El contubernio insurgente que lidera la cruzada secesionista se ha jactado siempre de ser experto en astucias y triquiñuelas, encaminadas a enmascarar sus permanentes agresiones al Estado de Derecho, tanto en el marco jurídico español como en el de todas las otras naciones democráticas y civilizadas. Repiten la operación con la fórmula estrambótica parida para la patochada del 1 de octubre, en la que asoma, apenas encubierto, el plumero totalitario. En rigor de verdad, la fórmula pide a los ciudadanos que extiendan un cheque en blanco a la nomenklatura, que podrá recurrir a cualquiera de las variantes del totalitarismo para oprimirlos y expoliarlos como más le plazca.
Una carga oculta envenenada
La pregunta del referéndum ilegal contiene una carga oculta envenenada que solo pudo salir de la mente de profesionales avezados en esas maniobras fraudulentas de gran envergadura que dejan tendales de víctimas en la cuneta. ¿A quién, si no es a un embaucador veterano, se le ocurre proponer la creación de "un Estado independiente en forma de República"? No es un alarde retórico sino un recurso sibilino ideado para introducir de contrabando el engendro totalitario más afín a la ideología de los arteros usufructuarios del poder.
Si estuviéramos realmente en presencia de un movimiento revolucionario inspirado por la convicción de que la sociedad más justa y democrática está encarnada en la república, esta sería la alternativa libre de equívocos: "¿Quiere usted que Cataluña sea una república independiente?". Y punto. La trampa se cuela en el "en forma de".
Imaginemos una pregunta semejante respecto de la monarquía. Si nos plantearan la preferencia por un "Estado independiente en forma de monarquía", al ciudadano lúcido se le despertaría la suspicacia: ¿qué tipo de monarquía?, ¿parlamentaria como la de los países europeos o absoluta como la de los bantustanes africanos? En cambio, la referencia a la monarquía a secas o, mejor aun, con el agregado de "parlamentaria" para despejar dudas, dejaría conformes a las personas civilizadas, incluidas aquellas que finalmente optaran por la república.
Posibilidades acojonantes
Los trileros secesionistas podrían haber perpetrado igualmente su ardid utilizando el término república a secas, porque su congénita falta de escrúpulos les habría permitido tergiversar el sistema a su antojo; pero prefirieron adornarse con una pátina de ingenio apelando al ambiguo "en forma de".
Se entiende que, en condiciones normales, el interlocutor que pone como alternativa la república toma como referencia a Francia, Estados Unidos, Alemania, Italia u otros Estados de parecido nivel de desarrollo político y cultural. Pero si la opción es "en forma de república" se abre un abanico de posibilidades acojonantes. Basta con pasar revista a los territorios "en forma de república" que, precisamente con esta denominación espuria, se congregaron en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, o fueron sus satélites, y que ahora, aun más degradados de lo que estuvieron entonces, que es mucho decir, vagan dispersos por el limbo de los Estados fallidos, donde, sin perder su forma de repúblicas, se arraciman junto a los despojos de Yugoslavia, los Balcanes y los Países Bálticos, que también conservan la forma de repúblicas.
Una mirada retrospectiva nos confirma que no había káiser en esa forma de república que era el Tercer Reich nazi, y que Benito Mussolini ya se había librado del rey títere cuando fundó la sádica (Pier Paolo Pasolini dixit) República de Saló. El muestrario de los países "en forma de república" está poblado de aberraciones.
Un dictador sin corona
Si los encargados de buscar la forma de república apropiada deciden que basta con eliminar la figura del rey, puede darse la paradoja de que nos devuelvan al periodo en que Cataluña, como toda España, fue gobernada, a partir de 1938, por un dictador sin corona. Solo en 1947 fue aprobada la Ley de Sucesión de la Jefatura del Estado… en un referéndum, con un censo de 16.187.992 inscriptos, de los que votaron 14.454.426, con un 89,86 % de síes. Un referéndum como el que según los secesionistas de hoy es el súmmum de la democracia. Pero hubo que vegetar en esa "forma de república" anómala del dictador sin corona hasta que en 1969 Francisco Franco decepcionó a los antimonárquicos de entonces y designó a su sucesor: Juan Carlos de Borbón. Con el aval –¡ay!– de otro referéndum.
