Les están meando encima y ellos dicen que llueve. Son los capitostes del nuevo Gobierno zapateril de España, empeñados en hacer creer que la humillación cotidiana a que los someten los matones de la repúblika mostrenca no es tal sino un fenómeno meteorológico fortuito. En realidad, los sediciosos dirigen sus micciones enfermizas contra la institución monárquica, pero esta se encuentra tan por encima de la chusma amotinada que los únicos que terminan empapados son los buscavidas de la Moncloa. Una patulea de advenedizos que no se atreve a denunciar la verdadera naturaleza del ultraje del que son víctimas por su condición imprevista de gobernantes, cuando el verdadero objetivo de la escalada subversiva, a la que acaba de sumarse ostentosamente la manada chavista de Pablo Iglesias (LV, 26/6), es la Corona.
Cabecillas desmadrados
La pasividad con que Pedro Sánchez y su corte acogen las insolencias de los cabecillas desmadrados del alzamiento está más próxima a la complicidad que a la desidia. Al fin y al cabo quienes los interpelan y los invitan a capitular son gente que vive fuera de la ley, con la que no existen afinidades políticas ni culturales para parlamentar. El desahuciado y condenado Artur Mas, el procesado y prófugo Carles Puigdemont y el racista empedernido Quim Torra, se han colocado por su propia iniciativa al margen de nuestra comunidad nacional.
Los tres, y sus acólitos, han renunciado a su condición de españoles para convertirse en fundadores de una repúblika virtual, que nadie reconoce en el mundo civilizado. Serían, desde el punto de vista legal, apátridas, si no fuera porque siguen utilizando la documentación española que les corresponde por el territorio donde nacieron y del que ahora reniegan. Esa documentación les permite viajar por los cuatro puntos cardinales difamando a España, su verdadera patria. Torra y sus mercenarios acaban de batir el récord de gamberrismo en Washington frente a la entereza del embajador Morenés, mientras Josep Borrell hace mutis por la alfombra roja (LV, 28/6).
Ni siquiera el veterano componedor Fernando Ónega puede reprimir su asombro ante la desfachatez de Torra ("Romper con la Corona", LV, 23/6):
El representante del Estado en Catalunya rompe con el jefe del mismo Estado. Nunca se había llegado a esa situación.
Invasores extranjeros
Los okupantes de cuatro provincias del territorio de España se transforman en invasores extranjerosal renegar de su nacionalidad, al ponerse de espaldas a las leyes y al desconocer a las autoridades legítimas del Reino. Incluso se jactan en el Congreso de haber dado un golpe que les allana el camino hacia la secesión mediante componendas con un Gobierno entreguista (LV, 21/6):
El portavoz de ERC, Joan Tardà, se mostró esperanzado con el cambio de Ejecutivo. "Es posible que estemos ante una gran oportunidad", confió. Pero insistió en que "España no tiene derecho a retener a Catalunya en contra de la mayoría de los ciudadanos (sic), porque si no estaríamos hablando del derecho de conquista.
Lo dicho: un pionero de la conquista de cuatro provincias de España contra la voluntad de la mayoría de sus ciudadanos, vacía su vejiga sobre el Ejecutivo que le despierta esperanzas por su benevolencia con los okupantes.
Y repiten que llueve, los vejados. Lo corrobora Lola García en un artículo acompañado por una foto que muestra a Pedro Sánchez, en postura beatífica, en el palco de los Juegos Mediterráneos de Tarragona, junto al hierático Torra que, condecorado con el lazo amarillo, acaba de participar en una chirigota con los neandertales de la ANC para confirmar la ruptura con la Corona y, por lo tanto, con España ("No hay plan Torra a la vista", LV, 24/6):
Pero el Gobierno de Sánchez ha reaccionado con mucha cautela y grandes dosis de flema. Es una prueba de que el socialista no desea que las expectativas se frustren demasiado pronto por más escenificación y aspavientos que protagonice el president.
Respuestas trapaceras
Si quedara alguna duda, la despejan las respuestas trapaceras con que el claudicante Sánchez escurrió el bulto en la entrevista con El País (24/6). La pregunta no pudo ser más explícita:
¿Cómo va a reaccionar el Gobierno ante la decisión de la Generalitat de Cataluña de romper relaciones con la Casa del Rey?
