El 17/12/2015 publiqué en Libertad Digital un artículo, titulado "Votar pensando en Cataluña", en el que recordaba que había votado al PSOE hasta que, en 1995, el PSC postuló al nacionalista Joaquim Nadal como candidato a presidente de la Generalitat. Opté entonces por el liberal Aleix Vidal-Quadras y, vista la deriva del PSOE hacia los enjuagues con nacionalistas y comunistas, seguí votando al Partido Popular en todos los comicios posteriores. Hasta que, al llegar a los del 20-D, juzgué necesario explicar las razones por las que, pensando en Cataluña, votaría a Ciudadanos. Ahora volveré a votarlos, esta vez pensando en España. En Cataluña también, pero como parte de España. Sucede que sobre ambas pesan amenazas combinadas de opresión totalitaria y fractura cainita que urge contrarrestar mediante la gran coalición de los partidos constitucionalistas. Gran coalición que, visto lo visto, sólo Ciudadanos parece estar en condiciones de poner en marcha con equidistancia. Y con autoridad moral e intelectual para hacerse respetar por todas las partes y por la sociedad involucrada.
Mercancía tarada
El sociólogo Manuel Castells, enrolado a cara descubierta en las filas de la izquierda pura y dura, disfraza a Podemos de "fuerza progresista" y se ilusiona con una "mayoría progresista en torno a 170 escaños" que encarnaría la “democracia real” (“El día después”, LV, 18/6). ¿Podemos "progresista", protagonista de la "democracia real"? Ni con sus prestigiosos títulos universitarios Castells podrá encubrir los vicios de esta mercancía tarada. Es el cabecilla de la tropa quien se jacta de su genoma totalitario. Rubén Amón le preguntó a Pablo Iglesias (El País, 13/6):
¿Tiene rasgos peronistas Podemos? La patria, la transversalidad, el líder carismático providencial, la fórmula de abajo hacia arriba.
Y el cabecilla respondió, obviamente complacido con el título de líder carismático providencial, que no objetó:
Yo diría que sí, que Podemos tiene rasgos peronistas.
Iglesias añadió a continuación que lo emocionan los retratos de Marx, Gramsci y Eva Perón. El favorito, este último, de Íñigo Errejón. ¿Será el que la muestra en el balcón de la Plaza de Oriente, saludando a las masas enfervorizadas, junto a Francisco Franco? Ahora seguramente lo acompaña el de la gran dama de la cleptocracia kirchnerista.
Desvaríos revolucionarios
La predilección de Pablo Iglesias por los detritos recogidos del estercolero político viene de lejos. Enrique Krauze recuerda ("El narcisismo de Podemos", El País, 25/4) que, después de escuchar los desvaríos revolucionarios que Hugo Chávez había recitado en el 2012, Iglesias sentenció, en "clave televisiva", dos años más tarde:
Cuántas verdades nos ha dicho este hombre… Lo que ha ocurrido aquí es una demostración de que sí hay alternativa, de que la única manera de gobernar no es gobernar para una minoría de privilegiados y contra las mayorías sociales. Ese es el ejemplo de América Latina… una alternativa para los ciudadanos europeos.
Enrique Krauze también subraya que el maestro argentino de Iglesias, Ernesto Laclau, debe mucho a
Carl Schmitt, teórico del nazismo, experto en la "dicotomización", que veía la historia como el escenario de dos fuerzas: "Amigo" y “enemigo”. (Traducción para España: por un lado “el pueblo”, representado por Podemos, representado por Iglesias; por otro, el “no pueblo”, representado por todas las otras fuerzas políticas).
Servicial correveidile
La última adquisición de Iglesias para la colección de trastos que ambiciona sumar al Frente Popular es nada menos que José Luis Rodríguez Zapatero, "el mejor presidente que ha tenido nuestra democracia, a quien consulto cuando tengo dudas" (El País, 16/6). No es una mala idea. En el totum revolutum regresivo -jamás progresista- de Iglesias cabe la esperpéntica Alianza de Civilizaciones que Zapatero firmó con el aspirante a gran sultán otomano Recep Tayyip Erdogan y, por supuesto, el servicial correveidile siempre estará a disposición del sátrapa Nicolás Maduro cuando éste necesite que un cortesano vuele a taparle las vergüenzas.
El botarate agradeció las palabras amables que el líder podemita dirigió a su persona y las interpretó como muestras de respeto y reconocimiento no a él sino al PSOE (LV, 18/6). Esto lo soltó en el primer mitin de campaña que compartió con Pedro Sánchez, a quien cada día le asestan sus compañeros y sus rivales internos una nueva puñalada trapera. Algo de lo que él mismo es el principal responsable en casos como el de Rodríguez Zapatero, a quien debería tener recluido en un barracón de feria en lugar de exhibirlo en público, con los consiguientes papelones.