Los precursores de nuestros insumisos antimonárquicos tenían marca registrada: Falange Española de las JONS. Dionisio Ridruejo cuenta sus desplantes, más arriesgados, en todo caso, bajo la mirada atenta de la policía del régimen, que los de nuestros privilegiados republicanos de opereta (Casi unas memorias, Planeta, 1976):
Se había restablecido en el año anterior [1938] el uso de la bandera roja y gualda, pero no sé si aún el de la Marcha Real. Lo primero fue hecho espontáneo y generalizado antes de ser declarado legal. Creo que es dato poco conocido que los falangistas –muy especialmente los viejos– recibimos esas reposiciones con alguna resistencia. La propia Pilar Primo de Rivera distribuyó un comunicado oponiéndose y reivindicando la bandera roja y negra y el Cara al Sol como símbolos del Estado naciente. Cuando sonaba el himno le negábamos el saludo y si nos encontrábamos sentados seguíamos así ostentosamente.
La 'senyera' desdeñada
Los referendarios secesionistas, los iconoclastas de Ada Colau, los chavistas podemitas y los energúmenos anarcotrotskistas de la CUP son los continuadores de aquella aversión ostentosa a los Borbones y al liberalismo ilustrado propagada por la corriente más crudamente fascista del franquismo, que también fungía de revolucionaria con José Antonio Primo de Rivera a la cabeza.
Cara al Sol, Giovinezza, Horst Wessel Lied, Els Segadors y La Internacional fueron, son y serán los favoritos de los melómanos cainitas. Solo falta que, para ensanchar la grieta identitaria artificial, un secuaz de Pablo Iglesias o Pedro Sánchez componga el himno a la ficticia España plurinacional. Los maniáticos no dan tregua. Ni siquiera respetan sus propias banderas: las profanan con esvásticas, hoces y martillos, yugos y flechas, fasces y estrellas. La senyera se apolilla vergonzosamente desdeñada y prepotentemente sustituida por la estelada sectaria de los trabucaires cismáticos.
Papelotes secretos
No se necesita mucha perspicacia para deducir cuál es la forma de república que los facciosos ya han programado en sus papelotes secretos de desconexión. Argumentan que los ocultan para evitar que el Gobierno cumpla con su deber de impugnar el pucherazo. Sin embargo, no hace falta leerlos para presagiar su contenido: institucionalizan la fragmentación de la sociedad catalana mediante la aplicación de la política autoritaria, discriminatoria, guerracivilista, hostil a la iniciativa privada, enemiga de la diversidad cultural y antagónica al Estado de Derecho a la que ya nos tiene acostumbrados la Generalitat.
Con el agravante de que los impulsores de esta política mienten descaradamente cuando niegan, una y otra vez, desde todas las plataformas, que tras la ruptura con España caerán sobre Cataluña las mismas plagas que atormentan a las víctimas del Brexit. En verdad son ellos, los secesionistas, quienes reivindican la existencia de Cataluña como un país aparte, fundado sobre el mito supremacista étnico de la "nación milenaria", que rompe unilateralmente los vínculos con España y Europa, desencadenando el Catexit.
¿Esto es todo? No. La acumulación de datos permite prever qué forma asumiría una república catalana gobernada por esta camarilla. Recordemos quiénes son los ideólogos que guían el proceso secesionista y dictan sus leyes, humillando a sus compinches caídos en desgracia y extorsionando a los jerarcas vulnerables, y pasemos revista a sus manifiestos antisistema y sus vínculos internacionales con la escoria del populismo demagógico. La república catalana tiranizada por ellos sería un triste remedo de las dictaduras que, también con la denominación de repúblicas, pesan sobre Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua y otros enclaves pauperizados.
Texto transparente
Si la pregunta del referéndum la hubiera redactado un infiltrado liberal con criterio didáctico, y no un truchimán del secesionismo, su texto habría sido transparente: "¿Quiere ser súbdito obediente de una aislada república bananera?".
Lógicamente, estos timadores nunca revelarán cuál es el fin último de su apaño, y tampoco la sociedad catalana, emprendedora, culta y democrática, permitirá que los sediciosos la embarquen en la farsa de su referéndum torticero, al que una mayoría abrumadora castigará con su desprecio. Precisamente por ser emprendedora, culta y democrática, exige que le permitan ejercer su sacrosanto derecho a decidir su futuro fraternal y solidario en las elecciones parlamentarias garantizadas por el Estatut catalán, la Constitución española y las leyes europeas. Ya mismo, sin fórmulas totalitarias interpuestas.