El ungido por el bloque antiespañol aprovechó la oportunidad para diferenciarse del Gobierno constitucionalista con el que había fingido ser solidario en la defensa de la unidad de España y, de paso, eludió todo compromiso con la legitimidad monárquica. Su respuesta consistió en postrarse, servil, a los pies del okupante que no cesa de regarlo con su incontinencia urinaria:
Los tiempos en que el Gobierno agravaba los problemas con Cataluña acabaron. Tenemos que ir paso a paso, reconstruir la confianza, la lealtad quebrada durante estos años de conflicto entre la Generalitat y el Gobierno de España. Esa es la voluntad que yo voy a manifestar al presidente Torra cuando me reúna con él el próximo 9 de julio. Hay muchísimas cosas que se pueden hacer.
Muchísimas cosas. Lo aclaró la todopoderosa Elsa Artadi en Catalunya Ràdio (20/6):
El president Torra no puede reunirse con Pedro Sánchez para hablar solo de Rodalies. Ha de ir a hablar de la situación, a decirle que hay dos millones de catalanes que desean dejar de ser españoles, que tienen derecho a la autodeterminación.
La argumentación de Artadi está emparentada con la de los inhumanos supremacistas arios, duramente castigados por el Tribunal de Nuremberg que juzgó a los criminales de guerra nazis. Se desprende del razonamiento de Artadi que sus dos millones de correligionarios pertenecen a una raza superior con derecho a imponer su voluntad de desarraigo a los otros 3.550.000 ciudadanos de raza inferior que completan el censo electoral. Más claro, imposible.
Subastador de plurinaciones
"¡Cómo llueve!", rezongará el pelele Sánchez cuando le vuelquen encima este cubo de coacciones fétidas. Ya ha empezado a marchar paso a paso. Se ha cancelado el control sobre las finanzas de la Generalitat con el consiguiente despegue de la malversación, se anuncia la reapertura de los centros de propaganda antiespañola en el exterior, la cultura está en manos de una hispanófoba de la logia Koiné. Si aún no se recomponen los mandos de los Mossos y algunas redes burocráticas es porque las aves carroñeras sectarias todavía se están disputando los despojos más rentables. Los transgresores presos y huidos aguardan la hora de apoderarse nuevamente de las calles para reincidir en el delito.
Es revelador que ni entre las ofertas del entreguista Sánchez ni entre las reivindicaciones de los pedigüeños que quieren dejar de ser españoles (¡y europeos!), figure la preocupación porque "La caída de la inversión extranjera en Catalunya se acentúa en el 2018 - La comunidad recibe el 5,8 % de la captada por España, tras Madrid y el País Vasco". Ni por la fuga de 4.550 empresas a lugares seguros. La verdad del relato es que al subastador de plurinaciones y a los salvapatrias dinamiteros de sociedades les importan un rábano el bienestar y la prosperidad de Cataluña y sus ciudadanos.
Desamparo conmovedor
Y la prueba de que el desamparo de los catalanes fieles a sus deberes cívicos es de tanta magnitud que conmueve incluso a quienes habitualmente evitan los excesos de sentimentalismo, la encontramos en el artículo arriba citado de Fernando Ónega:
Solo les falta [a los independentistas] un detalle: que haya algún tipo de acuerdo con Pedro Sánchez en la reunión del próximo día 9 y así presentar a la Corona como la auténtica enemiga del pueblo catalán.
(…)
El independentismo tiene la fortuna histórica de tener enfrente a un Estado romo, poco creativo y que produce en muchos catalanes que quieren seguir en España una intensa amargura: la Generalitat no los representa y la ausencia del Estado les produce una intensa sensación de soledad.
Hoy el Estado no está ausente sino muy presente comocómplice de la Generalitat que no nos representa. Aunque los gobernantes embaucadores digan que llueve, la realidad hará que el torrente de aguas servidas a las que están aclimatados, con sus detritos de vías unilaterales y guiñoles del 1-O, los lleve al sumidero a ellos y a los renegados que los entronizaron en la Moncloa, y entonces el reino de España volverá a vivir en paz, con las cuatro provincias catalanas rescatadas de la caverna étnica medieval y devueltas a la Europa civilizada del siglo XXI.