España ha sido monarquía electiva y hereditaria, absoluta y constitucional, fiel a la nación y a la tradición pero también felona hasta la ignominia. Ha sido también, en su primera versión, república unitaria y federal, cantonalista y militarista o dictatorial; y en la segunda versión, autonomista e integral, masónica desde el inicio y finalmente soviética, primera de las futuras repúblicas populares del Este de Europa impuestas y mantenidas por los tanques soviéticos, que aplastaron heroicas rebeliones como la de Alemania del Este, Hungría o Checoslovaquia. Hay, pues, en la tres veces milenaria historia de la civilización política en el solar ibérico, y sobre todo en los dos mil años de romanización y cristianización, muchas clases de monarquía y no pocas de república.
Lo que no había pasado nunca es que la monarquía o la república hubieran discutido la existencia y legitimidad de la nación española, base de cualquier forma de Estado. Esa es la diferencia radical que separa este 14 de abril de cualquier otra conmemoración. Y eso es lo que le confiere importancia al alarde chequista de la Complutense el día anterior, el 13, respaldado en las últimas horas por Sebastián y hasta por Patxi López, tal vez recordando que la primera bandera tricolor se izó en Eibar, aunque la proclamación multitudinaria se produjo en Madrid, en el hoy Palacio de Ambiciones, cuando se izó la bandera tricolor de Lerroux, con el morado que el Partido Radical había atribuido a Castilla cuando en realidad era el carmesí desteñido de un viejo pendón del reino vertebral de las Españas. Ayer tantas y hoy ninguna. Pero la única bandera republicana nacional es eso, la nacional, que desde su última encarnación en tiempos de Carlos III, roja y amarilla, es la que siempre mantuvieron las monarquías y la Primera República. Y habrá de mantener las que vengan, repúblicas o monarquías.
Lo que hoy, 2010, representa la bandera tricolor no es la República, sino la Cheka. Si los inquilinos dinásticos desertan como Alfonso XIII en 1931, cosa nada descartable, vendrá una república, de eso no hay duda, pero de momento la única que se perfila es la II bis, la del 31 hasta el 34, masónica y despótica, y, tras el golpe de Estado del PSOE y ERC en el 34, la del 36 al 39, soviética, totalitaria y genocida. El PSOE actual tiene, como el de la II República, dos proyectos políticos: el masónico a la mexicana y el chekista a la soviética, cubana o venezolana. Los dos se sientan en el Consejo de Ministros. Y Zapatero utilizará el segundo, el soviético, para hacer más digerible el primero, el mexicano. Pero lo terrible es que, como en el 31, como el 34 y como el 36, la derecha política no tiene nada preparado: ni para resistir el cambio ilegal e ilegítimo de régimen, ni para combatir el despotismo masónico ni siquiera para evitar la cheka, destino inevitable de esta casta de cobardes y cretinos que pastorea la Derecha actual, hoy más cobarde que nunca pero tan cretina como siempre. Este 14 de abril se ha reunido también el Tribunal Constitucional, bien para ratificar el Estatuto de Cataluña que liquida el régimen constitucional español, actual o futuro, bien para no ratificarlo pero seguir amparando ese golpismo con metástasis que llamamos Estado de las Autonomías. La nación sólo está para el fútbol. Ni Iglesia, ni Ejército tienen la fuerza de ayer; y el prestigio popular de la Monarquía se va hundiendo solo entre la desidia, la idiocia y la corrupción. Si esto no cambia mucho en poco tiempo, cosa harto improbable, temo que, hasta para evitar la cheka, llegará tarde la República. ¡Pobre España!