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Eduardo Goligorsky

Nuestros abusadores impunes

Millones de ciudadanos estamos solos, por ahora, ante la embestida de los abusadores supremacistas.

Millones de ciudadanos estamos solos, por ahora, ante la embestida de los abusadores supremacistas.
Torra y Puigdemont presentan el 'Consell per la República' | EFE

Si una mujer denuncia que un hombre ha intentado tener un contacto físico con ella -aunque sea fugaz- sin su consentimiento, bastará su palabra para que caiga sobre el acusado todo el peso de la ley. Si el imputado es una figura pública -político, empresario, cineasta- las redes sociales estallarán exigiendo su castigo penal. Detrás de esta pantalla con ribetes de justicia se oculta la cruda realidad: cuando la víctima de los abusos es una sociedad íntegra con millones de habitantes, sometida a la fractura y el saqueo por obra de una camarilla de políticos inescrupulosos, los leales a estos abusadores se movilizarán para que queden impunes. Una movilización que, para mayor escarnio, estará encabezada y organizada por otros abusadores que continúan en libertad y empuñan las riendas del poder. Es lo que está sucediendo en Cataluña, con la complicidad de los entreguistas que gobiernan España y reniegan de su promesa de hacer cumplir la Constitución y de defender la integridad y la soberanía de este país.

El inicio de la putrefacción

Dice la sabiduría popular que el pescado empieza a pudrirse por la cabeza. Y no se equivoca. Aquí la putrefacción se inició en la época en que sucesivos gobernantes y sus equipos de colaboradores miraron para otro lado cuando el banquero fallido y evasor fiscal solapado Jordi Pujol puso en marcha, sin demasiado disimulo, la conjura encaminada a materializar, con paciencia y en un futuro no lejano, la independencia de su feudo. La descomposición avanzó por el entramado institucional, social y económico hasta desembocar en la pestilencia actual.

El panorama no podría ser más tétrico para los catalanistas de buena fe que se sumaron inicialmente a la hoja de ruta dibujada por los embaucadores que, abusando de su ingenuidad, les hicieron creer que marchaban hacia la tierra prometida. ¿Qué ven los dos millones de víctimas del abuso si miran hacia el edificio de la Generalitat? Un cascarón ocupado por burócratas, cuyos jefes están en otra parte.

Uno, el prófugo, disfrutando de la buena vida en el palacete de Waterloo, jaleado por sus cortesanos incondicionales y protegido por los padrinos de la ultraderecha neonazi flamenca. Otro, su subalterno, con la entrada prohibida por el amo en el despacho presidencial, pasea por las ferias regionales brindando con ratafía y por el mundo mundial despotricando contra el país cuyo pasaporte utiliza sin pudor. Finalmente, aquellos que el fugitivo cobarde dejó librados a su suerte sin previo aviso, funcionan como un politburó paralelo en el insólitamente acogedor penal de Lledoners.

‘Repúblikas’ abortadas

Abusos sobre abusos. También hay un Parlament donde se incuban golpes de Estado y embriones de repúblikas abortadas, pero jamás se aprueba una ley para aliviar las penurias de los ciudadanos en las áreas de la sanidad, la educación y la asistencia social. Allí los legisladores de la mayoría solo compiten en iniciativas para dinamitar la convivencia entre los catalanes y de estos con el resto de los españoles. Impunemente.

A la vez, el Ayuntamiento de Barcelona funciona, también impunemente, como una maquinaria anticapitalista y guerracivilista, donde se desahogan viejos rencores e impera la hostilidad contra la Constitución, el derecho de propiedad, el comercio legal, el turismo, la religión, las Fuerzas Armadas y los cuerpos de seguridad, mientras se estimula el efecto llamada para los okupas, los manteros y un aluvión de delincuentes que abarca desde carteristas hasta sicarios, pasando por narcotraficantes y proxenetas, nativos y extranjeros. Con una alcaldesa republikana,"de origen humilde y bisexual", rodeada de bien remunerados ideólogos de la izquierda pura y dura. Y abusadora.

Solidario con los golpistas

¿Quién nos salvará de esta marabunta de abusadores de la sociedad? No será el Síndic de Greuges, Rafael Ribó, "antiguo leninista conservado en almíbar" (Antoni Puigverd dixit, "Arquitectura pujoliana", LV, 30/1), elocuentemente solidario con los golpistas y admirador de los métodos revolucionarios bolcheviques, como se lee en esta transcripción periodística de sus palabras (LV, 22/1):

"A veces -concluyó- hay que conseguirlos [los derechos] fuera de las leyes, pues ningún derecho se ha conseguido en la estricta legalidad". Y finalizó con el último verso del Cant de la senyera, "llum als ulls, força al braç" [luz en los ojos, fuerza en el brazo], en recuerdo de la frase repetida por el ex presidente de la ANC, Jordi Sànchez, "preso político injustamente encarcelado".

