Ya utilicé en otro artículo el símil entre el carterista que grita "¡Al ladrón, al ladrón!" para distraer al público mientras corre huyendo de su víctima, con la táctica del prófugo Carles Puigdemont que clama contra la justicia española, acusándola de fascista, mientras él salta de un zulo palaciego a otro, dictándole a su testaferro Quim Torra las instrucciones precisas para convertir cuatro provincias españolas en un feudo totalitario. Ahora es el testaferro quien nos endilga su propia versión de la misma treta cuando denuncia la amenaza fascista que, según él, se cierne sobre la democracia catalana (El Periódico y La Vanguardia, 4/8). "¡Al fascista, al fascista!", vocifera el fascista de tomo y lomo, mientras pone en práctica su ideología tóxica en la repúblika mostrenca donde lo ha conchabado el dedazo del prófugo Puigdemont.
La naturaleza del monstruo
Ya es superfluo exhumar los mensajes racistas y xenófobos que Torra vomitó en libros, artículos y tuiteos, porque todos están recogidos en las hemerotecas y en las redes sociales, desde la equiparación de los españoles con bestias hasta la atribución de valores ejemplares a los pistoleros fascistas de los años 1930. Con semejante currículum, no es necesario profundizar en los mecanismos psicológicos del sujeto para diagnosticarle una personalidad despótica y agresiva, impregnada de odio. Diagnóstico que la realidad cotidiana confirma a quienes vivimos bajo su férula. Cuando Quim Torra habla de fascismo se le puede replicar que nadie conoce mejor que él la naturaleza del monstruo porque este es el que gobierna su vida política y social.
El fundador del fascismo, Benito Mussolini, el Duce, huyó de Roma ante el avance de las tropas aliadas, se instaló en la población de Saló, destituyó por decreto al rey Victor Manuel III y fundó la República Social Italiana, una pocilga degenerada que Pier Paolo Pasolini retrató en la película Saló o los 120 días de Sodoma. Carles Puigdemont huyó de Barcelona ante el avance de los tribunales de justicia y utiliza sin pudor su DNI español para pasear por Europa ventilando sin éxito otra caricatura de repúblika. Y obedeciendo la voz del amo, el Don Nadie que practica el postureo en los trasteros de la Generalitat tiene la desfachatez de regurgitar que "Felipe VI ya no es el rey de los catalanes". Desplante típico de la chusma fascista que necesita reforzar su ego agraviando a quienes están años luz por encima de ella en la escala ética, social, económica y cultural.
El yugo de la repúblika
Una de las características del régimen fascista es la concentración del poder. Con un Líder Supremo y un Partido Único que no toleran rivales. Hitler se libró del socio Ernst Röhm y de su cuerpo paramilitar SA organizando la matanza de "La Noche de los Cuchillos Largos". Franco no movió un dedo para salvar de la muerte al carismático José Antonio y convirtió la Falange en un apéndice maleable del Movimiento Nacional. Y Mussolini mandó fusilar a su yerno, el conde Galeazzo Ciano, apenas este dio muestras de individualismo.
El prófugo Carles Puigdemont carece de poder para comportarse como un señor de horca y cuchillo, pero hasta donde llega su capacidad de mando no deja títere con cabeza entre los insubordinados de su propio bando. Ahí está el escarmiento del penitente Oriol Junqueras, cogido in fraganti porque su compinche no le comunicó con antelación sus planes y lo dejó en la estacada mientras él huía al paraíso belga. Si se los compara con el traicionado y preso Junqueras, los otros muchos purgados por el caudillo y sus secuaces de CUP, ANC y CDR, como Artur Mas, Santi Vila y Marta Pascal, pueden sentirse afortunados por no vivir, todavía, bajo el yugo de la repúblika prometida.
