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Eduardo Goligorsky

Okupas en el espacio liberal

El eurodiputado convergente Ramon Tremosa pretende ejercer poderes inquisitoriales para vetar la entrada de Ciutadans y UPyD ALDE.

El eurodiputado convergente Ramon Tremosa pretende ejercer poderes inquisitoriales para vetar la entrada de Ciutadans y UPyD ALDE.

El colmo de la usurpación ensoberbecida: el eurodiputado convergente Ramon Tremosa pretende ejercer poderes inquisitoriales para vetar la entrada de Ciutadans y UPyD en la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), a la que está afiliado su partido (LV, 10/4). Su argumento consiste en que los impugnados "atacan con tanta virulencia el derecho a decidir" y omite confesar que es su partido el que gobierna, como mascarón de proa, una autonomía travestida de Estado, donde un contubernio formado por nacionalpopulistas radicales, totalitarios adictos al despotismo castrista y chavista e irredentistas antisistema se ha apropiado de un simulacro del derecho a decidir. A decidir que hay que levantar un muro entre siete millones y medio de catalanes y cuarenta millones de conciudadanos españoles, con la traumática ruptura de lazos sentimentales, familiares, económicos y culturales.

Una Stasi autóctona

Los responsables subsidiarios de esta política de desintegración social en escala masiva solo pueden ingresar y permanecer como okupas en el espacio liberal y carecen, por supuesto, de autoridad moral para objetar la entrada de quienes se han destacado, precisamente, por su empeño en defender las libertades y los derechos de los ciudadanos. Es verdad que hay partidos que pervierten el término, como el ultraderechista Partido Liberal de Austria. O el Partido Liberal Democrático Ruso del energúmeno Vladimir Zhirinovski. Sí, también se puede bastardear el término democrático: el partido neonazi alemán se autodenomina Demócrata Nacional y la República Democrática Alemana era un satélite de la URSS. Cuando la lideresa de la Assemblea Nacional Catalana anuncia que tras la declaración unilateral de la independencia una tropa insurgente asumirá el control de las fronteras, ¿está pensando en una Stasi autóctona que, exhumando el modelo de aquella aberrante República Democrática Alemana, se convertirá en carcelera de la sociedad catalana e impedirá el libre tránsito de personas, mercancías, capitales e ideas entre su feudo y el resto de España, de Europa y del mundo civilizado? Estos fanáticos dan por sentado lo que la Generalitat niega torticeramente: que se levantará un muro entre Cataluña y Europa.

Es verdad que el liberalismo está abierto, por su misma definición, a la controversia, y que en su espacio caben corrientes de opinión diversas e incluso antagónicas. Escribe un liberal tan notorio como Mario Vargas Llosa ("Liberales y liberales", El País, 26/1)

Hay ciertas ideas básicas que definen a un liberal. Que la libertad, valor supremo, es una e indivisible y que ella debe operar en todos los campos para garantizar el verdadero progreso. La libertad política, económica, social, cultural, son una sola y todas ellas hacen avanzar la justicia, la riqueza, los derechos humanos, las oportunidades y la coexistencia pacífica en una sociedad. Si en uno solo de esos campos la libertad se eclipsa, en todos los otros se encuentra amenazada.

(…)

Los congresos y encuentros liberales suelen ser, a menudo, parecidos a los de los trotskistas (cuando el trotskismo existía): batallas intelectuales en defensa de ideas contrapuestas. Algunos ven en ello un rasgo de inoperancia e irrealismo. Yo creo que esas controversias entre lo que Isaiah Berlin llamaba "las verdades contradictorias" han hecho que el liberalismo siga siendo la doctrina que más ha contribuido a mejorar la coexistencia social, haciendo avanzar la libertad humana.

Emociones y pasiones

El convergente Tremosa, instalado en la puerta del espacio liberal para prohibir la entrada de dos partidos cuya trayectoria y cuyos valores se ciñen a los principios enunciados por Stuart Mill, Locke, Hume, Adam Smith y Voltaire, se convierte, con su intolerancia, en la prueba palpable de que los okupas que allí están de más son él y sus correligionarios, asociados a un conglomerado de agitadores totalitarios embarcados en una operación de enfrentamiento cainita.

Es significativo, en este contexto, que los liberales que ponen más énfasis en la diversidad y la confrontación de ideas dejen el nacionalismo fuera de la órbita de las alternativas posibles, porque desprecian sus componentes retrógrados e irracionales. Octavio Paz, un liberal de pura cepa, lo dejó claro en el discurso que pronunció al recibir el Premio de la Paz que le otorgaron los editores y libreros alemanes en la Feria de Francfort (El País, 13/10/1984):

La democracia está expuesta, como los otros sistemas políticos, a la influencia nefasta de los nacionalismos y las otras ideologías violentas. (…) He mencionado la influencia adversa de las ideologías nacionalistas, intolerantes y exclusivistas, sobre la paz.

