Lo primero que hay que decir es que la detención de un terrorista tan despreciable como Josu Ternera siempre es una buena noticia. En este caso lo es, además, por dos razones: en primer lugar por lo obvio, el hecho de que un delincuente está ya a buen recaudo y puede que empiece a pagar, al menos en parte, su descomunal deuda con la sociedad.
Y en segundo porque con esta detención se acaba una situación que lleva años siendo una verdadera ignominia para España, para la democracia y, muy especialmente, para las víctimas del terrorismo que tanto han sufrido la barbarie organizada y ordenada por el propio Ternera, que sin embargo ha pasado más de una década deambulando en completa libertad por el mundo, a pesar de que, como todo el mundo sabe, estaba perfectamente localizado y podría haber sido detenido mucho antes.
Así lo ha recordado Francisco José Alcaraz en declaraciones a Es la Mañana de Federico, en las que no ha dudado en hablar de "un día feliz", pero advirtiendo también que "más pronto que tarde conoceremos los motivos de esta detención ahora, y por qué no hace una año, el anterior, o con los anteriores gobiernos, estando localizado" como, efectivamente, estaba.
Obviamente, el hecho de que esta detención se haya producido en un momento político tan peculiar como el actual, con el Gobierno en funciones y a sólo unos días de otra convocatoria electoral, hace inevitable que se despierten muchas dudas, cuando no suspicacias: ¿hay una intención política en hacerlo ahora y no antes o después? ¿Cómo reaccionarán partidos como Bildu o sus aliados de ERC? ¿Se trata de una operación pactada con el propio Ternera por sus problemas de salud?
Sólo cabe esperar -y desear- que en cualquier caso Ternera pague al menos una parte de su deuda con la sociedad: la de un tipejo responsable último de decenas de asesinatos que debe pasar lo que reste de vida en la cárcel.
Por último, hay que destacar también que la detención del terrorista Ternera es una buena oportunidad para recordar la bajeza moral de aquellos que negociaron con un asesino como él, así como para señalar a los que ahora reaccionarán defendiendo al criminal, que ya estamos viendo que no serán pocos.
En ambos supuestos se encuentra, no por casualidad, el socialista Jesús Eguiguren, que no ha perdido la oportunidad de llamar "héroe" al responsable, entre otros muchos, del asesinato de cuatro niños en la casa-cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza. Unas declaraciones que califican a un Eguiguren sobre el que, al fin y al cabo, tampoco nos quedaban muchas dudas; pero que son también una dramática muestra del estado de degradación moral de un PSOE en el que nadie ha sido capaz de marcar distancias con la degradación moral que supone llamar "héroes" a los asesinos y "hombres de paz" a los terroristas.