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¡Luz y taquígrafos!

Frente a la gigantesca campaña de mistificación, los gurús callan. Y colaboran con los mistificadores.

Frente a la gigantesca campaña de mistificación, los gurús callan. Y colaboran con los mistificadores.

La discreción puede discurrir por muchos caminos contrapuestos. Hay discreciones cargadas de pulsiones románticas, como cuando el cantante de la gran orquesta de la cumbia uruguaya, Sonido Caracol, entona su popular "Háblame al oído, suavecito, suavecito". Que nadie se entere, solo la persona elegida. Pero también las hay con connotaciones terroríficas, como en el caso de "El que susurra en la oscuridad", uno de los relatos del ciclo blasfemo de Cthulhu. Aquí la discreción es producto del sigilo con que se manifiestan los monstruos evocados por la imaginación torturada del genial H. P. Lovecraft.

Mandan las vísceras

¿En qué categoría se encuadra la discreción que Artur Mas ponía como requisito para la entrevista con el presidente del Gobierno? Ni siquiera en estos tiempos en que dirigentes políticos del mismo sexo contraen matrimonio bajo el palio del arco iris puedo incurrir en la temeridad de atribuir el pedido de Mas a segundas intenciones románticas. Nada de hablarse suavemente al oído. Y tampoco es verosímil sospechar que la discreción del encuentro sirviera de pretexto para que los interlocutores susurraran en la oscuridad las abominaciones sobrenaturales de las criaturas lovecraftianas.

Si nos atenemos a la racionalidad, la respuesta es mucho más sencilla: Artur Mas sabe que los titiriteros que teledirigen su empresa no le permitirán hacer concesiones y, puesto que también sabe que se ha metido en un callejón sin salida, necesita negociar, confidencialmente, la apertura de una vía honorable de repliegue. Esto, repito, si nos atenemos a la racionalidad, cosa que no siempre es posible cuando mandan las vísceras.

De todos modos, la discreción exigida era sospechosa, ya fuera porque ocultaba un cambio no consensuado de estrategia que los auténticos mandamases del secesionismo harían abortar, o porque maquillaba una tentativa de embaucar al Gobierno.

¡Luz y taquígrafos para evitar encerronas!

Ahora, Artur Mas vuelve a prometer a los verdaderos amos del tinglado que será un correveidile disciplinado del plan secesionista y que la promesa de alterar fecha y pregunta de la consulta ilegal seguirá supeditada a la aprobación –imposible– de quienes le marcan el rumbo. No tiene margen para cambiar la estrategia y además el presidente del Gobierno ha rechazado categóricamente los pasteleos entre bambalinas: la soberanía no es negociable y por tanto no permitirá que la consulta ilegal se celebre el 9 de noviembre (LV, 17/7):

Antes querían preguntar por una cosa y ahora quieren preguntar por otra distinta, o quieren que sea yo quien diga qué hay que preguntar. No puedo entrar en ese juego, en debates absurdos, porque me parece muy poco serio.

Un caso clínico

En verdad, el absurdo es, desde el vamos, lo que convierte este proceso en un caso clínico de la política europea. Un equipo de aprendices de brujo ha desencadenado un cataclismo social que ellos no saben parar y se niegan a permitir que los expertos intervengan para evitar un desenlace trágico. Josep Antoni Duran Lleida, el secesionista simpático, lanza, con aires apocalípticos, lo que el somatén mediático califica de "último aviso" (LV, 14/6):

Si [Rajoy] no se mueve ya, todo estallará.

Pero ¿por qué es Rajoy quien debe moverse, si los dinamiteros son los comparsas del movimiento secesionista, entre los que se encuentra, hasta que él demuestre lo contrario, el propio Duran Lleida? Y cuando Rajoy se mueve, ensayando sortilegios para exorcizar a los aprendices de brujo culpables del desbarajuste, llueven sobre él las maldiciones de los plumillas regimentados.

Como hemos visto, el presidente del Gobierno alegó que se niega a "entrar en ese juego, en debates absurdos", porque le parece "poco serio". Podría haber dicho, con acierto, que se niega a participar en un psicodrama tribal, definición que me he comprometido a utilizar hasta el hartazgo porque es, a mi juicio, la que mejor retrata lo que nos ha caído encima. Un psicodrama tribal, hallazgo que no me pertenece sino que acuñó uno de los protagonistas más entusiastas de este fenómeno: Francesc-Marc Álvaro (LV, 5/6).

