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Eduardo Goligorsky

La humillación de las masas

Donde él pisa no vuelve a crecer la hierba. Émulo de Atila, Artur Mas no deja títere con cabeza a su paso.

Donde él pisa no vuelve a crecer la hierba. Émulo de Atila, Artur Mas no deja títere con cabeza a su paso.
EFE

Donde él pisa no vuelve a crecer la hierba. Émulo de Atila, Artur Mas no deja títere con cabeza a su paso: consigue que su partido nacionalista de derecha se diluya en el magma secesionista y baje de 60 diputados en 2010 a 50 en 2012 y 29 en 2015, con sus 15 sedes embargadas; ahuyenta asimismo a su socio democristiano de toda la vida, que se fractura y se convierte en extraparlamentario; logra que del PSC se evada un puñado de tránsfugas y, lo que es mucho más imperdonable, provoca la división de la sociedad catalana, de las instituciones civiles, de los círculos de empresarios y profesionales e incluso de la Iglesia católica local. Ahora es posible que él y sus cofrades, movidos por la ambición desmedida de poder, hagan implosionar el pequeño partido que se jactaba de ser el garante de la pureza revolucionaria y la vanguardia de la insurrección anticapitalista, la CUP, y lo incorporen a su ya de por sí impresentable contubernio. Ni siquiera quedará intacto ese islote de extravagancia nihilista.

Sórdidos pasteleos postelectorales

Mientras tanto, las masas que se encolumnaron disciplinadamente tras el banderín de enganche de la independencia, con camisetas identificatorias, vaivenes regimentados y estribillos precocinados, descubren atónitas que las engañaron al hacerles creer que congregaban mayorías ciudadanas y que eran protagonistas de una epopeya histórica. Los sórdidos pasteleos postelectorales les demuestran que la suya no era la orteguiana rebelión de las masas sino que eran víctimas del fenómeno inverso, la humillación de las masas, manoseadas por una comandita de demagogos que las utilizaban para crear un feudo hermético donde podrían lucrar con el monopolio del poder. Demagogos a los que sí se aplica la invectiva que José Ortega y Gasset estampó en el prefacio a la edición francesa de La rebelión de las masas:

Es, en efecto, muy difícil salvar una civilización cuando le ha llegado la hora de caer bajo el poder de los demagogos. Los demagogos han sido los grandes estranguladores de civilizaciones. La griega y la romana sucumbieron a manos de esta fauna repugnante que hacía exclamar a Macaulay:"En todos los siglos, los ejemplos más viles de la naturaleza humana se han encontrado entre los demagogos".

Las masas humilladas se enteran de que son moneda de cambio en las tratativas ultrasecretas entre dos o más corrientes de ideologías e intereses antagónicos. Nadie les concede a los ciudadanos el derecho a decidir el resultado de los conciliábulos. La panfletista Pilar Rahola lo previó el mismo día de las elecciones (LV, 27/9):

La diferencia entre que la CUP sea decisoria o no lo sea, para aplicar la hoja de ruta, es abismal.

Y al conocer los que calificó de "vitriólicos resultados electorales" pidió finezza, un eufemismo para designar la omertá mafiosa (LV, 3/10):

Deberíamos conjurarnos todos para aplacar con silencio lo que el ruido no va a resolver. Que empiecen las negociaciones y callen los micrófonos, y que sea la inteligencia política, y no el vocerío mediático, quien deshaga el ruido. (…) Quizás sería hora de que hubiera menos declaración pomposa y más trabajo en la sombra.

Intríngulis peliagudo

La mayoría de los observadores, incluidos los que durante la campaña habían coqueteado con los secesionistas, confesaron que estaban perplejos ante este intríngulis peliagudo. El director del somatén mediático, Marius Carol, alertó (LV, 3/10):

Algunas voces del mundo soberanista proponen, a cambio de no discutir a Mas, asumir una parte del programa de esta formación [CUP]. Pero las gentes de orden de Junts pel Sí no deben de haberse entretenido en leer el programa de la formación anticapitalista. La CUP incluye en sus páginas no pagar la deuda, salir de la UE, romper con el euro, desobedecer a la troika, salir de la OTAN… y al mismo tiempo contemplar jornadas laborales de 30 horas, nacionalizar servicios públicos y convertir en públicas las escuelas concertadas.