Mimetismo elocuente
Y el Partido Único. El fascismo tiene una rara habilidad innata para jugar con los nombres y las siglas. Un decreto bastó para comprimir la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista en un escueto Movimiento Nacional. El nacionalismo catalán barajó todas las letras del alfabeto para designar sucesivos partidos con matices ortodoxos, heterodoxos, democristianos, socializantes y simplemente recaudadores del 3 %, pero el tránsito al fascismo exige la adopción de un sello que, de acuerdo con el canon populista, aglutine al tótum revolútum subversivo contra el sistema democrático. El movimiento que aquí se está incubando en el huevo de la serpiente se llamará Crida Nacional per la República, y se inaugurará en la Diada del 11 de septiembre con una marcha "sonora" sobre Barcelona calcada, como las anteriores, de la que los partidarios de Mussolini practicaron sobre Roma. Después, según El Confidencial (8/8), estallará el ataque paralizante de los bárbaros contra la población civil.
El mimetismo es elocuente aunque cambien los colores. La Milizia Volontaria per la Siccureza Nazionale, con sus camisas negras, era el brazo armado del movimiento fascista italiano, compuesto por activistas fanáticos y por elementos lumpen enamorados del saqueo y la violencia. Con el visto bueno de las que deberían haber sido las fuerzas del orden, los también llamados squadristi sembraban el terror entre opositores, estudiantes y sindicalistas. Empezaron blandiendo porras y suministrando dosis punitivas de aceite de ricino y terminaron asesinando.
Abanderados del caos
Bajo la presidencia de Lluís Companys, Cataluña fue escenario de los desmanes xenófobos y antiespañoles de los milicianos escamots, gemelos de los camisas negras italianos, aunque sus uniformes eran verdes. Y ahora, esa semilla fascista, que Quim Torra ha cultivado con esmero en sus mensajes, germina en las fuerzas de choque del secesionismo. Son rufianes que ponen tanto empeño en alzarse contra las autoridades constitucionales como en desarrollar una ofensiva sin cuartel contra la sociedad civil catalana. Intimidan a los padres que piden enseñanza bilingüe para sus hijos, escrachan jueces, acosan a estudiantes defensores de la libertad de pensamiento, insultan a políticos insobornables, invaden espacios públicos con símbolos subversivos, bloquean vías de comunicación, idolatran la estelada en las iglesias, destruyen mobiliario urbano, ahuyentan turistas, boicotean a emprendedores, okupan instituciones, propalan amenazas a diestro y siniestro, denigran a las Fuerzas de Seguridad del Estado y usurpan y pervierten las funciones del poder legislativo. Son, en síntesis, los abanderados del caos. Y portadores del virus fascista.
Los alegatos de Carles Puigdemont y de su testaferro Quim Torra contra el fascismo no contemplan ninguna de las transgresiones arriba enumeradas. Todo lo contrario. Se jactan de ser solidarios con los delincuentes y de contar con estos malhechores para perpetrar sus atentados contra las leyes del Reino de España. Confrontado con el hecho cierto de que los energúmenos de los Comités de Defensa de la República también pintarrajean insultos en las sedes de ERC y PDECat por considerarlos traidores a la línea dura, Quim Torra se limita a rogarles fraternalmente que confíen en la disciplina del rebaño (LV, 5/8):
Los CDR tienen una política de acción… Respeto su libertad de expresión, pero pido un punto de confianza y de respeto también por los partidos independentistas. No nos hemos desviado del mandato republicano que tenemos (…) Tengo a la familia en los CDR.
Es una blasfemia
Lluís Foix desenmascara sin rodeos al embaucador ("Saben que mienten", LV, 8/8):
El president Quim Torra actúa siguiendo la retórica del independentismo que se basa en realidades que no son ciertas. Habla en nombre de Catalunya cuando no tiene ni siquiera una mayoría exigua para hacerlo. Insiste en la unilateralidad que es imposible y mantiene la ficción de ser un presidente vicario de Carles Puigdemont. Actúa como un jefe de Estado cuando es un presidente autonómico. No es democrático que los catalanes tengamos que seguirlo en sus obsesiones que ni siquiera son compartidas por el espectro independentista.
Es una blasfemia que fascistas recalcitrantes utilicen su ideología patibularia como arma arrojadiza, y acusen a los demócratas consecuentes de comportarse con la misma falta de escrúpulos y de racionalidad con que se comportan ellos. Al fascista lo que es del fascista y al demócrata lo que es del demócrata. Y para evitar el contagio de la peste fascista tenemos una vacuna que se llama artículo 155 de la Constitución.