. Lo peor es que ha llevado a la milicia el discurso de la nulificación ciudadana. Será un gran profesional, pero de un sector al que no consigo tener respeto: ese amplio e impreciso negociado de la venta de armas cuyos ejecutivos van de lo privado a lo público y de Indra al Ministerio, o sea a La Zarzuela. Lo que me parece exigible es que, al menos, no se crea que burocrático y militar pueden ser sinónimos y que una palabrería leguleyesca sirve para dejar clara la posición política y militar de una nación en un conflicto como el de Gibraltar. No le pido elocuencia. Le pido un mínimo de educación.

Y hay frases recientes de Morenés indignas de superar la reválida de Bachillerato. Veamos algunas:

1/ "El conflicto no tiene que ver con la soberanía"

Todo conflicto relativo a Gibraltar tiene que ver siempre con la soberanía. Gibraltar es en sí mismo un conflicto de soberanía. Difícilmente podría dejar de serlo cualquier cosa relativa a Gibraltar.

2/ "Esto no es el siglo pasado. No funciona así".

Efectivamente, no es el siglo pasado. Es el siglo XVIII. Y desde entonces funciona exactamente así: como un problema de soberanía que de ningún modo puede solventar ningún tratado, empezando por el de Utrecht, que los británicos han vulnerado sistemáticamente desde entonces. Y desde el siglo pasado hay un mandato de la ONU para descolonizar Gibraltar. Si no ha funcionado hasta ahora es por la permanente oposición británica y la torpe desidia española, pero, sí, debería funcionar justo así.

3/ "Es un anacronismo pretender llevar este contencioso al nivel de un conflicto militar".

Anacronismo es mantener la colonia militar de Gibraltar en suelo español. El conflicto de soberanía abarca a todas las áreas, empezando por las de seguridad, cuyo escalón máximo es el militar.

Y 4/ "Total normalidad" en las maniobras militares británicas. ¿Después de estallar el conflicto, que, como incluso Morenés entiende, es de orden legal, es decir, después de un desafío de las autoridades de la colonia al Gobierno español y de lesionar los intereses de los españoles, ¿cómo van a ser "normales" unas maniobras militares de la potencia colonial? Para los que se sienten a gusto como sujetos obedientes, puede. Para los ciudadanos españoles, desde luego que no. Para los militares españoles, menos aún.

En realidad, tanto para los militares como para los civiles españoles, lo triste, por no decir lo indignante, es tener a un ministro de Defensa como Morenés.

Herramientas