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EDITORIAL

Una farsa para lavar la historia de ETA

Contra la construcción de un relato imaginario para blanquear a los terroristas hay que oponer la vida truncada de los más de 800 asesinados por ETA

Los terroristas han escenificado un simulacro de entrega de armas, con el que pretenden zanjar más de tres décadas de actividad criminal. Como habían anunciado, ayer comunicaron a la policía francesa la localización de varios depósitos de explosivos y armamento, cuyo contenido dista mucho de suponer el desarme total de la organización. La estrategia propagandística de la banda terrorista se completó con la organización de un acto en Bayona, en el que los mediadores de este proceso tramposo y la izquierda proetarra tuvieron el principal protagonismo.

Unos y otros trataron de imponer el mensaje de que se trata de un desarme total, realizado voluntariamente por la organización terrorista, con el que quedarían saldadas todas las responsabilidades de la banda asesina. A partir de ahora solo quedaría por resolver la situación de los presos de ETA y sus familiares, las únicas víctimas reales de todo este proceso, cuya reparación ha de atender ahora el Estado con medidas de gracia como el acercamiento de los presos a las cárceles del País Vasco, paso previo para una amnistía.

Sin embargo, la realidad es muy distinta. ETA no ha entregado, ni de lejos, todo el armamento y el material explosivo de que dispone. Según los cálculos de la Policía, probablemente sea menos de un tercio del total en poder de la banda. Pero es que, aunque se hubiera desprendido de todo su arsenal, quedan más de trescientos asesinatos por resolver y castigar, sin lo cual jamás podrá cerrarse el capitulo del terrorismo en España.

Los etarras no están derrotados. Lo estuvieron en el 2000, cuando se ilegalizó a su brazo político y se aprobó la Ley de Partidos que más tarde los socialistas, con Zapatero a la cabeza, traicionaron con total impunidad. Hoy las cosas han cambiado por completo y la escenificación de la farsa de Bayona es un lavado de imagen forzado por las circunstancias para hacer que los etarras y quienes les apoyan sigan liderando la política vasca, a partir de ahora con un falso plus de legitimidad.

Contra la construcción de un relato imaginario para blanquear a los terroristas hay que oponer siempre la vida truncada de los más de 800 asesinados por esta banda criminal y el dolor, este sí muy real, de sus familiares. Por todo ello habrá que seguir muy de cerca las decisiones del Gobierno en materia penitenciaria y el apoyo político con que cuente en esta nueva etapa, en la que los recogedores de nueces, con la ayuda infame de unos petimetres internacionales, pretenden llevar a cabo la cosecha final.

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