La cacofonía de la minoría supremacista catalana es ensordecedora y está modulada para hipnotizar a las masas regimentadas. "Marea por los presos", tituló La Vanguardia al día siguiente de la Diada, burlándose de la asepsia que exige la deontología periodística. Transformó la información en panfletismo sectario y coronó las fake news con la cifra no contrastada de un millón de asistentes que dio la Guardia Urbana. Cifra que desde entonces sacralizan todos los colaboradores del diario. El País calculó, con rigor topométrico, 380.000.
Presos, exiliados, referéndum, república. Son consignas falaces que encubren la consanguinidad de los supremacistas catalanes con el núcleo duro del entramado nacionalista y populista que está armando la ultraderecha europea con una guinda trumpista.
Pasatiempos para ingenuos
¿Cuál es el objetivo de esta operación? También nos lo cuenta, con más veracidad, La Vanguardia ("La alt-right desembarca en Europa", 5/8):
Steve Bannon, el antiguo estratega de Trump, está convencido de que ha llegado su oportunidad para desembarcar en Bruselas y asaltar las instituciones de la Unión Europea, canalizando unos populismos al alza pero desperdigados y con planteamientos frecuentemente divergentes.
A continuación, el diario reproduce los planes de la alt-right, o derecha alternativa, que Bannon refirió al Daily News el 20 de julio:
Establecer una fundación en Bruselas bajo el nombre de El Movimiento, para alimentar el crecimiento del populismo de extrema derecha a través del continente europeo. "El populismo de derecha llegará. Es el que gobernará –declaró Bannon a esa web informativa–. Vamos a tener Estados-nación individuales con sus propias identidades, sus propias fronteras".
Este es el común denominador que asocia los planes balcanizadores de Bannon con las tramoyas supremacistas de Puigdemont y su corte de los milagros. Movilizar hormigueros humanos y plantar lazos amarillos no son más que pasatiempos ideados para entretener a los ingenuos abducidos, mientras los cabecillas del golpe ponen en práctica su hoja de ruta atrabiliaria, que consiste en lucrarse a costa de la masa aborregada y en plantar la valla de la frontera entre hermanos.
Escandalizando a los falsarios
Estados-nación individuales, identidades endogámicas y fronteras artificiales son los signos distintivos de El Movimiento de Bannon, y de sus ramificaciones suecas, húngaras, polacas y también catalanas, amputadas de la Comunidad Europea. Lo constata Lluís Foix("Aislados de Europa", LV, 19/8):
Desde que Artur Mas abrazó la causa independentista (…) la presencia institucional europea e internacional en Catalunya y Barcelona ha sido prácticamente inexistente. Ningún presidente o primer ministro de un país de la Unión nos ha visitado y tampoco Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra se han entrevistado con dirigentes institucionales europeos. Llevamos así más de seis años.
O como dijo con valleinclanesca causticidad el entonces ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, escandalizando a los falsarios: "Una Cataluña independiente vagaría por el espacio exterior".
Una repúblika mostrenca fuera de Europa y, sobre todo, contra Europa. Lo confirma nada menos que el gurú Enric Juliana, que no da puntada sin hilo ("Vox asoma por la esquina", LV, 23/9):
Bannon siente interés por el independentismo catalán, en la medida en que podría ayudarle a poner en jaque a la Unión Europea. En estos momentos busca interlocutores en Catalunya.
El poder de la calle
En medio de este aquelarre, los lazos amarillos, que algún listillo diseñó como engañabobos para reclutar almas cándidas, podrían simbolizar el nexo ideológico entre todos los socios de este club totalitario. Porque su mensaje es el del alzamiento contra la Justicia. Los lazos amarillos encarnan la voluntad de estrangular el Poder Judicial del Reino de España. El Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo, los fiscales, los jueces, están todos en el punto de mira de los secesionistas catalanes, que se han conjurado para sustituirlos por el poder de la calle. Emulando a sus compadres suecos, húngaros, polacos y trumpistas. Escribe Lluís Uría ("Yo, el pueblo", LV, 15/9):
Como Mussolini en los años treinta, los nuevos populistas apelan al pueblo en su oposición a los poderes establecidos. Y atacan a todos los contrapesos democráticos que puedan obstaculizar sus objetivos con el fin de deslegitimarlos. Lo hace Matteo Salvini en Italia, Jaroslav Kaczynski en Polonia, Viktor Orbán en Hungría, Donald Trump en Estados Unidos. Y otros muchos aspiran a hacerlo en toda Europa. La ultima, los Demócratas de Suecia (SD)–equívoco nombre para un partido de origen neonazi–, que obtuvieron el 17,6 % de los votos el domingo pasado.
