El contenido de las actas etarras de las negociaciones entre la organización terrorista vasca y el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero es sobrecogedor, pues vendría a confirmar lo que se ha denunciado tantas veces desde esta Casa: que Zapatero fue un consumado traidor a la Nación.
La documentación etarra, hallada en su día por la Policía francesa y remitida posteriormente a la Audiencia Nacional, recoge todo un catálogo de concesiones que Zapatero habría ofrecido a la organización terrorista responsable de la muerte de más de 800 españoles. Dichas actas, cuya publicación ha demandado Libertad Digital insistentemente, dan cuenta de ofrecimientos concretos como la derogación de la Doctrina Parot, la legalización de la izquierda proetarra y la excarcelación del despiadado José Ignacio de Juana Chaos.
Los socialistas aducirán que se trata de documentación de parte, elaborada por una banda terrorista y, por lo tanto, carente de credibilidad. El gran problema que tendrán para negarle trascendencia es el devenir de los acontecimientos posteriores. Y es que resulta que buena parte de las peticiones etarras consignadas en esas actas de 2007 acabaron, tarde o temprano, materializándose. Así, el Gobierno se sirvió del magistrado Luis López Guerra para desactivar la Doctrina Parot en Estrasburgo, lo que se utilizó para una suelta masiva de presos etarras. Y previamente se había legalizado al brazo político de la banda y puesto en libertad al infame De Juana Chaos, tal y como Zapatero habría prometido a los criminales a través del infausto Jesús Eguiguren.
Zapatero habría incluso alertado a ETA, por medio de un mediador, de una importante operación antiterrorista de las fuerzas de seguridad francesas en 2005.
El escándalo es monumental. Urge que la Fiscalía abra las diligencias oportunas para dilucidar la responsabilidad de Zapatero en los hechos que se describen en esas actas. Es de todo punto imprescindible averiguar si España ha tenido un presidente del Gobierno que, estando en el ejercicio de sus funciones, traicionó a la Nación de la más vil de las maneras: colaborando decisivamente con la peor organización terrorista que haya operado jamás en su territorio.