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Diario de Verano: La casta política y la opinión pública

Esa deslegitimación sistemática de un sistema que se basa en la confianza de unos en otros augura lo peor para el sistema democrático.

Si ayer decíamos que el supuesto triunfo de Rajoy en el debate sobre el Caso Bárcenas era un espejismo, fenómeno propio de cualquier desierto, por ejemplo, el que deberá afrontar el PP en solitario durante el resto de la legislatura, hoy cabe llamar la atención sobre la abismal diferencia entre lo que creen los políticos y lo que piensa la opinión pública. Los diputados del PP salían de la falsa sesión del Congreso (tan falsa que tuvo lugar en el Senado) como el que sale de una boda o de un bautizo. Sin embargo, la encuesta de El Mundo, ese al que ya trata Rajoy como en su día Mister X, debería hacerlos bajar de la nube de la autocomplacencia. Una mayoría aplastante de los españoles –en torno al 70%- cree que mintió; y, lo que es más grave, una mayoría de los votantes del PP, por encima del 50%, cree lo mismo. ¿Dónde está, entonces, el triunfo de Mariano? ¿En el medio mes de playa que disfrutará Soraya? ¿En la apoteosis del tribuno Alfonso Alonso?

En el fondo, la diferencia entre la sensación de triunfo de los políticos del PP y el fracaso que para sus votantes ha supuesto el primer debate del Caso Bárcenas (barrunto que habrá más) prueba la distancia abismal que se ha abierto entre la ciudadanía y sus representantes. Y ello por una razón esencial: los políticos no representan a sus votantes, sino al partido –léase Jefe- que los coloca en las listas de votables. Los ciudadanos los votan más o menos, pero no los conocen o, si los conocen, confían muy poco en ellos. Eso, los que los han elegido. Calcúlese los que no los votan.

Esa desafección, esa distancia, esa deslegitimación sistemática y creciente de un sistema que se basa precisamente en la confianza de unos en otros augura lo peor para el sistema democrático y representativo. Si surge una circunstancia imprevista, una emergencia institucional –unas elecciones municipales como las de 1931, por ejemplo- lo más probable es que asistamos a una estampida como aquella, que se veía venir, pero no llegar. La legitimidad es como la cola en el mobiliario de la legalidad. Si deja de asegurar la unión de las piezas, si se seca y cuartea, al primer tamparantán, adiós muy buenas. Que serán muy malas.

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