El embajador del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en Venezuela, Raúl Morodo, es un oscuro personaje sobre el que pesan graves acusaciones de corrupción por sus negocios con el criminal régimen chavista.
Según ha desvelado el diario El Mundo, Morodo hizo numerosas transferencias a individuos cercanos a Hugo Chávez desde cuentas opacas radicadas en Suiza y las Islas Vírgenes. Estas operaciones tuvieron lugar justo después de que miembros de la familia del hombre de confianza de Zapatero recibieran 35 millones de euros por unas labores de asesoría que la Fiscalía Anticorrupción y la Agencia Tributaria consideran ficticias. En consecuencia, la Audiencia Nacional mantiene abierta una causa contra los miembros del clan Morodo en la que se les acusa de haber cometido falsedad documental, corrupción en las transacciones internacionales, blanqueo de capitales y delitos contra la Hacienda pública.
No estamos ante un caso más de corrupción, sino ante un escándalo internacional que pone en el foco las relaciones del entorno de Zapatero con el chavismo, al que el nefasto expresidente sirve de grotesco correveidile en los foros internacionales. Pues bien, el hilo de la madeja que la Justicia ha comenzado a desenredar al investigar los manejos financieros del clan Morodo puede resultar en una explicación definitiva del servilismo de Zapatero y su banda ante un régimen que mata de hambre a sus súbditos y asesina a los opositores.
El predecesor y referente de Pedro Sánchez se ha convertido en una suerte de conseguidor volante al servicio de las peores causas. Su defensa del criminal Maduro en la escena internacional es una vergüenza para todos los españoles amantes de la libertad y la democracia. La Audiencia Nacional tiene ahora la tarea de desentrañar este oscuro asunto de corrupción, a fin de que se sepa el destino de esa fortuna pagada por los asesinos chavistas al entorno de Zapatero. En este tema hay que ir hasta el final. Caiga quien caiga en el partido de Zapatero, Sánchez y Ávalos.