Delirios reprimidos

El psicodrama tribal abre las compuertas a alucinaciones y delirios reprimidos que pueden asumir la apariencia de elementos de la vida real. Lo cuenta Andrés Trapiello (Magazine de LV, 13/7):

Circula por internet un vídeo en el que se ve a un hombre barbado explicar cómo todo lo que vale la pena en este mundo es o tiene un origen catalán. ¿La Magna Grecia? Catalana. ¿La primera democracia del mundo? En Catalunya, dos mil quinientos años antes de Cristo. Lo mismo que Américo Vespucio: Aymerich Des Puig. Y el Quijote, por supuesto: catalán. Teresa ¿de Ávila? Quiá, de Barselona, de Barselona. Durante un rato no sabe uno si está asistiendo a algo serio o a una charlotada. Como parodia hubiese estado bien, pero al saber que ese historiador de un sedicente Institut de Nova Història habla en serio, está mejor aun.

Faltan en la enumeración el catalán Colom, que salió del puerto catalán de Pals y no de Palos, y el catalán Leonardo de Vic, que pintó a la Gioconda con las montañas de Montserrat como fondo. Lo cual me recuerda el chovinismo de la revista Novedades de la Unión Soviética, que me informó, a partir de mi adolescencia, de que la bombilla eléctrica la inventó un ruso y no Edison, de que el primero que voló en un avión fue otro ruso y no los hermanos Wright y de que la vacuna contra la polio la descubrió otro ruso y no Salk.

Excursión por los territorios del ridículo que culmina tanto en los proyectos de la ANC para crear un ejército catalán y una milicia especializada en la guerra de guerrillas para hostigar a vecinos invasores como en las lucubraciones fantasiosas de Albert Sánchez Piñol (LV, 13/7) sobre la Arcadia catalana sin ejércitos ni hostias y sobre una Europa ansiosa por recibir con los brazos abiertos a una Cataluña independiente (LV, 20/4).

Los gurús callan

Es explicable que los panfletistas adscriptos a la consejería del Pensamiento Único secesionista repitan y aplaudan estos disparates en los medios de comunicación domesticados. En cambio, produce desazón comprobar que la élite intelectual que se enroló en el bando secesionista ha abjurado de su compromiso con la racionalidad hasta el extremo de comulgar servilmente con las ruedas de molino que reparten los muñidores del poder. Los Ramoneda, los Cardús i Ros, los Culla i Clarà, que hurgan con fingida objetividad en las entrañas del Gobierno, del PP y del PSOE buscando puntos vulnerables, se complacen en alimentar, al mismo tiempo, el argumentario de un engaño masivo y espectacular. Frente a la gigantesca campaña de mistificación, los gurús callan. Y colaboran con los mistificadores.

Callan que, como han advertido Juncker, Durao Barroso, Almunia, Reding y todos los responsables comunitarios, una Cataluña independiente quedará fuera de la UE, la OTAN, la ONU e incluso la FIFA. O, peor aun, mienten y lo niegan. Callan que la negativa a cumplir las sentencias judiciales a favor del bilingüismo y contra el referéndum ilegal genera una atmósfera de desobediencia generalizada que amenaza el Estado de Derecho y las libertades públicas. Callan que una Cataluña independiente quedaría a merced del yihadismo, del terrorismo internacional y de las mafias organizadas, y tienen la desfachatez de acusar de alarmistas a quienes formulan esta advertencia con pruebas documentales. Callan que las fuerzas productivas locales y globales asisten con alarma al proceso de secesión y se movilizan, con la cautela que es propia de ellas, para frenarlo. Callan que la fractura social generada por dicho proceso afecta la vida de los ciudadanos en el orden familiar, vecinal, cultural y económico, y ya ha dejado heridas que costará mucho hacer cicatrizar. Callan que en los márgenes y en el centro del conglomerado secesionista que ellos jalean fermentan partidos totalitarios, hostiles a los valores de la sociedad abierta.

Todo lo que los gurús callan y mucho más es lo que Rajoy y Mas tendrán que poner sobre la mesa si se celebra la entrevista en La Moncloa.

¡Con luz y taquígrafos!

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