La bestia negra
Aunque Uría no menciona en ningún momento el supremacismo catalán, es obvio su parentesco con los herederos de Mussolini que utilizan a las multitudes desnortadas como ariete contra las instituciones democráticas. La hispanófoba Pilar Rahola, en cambio, exhibe sin pudor su afinidad emocional con la xenofobia militante de la ultraderecha sueca. Basta leer "españoles" donde ella escribe "inmigrantes" y "musulmanes" a lo largo de sus tres artículos "Suecia, el síntoma" (LV, 13/9 y siguientes), para detectar entre líneas una justificación de la paranoia, madre del odio fratricida:
Los suecos no se han vuelto xenófobos de repente. Han expresado un miedo colectivo, que no es lo mismo.
El miedo al Otro y el odio al Otro componen el menjunje venenoso que los invasores de las cuatro provincias catalanas del Reino de España hacen ingerir a la población en dosis masivas. Aparentemente dos millones de ciudadanos muestran síntomas de haber sufrido los efectos de la pócima, en tanto que los otros tres millones quinientos cincuenta mil que figuran en el censo electoral se han salvado. Y aquí es donde interviene la justicia para sancionar a los envenenadores y evitar la reiteración de la conducta delictiva. Por eso la Justicia se ha convertido en la bestia negra de todo el aparato conspirativo.
Las palabras del héroe
El fenómeno de la beligerancia contra la Justicia se ha propagado por todos los países conquistados o codiciados por las minorías totalitarias. En razón de lo cual las palabras del héroe de la resistencia anticomunista polaca, Lech Walesa, valen para España y su porción catalana, donde los amotinados perpetraron y siguen perpetrando una sucesión de golpes contra la legalidad. He aquí un líder insobornable del que no podrán apropiarse los desfachatados supremacistas como intentan hacerlo con los difuntos Martin Luther King y Nelson Mandela. El corresponsal Maciej Stasinski reproduce la convocatoria patriótica de Walesa, aplicable al pie de la letra al desquicio catalán ("Walesa crea un comité cívico para sacar a los nacionalistas del poder", LV, 4/9):
Dañar Polonia como lo están haciendo, destruir Polonia como la están destruyendo, impedir que siga prosperando como lo están impidiendo, eso solo pueden hacerlo los imbéciles o los traidores. En cualquier caso tenemos que apartarlos del poder. (…) Se está decidiendo la suerte del Tribunal Supremo, del poder judicial entero y de la democracia en Polonia. En su afán por imponer su dictadura, Ley y Justicia no se detendrá ante nadie.
Es significativo que en Polonia el partido que encabeza la ofensiva contra la Ley y la Justicia se llame precisamente Ley y Justicia. ¿Pero acaso en Cataluña los partidos enemigos de la democracia y de las virtudes republicanas (que comparten los monárquicos constitucionalistas) no prostituyen estos valores llamándose demócratas y republicanos?
Atracción fatal
Los fascistas italianos se sumaron a la Diada, como había pronosticado Enric Juliana ("Atracción fatal", LV, 9/9). El contubernio nacionalista populista de Cataluña actúa sin freno gracias al entreguismo del Dr. Sánchez y sus acólitos. Solo falta que obedezca a esa atracción fatal y se incorpore públicamente a El Movimiento que aglutinará a la ultraderecha europea con la guinda trumpista.
Urge que los epígonos catalanes de Walesa cierren filas en torno de la Justicia amenazada, para desalojar a los invasores republikanos del territorio que todavía usurpan impunemente.