No hace mucho y con toda razón, el nefasto ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, describió sus demagógicos Presupuestos de 2018 como "los de los funcionarios y los pensionistas". Ciertamente, las cuentas presentadas por el Gobierno se caracterizan por el irresponsable sostenimiento del sobredimensionado e improductivo sector público y por una electoralista subida de las pensiones que, en realidad, no viene sino a encubrir esa estafa piramidal que constituye el sistema público de reparto.
Basadas en fantásticas previsiones de crecimiento económico y de ingresos fiscales, estas cuentas apuestan por el gasto público como gran reclamo preelectoral y se despreocupan del demencial nivel de endeudamiento que arrastramos. No es de extrañar que hasta la Comisión Europea, en el político y diplomático aval que ha tenido que dar, haya hecho la advertencia de que serán necesarias "medidas adicionales" para cumplir con los objetivos de reducción del déficit y criticado "la falta de compromiso" que destilan estos Presupuestos para con la reforma del sistema de pensiones.
Con todo, no es esto lo peor que se puede decir de estos Presupuestos, que no sólo consagran el privilegiado régimen foral del País Vasco y de Navarra, sino que ofrecen un 32% más de inversión estatal a la comunidad presidida por Íñigo Urkullu, cinco meses después de la mejora más discrecional que se recuerde en el cálculo del Cupo. A esto hay que añadir otra exigencia peneuvista a cambio de su respaldo: el fin de la tan tibia aplicación del artículo 155 de la Constitución en Cataluña.
Así las cosas, que una formación separatista y antiliberal como el PNV respalde estos Presupuestos socialdemócratas que consagran privilegios fiscales y elevan en más de 120 millones de euros la inversión en el País Vasco tiene tanto sentido como el hecho de que el propio PNV acabe de pactar con los proetarras de Bildu un nuevo estatuto soberanista que consagre la "nacionalidad vasca". Lo que no tiene sentido en absoluto es que una formación como Ciudadanos brinde su apoyo a semejante desafuero.
Y es que, dejando al margen el apoyo a estos Presupuestos socialdemócratas por parte de una formación que se define como "liberal", se supone que Ciudadanos iba en serio en su oposición al régimen foral en general y al cupo vasco muy en particular. Que por fin iba a enmendar errores muy graves cometidos durante la primera y la segunda fases del proceso secesionista, como que el Fondo de Liquidez Autonómica socorriera a la golpista Administración regional catalana. Que iba a corregir la demencial demora en la aplicación del artículo 155, temeraria pasividad sólo superada por la disparatada ocurrencia de utilizarlo sólo para convocar nuevas elecciones. No parece que sea la mejor forma de hacerlo el brindar su apoyo a estos Presupuestos y apuntalar con ello al Gobierno.
A Ciudadanos tal vez le interese que el PP de Rajoy siga desgastándose en el Gobierno, pero a España lo que le urge es celebrar elecciones generales. Ciudadanos ya está en disposición de ganarlas, y no es lo mismo que Rajoy se apoye en Ciudadanos que el que sea la formación de Albert Rivera la que gobierne con el apoyo de un PP regenerado que haya puesto punto final a la era de Rajoy.
Si no quiere ser visto como su cómplice y heredero, Rivera ha de decidirse de una vez a ser la alternativa a Rajoy.