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Eduardo Goligorsky

Los vándalos descansan

¿Dónde están ahora estos gamberros portadores de esteladas y lazos amarillos, cuando ha llegado la hora de enfrentarse con la pandemia del coronavirus?

¿Dónde están ahora estos gamberros portadores de esteladas y lazos amarillos, cuando ha llegado la hora de enfrentarse con la pandemia del coronavirus?
Un manifestante nacionalista con una bandera estrellada | Cordon Press

Estaban siempre listos. Bastaba que un energúmeno usurpador de la Generalitat les ordenara apretar para que se lanzaran al asalto del Parlamento de Cataluña, asediaran la Jefatura Superior de Policía, arrancaran las baldosas de las aceras para arrojarlas a las fuerzas del orden, dispararan bengalas contra los helicópteros de la Policía, embadurnaran con excrementos la fachada de los tribunales de justicia, montaran barricadas con neumáticos y contenedores incendiados, escracharan a jueces y ciudadanos constitucionalistas, quemaran fotos del Rey, acosaran en las escuelas a los hijos de guardias civiles y a los padres que reclamaban la enseñanza bilingüe, ocuparan aeropuertos, sabotearan vías férreas, hostigaran a los turistas y perpetraran otras mil y una perrerías. Eran los vándalos de CDR, Arran, ANC, Tsunami y otras siglas encolumnadas en la tropa de la sedición.

¿Dónde están ahora?

¿Dónde están ahora estos gamberros portadores de esteladas y lazos amarillos, cuando ha llegado la hora de enfrentarse con la pandemia del coronavirus? Solo los estimulan las apelaciones al odio étnico y telúrico, vertido en movilizaciones de masas aborregadas en pos de pancartas sectarias. Les repugna, en cambio, la idea de trabajar solidariamente con personas cuyo origen e ideología desconocen, pensando únicamente en el bien común. Acostumbrados a valerse únicamente de la demagogia, estos descerebrados son impotentes ante un enemigo impersonal, al que no se puede combatir con arengas cainitas ni con discursos identitarios y falacias históricas. El arma a emplear es la ciencia, incompatible con la irracionalidad de estos parásitos.

Esta es la razón por la cual los vándalos no aparecen para poner el hombro en la tarea compartida por todo el personal sanitario y los millones de ciudadanos que colaboran, por activa o por pasiva, con los responsables de la prevención, la terapia y la profilaxis. Es ensordecedor el silencio de Elisenda Paluzie, tan locuaz cuando recluta acólitos para su cruzada antiespañola. Su Assemblea Nacional Catalana ha anunciado que baja la persiana hasta que pase la peste, como si regentara una tienda de todo a cien. Solo se activa y asoma la cabeza precavidamente de debajo de la estelada para sumarse a caceroladas patógenas contra la Monarquía constitucional.

Rufián preocupado

Quim Torra ya no convoca a apretar, sino a aislar Cataluña de España para aumentar la indefensión de los siete millones y medio de víctimas de su satrapía. Carles Puigdemont desahoga bilis desde su búnker belga. Y Gabriel Rufián… ¡Ah, el Rufián de la pragmática ERC está preocupado por la presencia del Ejército en Cataluña y pide reducir un 40% el presupuesto militar!

Los mandamases de Cataluña tienen una obsesión enfermiza con las Fuerzas Armadas, aunque los habitantes de la ciudad leridana de Talarn se ponen muy nerviosos cada vez que se habla de mudar de allí la rentable Academia de Suboficiales del Ejército. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, da rienda suelta a su fobia cuando se opone a la presencia del stand del Ejército en el Salón de la Enseñanza, donde es uno de los más visitados. Quim Torra interpreta la por fin concretada participación de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el virus en Cataluña como una intromisión recentralizadora, lo que llevó a la ministra de Defensa, Margarita Robles, a decir que "no merece ser llamado responsable político (…) queda fuera de la vida pública".

Cumplen con su deber

Es curioso, en este contexto, que La Vanguardia incurra en una torpe discriminación entre españoles al especificar reiteradamente que el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), general del Aire Miguel Ángel Villarroya, es catalán. Son, hasta ahora, 2.600 los efectivos del Ejército de Tierra y de la Infantería de Marina de la Armada que participan en la guerra contra la pandemia. La misión de los soldados consiste fundamentalmente en llevar a cabo labores de reconocimiento, presencia y desinfección en infraestructuras críticas como estaciones, autobuses, puertos, hospitales, edificios oficiales, áreas comerciales y vías principales.

No hacen más que cumplir con su deber mientras los vándalos descansan esperando el momento de volver a atacar el país que otros, con tanto sacrificio y riesgo para sus vidas, tratan de salvar. El nacionalismo disociador es un virus mutante con recaídas que solo unidos sin fisuras podremos extirpar.

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