Tras la efectista –y probablemente efectiva desde el punto de vista de la propaganda– presentación del Gobierno de Pedro Sánchez, los ministros han tomado ya posesión de sus carteras y llega la hora de la verdad.
Dure más o menos tiempo, logre aprobar muchas o pocas leyes, este Gobierno será examinado principalmente por su respuesta a una cuestión: el desafío separatista que ha estallado en Cataluña y muestra una más que preocupante evolución en otras comunidades.
En este sentido, la composición de su Ejecutivo no ha permitido extraer conclusiones de ningún tipo: la positiva presencia de un Josep Borrell que en los últimos tiempos se ha significado claramente en contra del golpismo se ve contrarrestada por la de una ministra de Justicia como Dolores Valero, cuya trayectoria y entorno resultan muy poco tranquilizadores en un asunto que está judicializado, y tor una Meritxell Batet a la que nunca se ha visto en primera línea en la batalla por España y que puede tener, desde su Ministerio de Política Territorial, un papel esencial en la cuestión catalana.
También resultan en extremo preocupantes tanto la debilidad parlamentaria del PSOE como su llegada al poder, no se sabe aún en virtud de qué pactos y acuerdos, apoyado por partidos cuyo único fin declarado es la ruptura de España.
Cataluña no sólo es el asunto más importante que tendrá que abordar Sánchez, es también el único en el que no le será posible contemporizar, jugar con el calendario o llegar a soluciones intermedias entre la legalidad y el crimen: o gana la Nación o gana el golpe, no hay más.
Habrá que ver si este Consejo de Ministros que ha reunido Pedro Sánchez es de verdad un Gobierno capaz de afrontar los enormes retos que tiene por delante o si, por el contrario, lo que se ha producido un mero cambio de nombres y caras y todo sigue ominosamente igual.
Solo cabe esperar que Sánchez y su equipo sean conscientes de que en esta cuestión no caben dilaciones y medias tintas y la aborden con la energía que otros no han tenido. Puede que lo hagan por patriotismo, pero si no es así, al menos que lo hagan por interés egoísta, ya que su futuro político está irremediablemente unido al futuro de España.