Lo más grave, sin embargo, no es que Sánchez tenga que apechugar con un gafe como este favorito de Iglesias, sino que él mismo los coloque en puestos de gran responsabilidad y visibilidad. Ahí está Meritxell Batet, miembro de la ejecutiva nacional del PSOE y cabeza de lista del PSC, que "cargó contra Iglesias, pero no contra la formación que lidera", que para ella –y para el PSC– “es un posible aliado”, y “que en esta campaña está defendiendo más claramente un pacto de izquierdas” (LV, 15/6). Batet organizó un acto en Santa Coloma de Gramenet donde ella y la alcaldesa Nuria Parlon insistieron en el pacto de izquierdas (un "pacto a la barcelonesa", después de que Jaume Collboni entrara en el gobierno municipal de Ada Colau) y cedieron la tribuna a un delirante Zapatero, que desplegó todas sus dotes para el histrionismo (LV, 16/6):
Catalunya tiene derecho a ser más en España, a representar más. (…) España tiene que escuchar más a Catalunya. España tiene que hablar en catalán.
'Apartheid' identitario
Está claro que un Frente Popular compuesto por populistas-chavistas-peronistas y comunistas de hoz y martillo orgullosos de su matriz guerracivilista puede convertirse en el sepulturero de la democracia y de la convivencia solidaria en España. La dicotomización entre amigo y enemigo que los podemitas asimilaron del teórico nazi Carl Schmitt, con los retoques populistas de Ernesto Laclau y los componentes necrófilos del marxismo-leninismo, nos devolvería a la edad de las tinieblas en una confederación de bantustanes, donde imperaría la ley de la selva. La implantación de la plurinacionalidad entre españoles inauguraría un inhumano apartheid identitario.
España necesita un cortafuegos que detenga el avance de los bárbaros, y este cortafuegos sólo lo pueden componer los partidos constitucionalistas con el apoyo de todas las organizaciones que representan a los sectores sociales, económicos y culturales cuya supervivencia corre peligro. Lamentablemente, hemos visto que el PSOE, uno de los pilares del cortafuegos, está resquebrajado, hasta el punto de que parte de él puede ir a alimentar la combustión. Habrá que aprovechar lo que queda en pie. Lo necesitamos.
El Partido Popular está en el centro de un debate que quienes deseamos que el pacto de gobierno abarque a todos los partidos constitucionalistas debemos contemplar con respeto. Vale la pena destacar, en este contexto, un detalle significativo que más tarde llamaría la atención del perspicaz Enric Juliana ("Salvar al soldado PSOE", LV, 15/6): en su discurso de clausura del curso organizado por el Instituto Atlántico de Gobierno, José María Aznar lanzó una advertencia para buenos entendedores:
Es necesario abandonar de inmediato cualquier tentación de polarizar. (…) Retomar de inmediato y con el máximo empeño todas las tareas destinadas a vincular, acercar, consensuar, ayudar, incluir, confiar y acordar.
Compatriotas sin complejos
Y aquí está Ciudadanos, empeñado en retomar todas esas tareas. Su trayectoria en Cataluña, como defensor de la unidad de España y de la convivencia dentro y fuera de la comunidad autónoma, lo hizo acreedor a la confianza y el voto de millones de españoles el 20-D. El Partido Liberal y Demócrata Europeo acogió a Albert Rivera con los brazos abiertos. En Cataluña, Ciutadans ganó el apoyo de quienes atesoraban una larga trayectoria de militancia por los derechos de los castellanohablantes en las escuelas y las instituciones, y ahora tiene la posibilidad de agrupar a las clases medias que votaban a CiU y el PSC y que fueron humilladas por demagogos y embaucadores. Los llamados a la cordura de Miquel Roca y Carles Gasóliba son una buena señal.
El reencuentro deberá practicarse sin esa desconfianza ante los amagos de pragmatismo que históricamente atomizó a la izquierda. Por ejemplo, al proponer la enseñanza trilingüe, Juan Carlos Girauta confirma que rechaza la inmersión monolingüe, aunque no la menciona. Nada que objetar a esta omisión, compensada con creces por la propuesta concreta: enseñanza trilingüe. La misma que los retrógrados nacionalistas e izquierdistas proscribieron en Valencia y Baleares y abominan en Cataluña. Lo corrobora el profesor Pedro Nueno, sin intención partidista ("Hablando", LV, 19/6):
Y ¿qué es más importante, el inglés, el catalán o el castellano? Para los catalanes y los que viven y trabajan en Catalunya, hay tres idiomas fundamentales: inglés, castellano y catalán.
Es, sencillamente, la voz de la razón. Otro de los muchos incentivos para votar a Ciudadanos, motor de la alianza entre compatriotas sin complejos.