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EDITORIAL

Susana Díaz o la indignidad

El mensaje de fin de año de la presidenta en funciones de Andalucía fue lo que cabía esperar de semejante personaje, que sólo descuella por su tremenda incompetencia y su bochornoso mal perder.

El mensaje de fin de año de la presidenta en funciones de Andalucía fue lo que cabía esperar de semejante personaje, que sólo descuella por su tremenda incompetencia y su bochornoso mal perder.

Los inesperados resultados de las elecciones autonómicas del pasado día 2 llevaron a los líderes de la izquierda local a evacuar declaraciones deplorables, especialmente las dirigidas contra Vox y sus votantes, a quienes han convertido en chivo expiatorio de su muy merecido batacazo electoral. Quizá alguno pensara que el paso de los días iba a hacer de Susana Díaz y compañía (Teresa Rodríguez, el Kichi...) personajes menos indignos, pero este domingo la fracasada presidenta los ha sacado de su error.

Con total desfachatez, la aún líder del PSOE presumió de la bonanza económica que a su perturbado juicio disfruta Andalucía y, ya el colmo, de sus datos de empleo, que son la vergüenza ya no de España sino de Europa. Díaz, sí, se engolfó en un discurso triunfalista muy propio de un socialista andaluz, segurísimo de poder hacer y decir lo que quiera gracias a la gigantesca red clientelar que han tendido sobre la pauperizada región en las últimas décadas. Y aun se preguntará por qué se ha desangrado en las urnas.

La presidenta en funciones pudo aprovechar la ocasión para enmendar sus errores y desmanes tanto de la campaña como de los días que siguieron al histórico pero para ella infausto 2-D y despedirse del poder con elegancia. Pero, como no la tiene ni está a la altura de las responsabilidades que jamás debió asumir por su clamorosa falta de preparación, aprovechó para arremeter contra sus rivales políticos, a los que situó fuera del juego democrático por pretender poner en marcha el programa con el que se presentaron a las elecciones.

Incapaz de dejar de hacer el ridículo, la fracasada Díaz que se disfrazaba de bandera andaluza en sus mítines y paseítos callejeros de campaña culpó de su monumental batacazo no a su incalificable gestión, ni al ominoso legado de su partido, sino al... populismo. Sí, sí, lo hizo: la fracasada Díaz habló del populismo como si le fuera ajeno. Si no fuera indignante, sería hasta cómico.

En fin, la fracasada Díaz pronunció este domingo su último discurso institucional de fin de año, salvo que la voxfobia de Ciudadanos y la falta de energía del PP tengan por consecuencia el desperdicio de una oportunidad impagable de poner fin al aun más corrupto que incompetente régimen socialista en Andalucía. Consecuencia verdaderamente imperdonable que la ciudadanía debería hacerles pagar muy caro.

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