Arturo San Agustín se burla con sobrada razón de este tinglado ("Demasiados defensores", suplemento "Vivir", LV, 26/1):

Contamos con el Defensor del Pueblo, que está en Madrid. Y con el Síndic de Greuges, que tiene casa en la Cerdanya. Además, nos asisten, por ejemplo, el "Síndic de Barcelona" o el de Vic. Y otro más, el "Síndic ciutadà". Nunca nos había defendido tanto profesional. Y el resultado, aparentemente, es desolador. Cada vez tenemos más miedo.

Y en la tienda ornamental de la feria de abusadores hacen pantomimas los jerarcas del PEN Club, trasnochados imitadores de aquellas figuras estelares de la intelectualidad de izquierdas que poblaban los Congresos por la Paz organizados por el KGB soviético para mayor gloria del estalinismo, o que repartían pasquines maoístas por las calles de París con Jean-Paul Sartre a la cabeza. Mario Vargas Llosa retrató de cuerpo entero a estos elitistas como costaleros de una operación retrógrada ("Un comunicado lleno de mentiras y calumnias contra el régimen democrático de España", El País, 22/1).

Arderá Cataluña

Es verdad: "Cada vez tenemos más miedo". Los abusadores impunes amenazan a la sociedad con más atropellos si la justicia comprueba que sus compinches son realmente culpables de los delitos de rebelión, sedición, desobediencia y malversación, y les aplica la sentencia prevista por la ley. No olvidemos que incluso el benévolo tribunal de Schleswig-Holstein ya reconoció, en el caso del reo Carles Puigdemont, la probable existencia de malversación, delito que se castiga con una pena de 9 a 12 años de cárcel.

Si condenan a los abusadores, sus camaradas que todavía están, gracias al patético renegado Pedro Sánchez, en los puestos de mando, prometen que arderá Cataluña, con otra declaración unilateral de independencia, huelgas, tumultos callejeros, bloqueos de las vías de comunicación, lucha enérgica y todas las salvajadas para las que los gamberros se están entrenando desde que comenzó el procés. Los energúmenos que ya dañaron sedes de tribunales de justicia y de partidos constitucionalistas, así como domicilios de políticos, jueces y simples ciudadanos desafectos, han perseverado en su escalada de actos intimidatorios y violencias físicas hiriendo en el rostro a un dirigente de Ciudadanos en Torroella de Montgrí e insultando con saña al ex presidente del PP catalán y candidato a la alcaldía de Badalona, Xavier García Albiol, cuando asistía con su hija de 11 años a un espectáculo infantil en el Palau Sant Jordi de Barcelona.

El perfecto fascista

¿Cómo definir a estos abusadores? Francesc-Marc Álvaro nos ahorra trabajo cuando explica brevemente en qué consiste el fascismo ("El gran dictador, todavía", LV, 24/1):

El abuso contra los más débiles, la persecución de la disidencia, la arbitrariedad disfrazada de ley, el argumento de la fuerza, la mentira repetida como si fuera verdad.

Gracias, Álvaro: has pintado el vivo retrato de los abusadores supremacistas… aunque omitiendo una de sus tropelías más crueles de raíz fascista: la discriminación racista, en este caso identitaria, que es lo mismo. Aparentan ser dos millones, pero desprecian la voluntad de los otros 3.550.000 que completan el censo electoral porque los consideran inferiores. Disfrazan de leyes los mamarrachos arbitrarios del 6 y 7 de septiembre y el 27 de octubre del 2017, y así seguimos hasta completar la imagen del perfecto fascista, que abusa de los más débiles lavándoles el cerebro desde el parvulario y proscribiendo el estudio y el uso cotidiano y correcto de su -nuestra- lengua: el español.

En cuanto a la mentira repetida como si fuera verdad, tenemos la apelación torticera a un inexistente 80% de apoyo al referéndum de independencia. ¿Cifras reales? Ya informamos que según el Gabinet d´Estudis i Opinió solo el 42 % de los encuestados se declaró partidario del referéndum de independencia ("Buffet libre para los malversadores", LD, 18/1). ¿Más datos? Los da nada menos que el Centre d´Estudis d´Opinió de la Generalitat : el 54% de los consultados considera que el Gobierno Torra "no sabe cómo resolver los problemas del país", contra el 4% que piensa que sí los está resolviendo. Menos del 40% opina que "necesita tiempo para resolverlos" (LV, 26/1). Su tope electoral está en el 47% de los votos emitidos. Son una eterna minoría social.

La emergencia obliga

Las mujeres cuentan con una multitud de defensores contra los abusadores machistas, reales o ficticios. Millones de ciudadanos estamos solos, por ahora, ante la embestida de los abusadores supremacistas. El Gobierno de España sobrevive gracias al apoyo de esta manada abusadora, y el pseudo gobierno de Cataluña es el ejecutor impune de los abusos. El único defensor que nos queda es el frente de partidos y sociedades cívicas constitucionalistas. Aunque esto implique copiar el lenguaje barriobajero de los zafios abusadores, la emergencia obliga: apretemos a ese frente para que cumpla, unido, con su deber de preservar la integridad y la soberanía de España, y el bienestar y la convivencia de sus ciudadanos, junto a la Monarquía parlamentaria y la Comunidad Europea.

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