La directora adjunta del mismo diario, María Dolores García, se sobresaltó y tituló "La izquierda radical toma el poder" (LV, 4/10), para explicar a continuación:

Producir más dosis de generosidad para incorporar a una fuerza genéticamente díscola con las instituciones como es la CUP es más de lo que seguramente el partido de Artur Mas puede soportar. Entregar la cabeza del presidente a la última fuerza política del Parlament sería una temeridad y un suicidio. Pero la perspectiva de vender a la CUP parte de su alma ideológica para salvar al líder tampoco es una cuestión menor. (…) ¿Qué hace CDC en la Internacional Liberal si asume parte de los postulados programáticos de la CUP?

En las páginas siguientes, la detallada enumeración de las insensateces que se cuecen dentro de las corrientes internas de "La escoba contra el sistema-CUP" pone los pelos de punta al lector más templado. A lo que se suma el hecho de que en la asamblea que la CUP celebró el 8 de septiembre el representante de Junts pel Sí, Raül Romeva, fue recibido con gritos de "¡Presidente!", visto lo cual Fernando Ónega ironizó, con suspicacia (LV, 10/10):

La CUP es sólida y de convicciones firmes. Si se es anticapitalista se es para siempre. Lo prodigioso es que Raül Romeva declare al día siguiente, y no a título personal sino como cabeza de lista de Junts pel Sí: "Estoy de acuerdo prácticamente con todo lo que planteó la CUP". Ya lo pueden volver a aclamar como president, detalle hecho para tranquilizar a Mas. (…) Con 10 escaños, repito, pero le sacan el jugo como si fueran ciento. O ciento y la madre, que dirían en mi pueblo. Y la madre puede ser Romeva.

Purgas de burgueses

La sombra del veterano comunista Romeva -discípulo de los estrategas estalinistas expertos en purgar burgueses dentro de los frentes populares- es alargada y cubre prácticamente todo lo que plantea la CUP. Ésta lo aplaude y simultáneamente reniega de su aserto categórico de que la declaración unilateral de independencia era inviable porque el Sí había quedado en minoría de votos. Ahora propone iniciar la ruptura desobedeciendo al Constitucional. Pero deja en suspenso la elección de presidente.

Cataluña sigue acéfala y el indeseable Mas se pone nervioso. Exhibiendo la "prepotencia chulesca" que atribuye al Gobierno de España (LV, 11/10) intima a la CUP para que lo vote de una vez por todas. Le recuerda que sólo ha tenido 300.000 votos contra 1.600.000 de Junts pel Sí y hace malabarismos para ocultar que en total sólo suman el 47,8 % de los sufragios emitidos y el 35 % del censo electoral. Y hablando de minorías, Mas olvida que él fue desplazado al cuarto puesto de la lista y que su partido, CDC, tiene menos de la mitad de los escaños del contubernio Junts pel Sí.

El plumilla Jordi Graupera alimenta la confusión restando del porcentaje del no los sufragios de Sí que es Pot, para los que inventa la categoría de "agnósticos" (LV, 3/10). Mal anda la iglesia secesionista si necesita utilizar como engañabobos ese colectivo que no le pertenece.

Clanes enfrentados

Lliuís Foix puso los puntos sobre las íes en "Diez días después de la votación" (LV, 7/10):

El hecho es que diez días después del 27-S vivimos un proceso de interinidad que depende de diez diputados que no saben qué pintamos en Europa, que creen que hay que dar unas cuantas zurras a los bancos y que el sistema capitalista es maldito y perjudicial para todos. (…) Se advierte que Artur Mas y sus colaboradores más próximos construyeron una candidatura que sólo contemplaba la independencia, sin concreciones sobre aspectos fundamentales para la gobernabilidad del país. Y se hizo a la greña con España y sin contar con Europa. El problema no es la independencia, sino si una mayoría de catalanes están en condiciones de soportar los costes y las cargas del periodo de transición que no sabemos si será cosa de dos años o más.

Presionada por el establishment catalán, del que fue órgano periodístico con dignidad y equidistancia hasta que el conde Godó la puso en manos del comisario pujolista José Antich, La Vanguardia denuncia en su editorial "El tiempo político, detenido" (13/10):

Cada día hay más ciudadanos que se preguntan hasta cuándo seguirá Junts pel Sí dedicando a la búsqueda de pactos contra natura con la CUP un tiempo y unos esfuerzos que deberían destinarse al buen gobierno.

El espectáculo que brindan los clanes enfrentados en la lucha por el poder supera los límites de aquella advertencia contra el ridículo que formuló el sabio presidente Tarradellas. Ha llegado la hora de que los ciudadanos que se mantuvieron fieles a los valores de la sociedad abierta e ilustrada ayuden a restaurar los vínculos de convivencia y solidaridad con aquellos compatriotas suyos que fueron víctimas de los abusos perpetrados por los demagogos contra las masas humilladas.

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