El rechazo de las ideologías totalitarias, del pensamiento irracional y del nacionalismo tribal era un tema recurrente en los escritos y las disertaciones de Octavio Paz. Lo retomó en el discurso que pronunció al recibir el Premio Nobel de Literatura (La Nación, Buenos Aires, 16/12/1990):

Los hombres podrían ser poseídos nuevamente por las antiguas furias religiosas y por los fanatismos nacionalistas. Sería terrible que la caída del ídolo abstracto de la ideología anunciase la resurrección de las pasiones enterradas de las tribus, las sectas y las iglesias. Por desgracia, los signos son inquietantes.

El pensamiento irracional no solo no tiene cabida en la carta de principios del liberalismo sino que está en sus antípodas. Las apelaciones a las emociones y pasiones que predominan en el discurso con el que los demagogos y los aprendices de brujo movilizan al hombre-masa, son la marca de fábrica del nacionalismo identitario y, sin necesidad de recurrir a vetos arbitrarios como el que esgrime el convergente Tremosa, coloca automáticamente al poder vertical del movimiento secesionista y a sus referendums discriminatorios y manipulados en un campo opuesto al espacio liberal. Lo explica con rigor didáctico Karl Popper en el clásico La sociedad abierta y sus enemigos (Paidós, 2010):

Es mi firme convicción que esta insistencia irracional en la emoción y la pasión conduce, en última instancia, a lo que solo merece el nombre de crimen. Una de las razones de esta afirmación reside en que dicha actitud, que es, en el mejor de los casos, de resignación frente a la naturaleza irracional de los seres humanos y, en el peor, de desprecio por la razón humana, debe conducir al empleo de la violencia y la fuerza bruta como árbitro último en toda disputa. En efecto, si se plantea un conflicto ello significa que las emociones y pasiones más constructivas que podrían haber ayudado, en principio, a salvarlo, como el respeto, el amor, la devoción por una causa común, etc., han resultado insuficientes para resolver el problema. Pero siendo esto así, ¿qué le queda entonces al irracionalista como no sea recurrir a otras emociones y pasiones menos constructivas, a saber: el miedo, el odio, la envidia y, por último, la violencia? Esta tendencia se ve considerablemente reforzada por otra actitud quizá más importante todavía, inherente también, a mi juicio, al irracionalismo; me refiero a la insistencia en la desigualdad entre los hombres.

Popper aclara que no niega la suma desigualdad que existe entre los individuos humanos por muchos conceptos, desigualdad que

es de gran importancia y, en cierto sentido, aun altamente deseable,

sino que lo que propugna es la decisión, inherente al liberalismo, de

tratar a los hombres, especialmente en el terreno político, como si fueran iguales (…) no una igualdad absoluta sino la que da la medida de lo posible, es decir, igualdad de derechos, de tratamiento y de aspiraciones.

Presa codiciada

Volvamos al presente. ¿Alguien imagina que puedan desenvolverse normalmente en un espacio liberal quienes marcan a los ciudadanos, como si fueran reses, guiándose por el nombre de la región donde han nacido? El Canal 33 de Cataluña sumó, a su profusa propaganda discriminatoria y secesionista, un programa titulado Cosins germans para coquetear con los valencianos, presa codiciada por los irredentistas, presentándolos como primos hermanos (LV, 13/4). Conciudadanos es la palabra que abarca a todos los españoles, sin adjudicarles jerarquías de parentesco. Sobre todo si se recuerda que todos los españoles pagan de su bolsillo la campaña de odio contra ellos que ha montado la Generalitat a través de los medios de comunicación públicos y privados. Sin el auxilio del Fondo de Liquidez Autonómico, los trileros (Joaquín Luna dixit, LV, 16/4) que se forran con la tramoya secesionista tendrían que aprender a trabajar.

¿Alguien imagina que puedan desenvolverse normalmente en un espacio liberal quienes han convertido las escuelas en un gigantesco laboratorio de adoctrinamiento precoz? Y esto no lo dijo Popper sino el Papa (LV, 12/4):

Francisco aprovechó para exponer sus ideas sobre la educación y su "rechazo a todo tipo de experimentación educativa con los chicos". "Con los niños y con los jóvenes no se puede experimentar –subrayó–. No son cobayas de laboratorio".

Ignoro si la Alianza de los Liberales y Demócratas por Europa reúne a auténticos liberales y demócratas o a representantes de esas mistificaciones arriba citadas que pervierten los términos. El compadrazgo del presidente del grupo, Graham Watson, con los secesionistas (LV, 16/4), invita a desconfiar de la fiabilidad de sus convicciones. Pero en todo caso es evidente que el bloque donde el partido de Jordi Pujol y Artur Mas encontrará un hogar acogedor es el que agrupa a la esperpéntica Liga Norte, a los ya no tan independentistas pero igualmente xenófobos flamencos y a otros clanes identitarios.

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