No, no me he vuelto xenófobo. Todo lo contrario. Cuando llegué a España en 1976 yo también era extranjero y me apresuré a hacer todos los trámites legales para obtener la nacionalidad española. El día que la obtuvimos, mi esposa y yo, lo celebramos como si hubiéramos nacido de nuevo. Con estos antecedentes, me convertí en un firme defensor de aquellos inmigrantes que ingresan en España con la voluntad de trabajar honestamente y de aportar su experiencia vital al progreso de su país de acogida.
La nueva factoría
Aquellos extranjeros de los que debemos cuidarnos son los que, nacidos en territorio español, reniegan de su origen y, remontándose a mitos arcaicos y a rencores patológicos, pretenden descuartizar este territorio y convertir las regiones españolas donde habitan en repúblikas independientes. O sea que se sienten extranjeros en su patria y se proponen discriminar como extranjeros en la nueva factoría que han creado por la fuerza bruta a aquellos familiares, vecinos, compañeros de trabajo o estudio y otras personas de su entorno que siguen siendo leales a la nacionalidad que figura en su DNI.
Esta extranjerización voluntaria no pasaría de ser una excentricidad como la de los veganos o los hare krishna si no fuera estimulada por una logia subversiva que la idealiza para movilizar a cientos de miles o millones de crédulos. Como sucede en Cataluña y otras comarcas sometidas al adoctrinamiento supremacista a través de las escuelas, los medios de comunicación públicos y las redes sociales.. Ahora sí, inculcando sentimientos racistas y xenófobos. Esta es la verdadera ultraderecha autóctona que castiga con rigor a la mayoría de los catalanes libres de complejos racistas.
Inhabilitados para legislar
Lo peligroso para la salud de la sociedad es que estos extranjeros sobrevenidos continúan disfrutando dentro de España de todos los derechos que la Constitución garantiza a los ciudadanos del Reino, derechos que estos traidores pervierten para ejecutar sus operaciones de desguace institucional.
Hoy los tenemos instalados dentro del Congreso. Un bloque variopinto de enemigos declarados de España que han accedido a sus escaños con el compromiso explícito de desmembrarla. Ningún país civilizado de la época moderna tolera que los bárbaros lo invadan con tanto desparpajo. Si quienes se han confabulado públicamente para violar las leyes vigentes proponen una nueva, podemos tener la certeza de que contiene una bomba de relojería cargada contra el bien común. Estos intrusos deberían estar inhabilitados para legislar.
Sin embargo, sus votos fueron decisivos para aprobar la moción de censura contra el gobierno de Mariano Rajoy y para colar a Pedro Sánchez en la Moncloa. La maniobra puede repetirse. Esta minoría convertida en extranjera tiene una clientela ávida por coger su mercancía tarada. La componen la banda de Unidas Podemos, tentáculo en Europa de las satrapías comunistas de Nicolás Maduro e Ivo Morales y, sobre todo, los trepadores inescrupulosos del PSOE, predispuestos a negociar la capitulación y la condena a la servidumbre de millones de compatriotas, a cambio de una parcela de poder.
El tiro de gracia
El amancebamiento entre los trepadores inescrupulosos y la banda comunista pone en marcha la subasta de votos espurios. Antes de que se consumara el contubernio, Lola García ya pronosticaba ("Entendido el mensaje", LV, 12/11): "Falta situar a ERC y Bildu. Ambos se abstuvieron en la anterior ocasión (…) Durante la campaña los republicanos no han trazado líneas rojas hacia Sánchez". Solo falta que el jefe condenado por sedición y malversación, Oriol Junqueras, dé la voz de orden a sus quince secuaces antiespañoles apoltronados en el Congreso para disparar el tiro de gracia contra la integridad de España. Ironiza Enric Juliana (LV, 12/11): "ERC expresaba ayer una cierta disposición a hablar de investidura y a la vez estaba cortando el tráfico en La Jonquera, siguiendo la convocatoria de la plataforma digital Tsunami Democrátic, no muy distante de las orientaciones de Waterloo".
Toda la extranjería antiespañola está ofreciendo sus onerosos servicios a Sánchez e Iglesias, los candidatos a presidente y vice del Gobierno de la Gran Capitulación: 15 votos de ERC, 8 de JxCat, más 2 de CUP y 2 de EH Bildu para que no falten ingredientes de gamberrismo y sangre. Con los 7 del PNV esperando que caigan los frutos del árbol que otros sacuden.
Si Sánchez aprovecha la intermediación del alcahuete comunista para mendigar los votos de este bloque extranjero antiespañol, que okupa escaños en el Congreso, dará otra prueba -¡una más!- de su felonía.
Los números cantan
Bienvenidos los extranjeros que aportan su trabajo, su cultura y su voluntad de integración y convivencia bajo el imperio de la Ley. Pero cuidado, mucho cuidado, con los españoles que han abjurado de su nacionalidad para convertirse en fuerzas de okupación extranjera en provincias del Reino de España, sometiendo a la mayoría de su población a un inhumano régimen de apartheid. En Cataluña, los supremacistas han cosechado, como siempre, 1.641.000 votos, o sea un 41% de los 4.149.000 emitidos, y un 31% de los 5.348.000 inscritos en el censo electoral. Los números cantan quiénes componen la mayoría de la comunidad catalana que una turba de renegados fanáticos no cesa de tiranizar.
Solo la concertación de un Gobierno de Coalición Constitucional -sin el felón, por supuesto- podría rescatar de la ignominia a la secta política responsable del caos que nos está devorando. ¡Cuánta falta nos haces en este trance, Albert Rivera!