Lo único positivo que se puede decir de la reunión mantenida este miércoles entre el presidente golpista de la Generalidad de Cataluña, Quim Torra, y el aparentemente más moderado presidente separatista de la comunidad autónoma vasca, Iñigo Urkullu, es que el indisimulado radicalismo maximalista del primero impide, paradójicamente y al menos por ahora, cualquier clase de acuerdo con el felón e indecente gobierno de Pedro Sánchez, cuyo presidente ya ha mostrado, tan pública como impúdicamente, su disposición, con tal de seguir en el poder, a cosas tales como admitir el invento del "carácter plurinacional" de Estado español, a negociar con los golpistas un nuevo "estatuto" soberanista para Cataluña o a sacar adelante unos Presupuestos Generales del Estado con la extrema izquierda podemita y las propias formaciones separatistas de Cataluña y del País Vasco, incluidos los proetarras de Bildu.
Sin querer hacer caso a Urkullu y sin ver la "oportunidad", ciertamente enorme, que para todas las fuerzas nacionalistas implica este obsceno e ilegítimo empecinamiento de Sánchez de aferrarse a la poltrona con los peores resultados de la historia del PSOE, el golpista Torra ha dejado claro al presidente vasco que cualquier propuesta de reforma del Estatuto catalán es una "pantalla pasada" y que él ya sólo persigue la independencia de Iure para Cataluña, por lo que mantiene su negativa a cualquier clase de acuerdo con el PSOE mientras los golpistas del 1-0 sigan en prisión o la Fiscalía no retire todos sus cargos contra ellos.
Así las cosas, y por paradójico que parezca, menos mal que los golpistas catalanes no quieren "bajarse del monte", pues, desgraciadamente, no es poco lo que ha subido el presidente del gobierno con tal de salir a su encuentro y lograr un acuerdo. Recuérdese, en este sentido, que a lo ya ofrecido por el gobierno a los golpistas en materia constitucional, estatutaria y presupuestaria, se suma una retractación pública por parte de los socialistas respecto a su pasada consideración de que Puigdemont y compañía perpetraron un delito de rebelión. Eso, por no hablar de la elocuente y nauseabunda resistencia del Gobierno de Sánchez a renunciar al indulto para evitar la cárcel a todos los golpistas que sean condenados.
Mientras tanto, los nacionalistas siguen disfrutando en Cataluña de su no menos bochornosa "independencia de facto", reactivando sus ilegales "estructuras de Estado" a cargo del contribuyente, internacionalizando el conflicto o permitiendo a sus cachorros cosas tales como pintarrajear de amarillo la casa del juez Llarena en San Cugat.
Lo mismo da que unos agiten el árbol y otros recojan las nueces; que unos separatistas persigan la independencia de forma gradual y disimulada, mientras otros la persigan de forma directa y abiertamente ilegal. Lo decisivo es que en estas formaciones quiere sustentarse un presidente de gobierno tan carente de respaldo electoral como de escrúpulos morales y políticos.