Sobrevolando Chicago con un avión que se complacía en planear sobre la inmensa urbe, me pareció ver entre nubes la calle Génova, o una rúa semejante. De uno de sus portales, que me ha vuelto a parecer el número 13, salían muchos y atareados sujetos llevando a cuestas un montón de bultos informes. Y, claro, tras haber seguido estos últimos días por LD (cuando he podido conectarme a internet) el curso de la tremenda crisis de la derecha española, me parecía estar viendo a Mariano, Lassalle, Arriola y demás famiglia llevando al vertedero más próximo los escombros del PP.
Naturalmente, los gangsters de ahora no son como los de antes, y los políticos tampoco, pero se parecen en un aspecto fundamental: o liquidan o no liquidan al que no quiere pagar su protección. Y eso significa que la ciudadanía se divide también en dos: los que se niegan a pagar pese a que puedan morir, y los que se niegan a morir aunque les cueste pagar. Eso sucedía en el Chicago de Al Capone y en la Ex-paña de Rajoy y ZP. Buena parte del PP, con Marianini al frente, está dispuesta a pagar la "protección" de los medios prisaicos y regres, abominando de los que en estos años difíciles han servido lealmente a la familia derechista, en lo mediático y en lo político. Los peperos marianinis pagarán lo que sea con tal de que no les arruinen el negocio. Sin embargo, otra parte del PP, la que representa en estos terribles últimos días María San Gil y desde los primeros, justo después de la derrota electoral del 9-M, Esperanza Aguirre, se niega a pagar "protección" al zetaperismo y al regresismo. Vamos, que no tragan. Y se niegan también a que El Don , o sea, Don Mariano Marianini, le bese la mano a cualquier padrino o envíe a su famiglia a depositar en el anillo zetapeico el ósculo de la sumisión.
Pero una de las reglas de la mafia en Chicago –y en Génova 13– es que o pagan todos o acaba por no pagar ninguno, así que los mismos gangsters o los partidarios del apaciguamiento ante las pistolas tienen que impedir que haya tenderos heroicos que se nieguen a pagar la protección mafiosa. Todos deben pagar o dejar el barrio: esa es la ley no escrita, pero impuesta a sangre y fuego, de Chicago años 20. Y de España siglo XXI. Hubo tontos –los de este blog suelen ser de papel de estraza y no se van ni indicándoles la puerta– que cuando Esperanza Aguirre criticó a Mariano por su disposición a pagar la "protección" de la Izquierda, cargaron contra ella acusándola de ambición monclovea. Pero ahora también cargan contra María San Gil, que no ambiciona nada más –y nada menos– que vivir en paz con su conciencia. Y lo hacen en términos aún más zafios y miserables que los que usaron contra Esperanza. Y es que lo de menos es el argumento. Hay que atacar al disidente de la tribu, y si se empeña en tener valor, echarlo del barrio.
A Esperanza le soltó Marianini que, si no estaba a gusto en el PP, se fuera al Partido Liberal, y a San Gil (tras quererla usar de coartada y, al no dejarse, insultarla a través de Lassalle Nadie) la están crucificando las ratas de Génova y las del periodismo de lance, mientras los gusanos troyanos siembran de huevos de anélido los blogs de internet. Pero el problema de fondo, repito, es el mismo: pagar o no pagar para que te perdonen la vida tus enemigos. Aguirre no ha querido pagar. Estoy seguro de que San Gil no pagará. Y los marianélidos, cuando se recoja la "cosecha roja" (título de Hammet) dirán que ellos no han sido los que denunciaron al tendero honrado y al policía decente. Pero sí lo son, los estamos viendo, nos hemos quedado con su cara y con su nick. Y cuando Marianini empiece a recoger los cadáveres electorales financiados por la "protección" mafiosa en el País Vasco, capital Chicago, tendremos la esquela redactada. La hemos redactado ya.