La lucha de los ucranianos por la libertad está conmoviendo al mundo y provocando un sentimiento de solidaridad y unidad europeas como no se veía desde el memorable otoño de 1989, en que los súbditos de los regímenes comunistas del Pacto de Varsovia se sacudieron el yugo del socialismo real y echaron literalmente abajo el Muro de Berlín.
Fueron los ucranianos los que, con el referéndum de independencia que celebraron el 1 de diciembre de 1991 (y en el que votaron por el sí de manera abrumadora, también en el Dombás y en la única zona de mayoría rusa: Crimea), pusieron el primer clavo en el ataúd de la monstruosa URSS y de su Imperio del Mal, como lo motejó aquel extraordinario freedom fighter que fue Ronald Reagan, uno de los principales artífices de su desaparición.
Vladímir Putin, el liberticida que ha afirmado en reiteradas ocasiones que la desaparición de la URSS fue "la mayor tragedia geopolítica del s. XX", jamás se lo perdonará, como de hecho no les perdona su empeño en demostrar a los otros herederos del Rus de Kiev (rusos y bielorrusos) que no están condenados a vivir sometidos a regímenes tiránicos como los de Alexandr Lukashenko y el propio Putin, nostálgicos ambos, no por casualidad, de los negros tiempos del terror totalitario y el Telón de Acero.
Europa, la Europa engreída e hipócrita incapaz de estar a la altura de la misión que se ha impuesto de difundir y proteger los valores de las sociedades abiertas, debe agradecer la soberbia lección que le está dando el pueblo ucraniano y brindarle total apoyo en su lucha contra la Rusia sovietizada de un Vladímir Putin con ínfulas, retóricas y maneras de Iósif Stalin. También ella se juega su existencia. ¿Por fin lo ha comprendido?
Verdaderamente, no se trata de hacerles un favor sino de darles las gracias. En Libertad Digital vamos a hacerlo modificando nuestra cabecera en su honor. Viva Ucrania Libre, viva la Libertad.