El Gobierno y los partidos separatistas promueven sin disimulo una campaña de demonización de Vox cuyo fin último es la ilegalización del partido de José Antonio Ortega Lara. Todo el aparato mediático al servicio del PSOE, Podemos y los separatistas trata de vincular a Vox con el asesinato del joven gallego Samuel Luiz. La portavoz socialista Adriana Lastra no ha tenido reparo alguno en señalar a Vox como instigador de ese asesinato por su supuesta "homofobia institucional". Ni siquiera se han aclarado las causas del terrible suceso o el origen y motivaciones de sus autores, pero el PSOE y Podemos ya tienen un retrato robot con Vox como culpable. La verdad es lo de menos.
Ocurre lo mismo en el caso de la deleznable caricatura de Ortega Lara en la inmunda revista El Jueves. Todos los medios afectos al Gobierno se han puesto de acuerdo en ocultar tanto la viñeta como el texto alusivos a Ortega Lara para extender la versión de que Vox amenaza al editor de la publicación por caricaturas de Abascal, Espinosa de los Monteros y Macarena Olona.
Esos medios que aluden con grandes aspavientos y golpes de pecho a la libertad de expresión ocultan como en los peores ejemplos de censura la razón primera de la polémica. "El pobre Ortega tiene el cuerpo lleno de quemaduras; no es sano estar cara al sol tras tanto tiempo a oscuras" es la leyenda que aparece debajo de un dibujo que representa tumbado en una hamaca al exfuncionario de prisiones que estuvo secuestrado por la banda terrorista ETA un total de 532 días. Pero eso no aparece en las denuncias mediáticas de la izquierda, que tapan el chiste y tratan de atribuir a Vox un señalamiento del editor a fin y efecto de acumular pruebas falsas para un próximo proceso de ilegalización del partido de Santiago Abascal.
Se escudan en la libertad de expresión para pisotear los derechos, la dignidad y la memoria de una víctima del terrorismo cuya militancia en Vox justifica al parecer cualquier clase de tropelía. Es evidente lo que persiguen cuando denuncian el presunto señalamiento del editor de esa basura. Desde que Vox ha irrumpido en el panorama nacional ha recibido toda clase de golpes, y no en sentido metafórico. A la campaña electoral en Cataluña, cuando era el propio Gobierno autonómico quien señalaba los mítines de Vox y jaleaba los ataques de las hordas separatistas, le sucedió la de Madrid y los graves incidentes en Vallecas, instigados por los matones de Podemos y apoyados por los socialistas.
Al tiempo, Vox viene manteniendo un escrupuloso respeto por la Constitución y la democracia, como no podía ser de otra forma. Así es que acusan de violencia a un partido cuyos dirigentes, militantes, simpatizantes y votantes no han respondido a ninguna de las provocaciones, a ninguno de los ataques y agresiones. Soportan de manera estoica los ataques de la izquierda, la extrema izquierda y los nacionalistas, quienes no tienen reparos en recurrir a los más deleznables métodos para poner en la diana a Vox. El proceso es de manual, la típica maniobra totalitaria que persigue aniquilar al adversario político con una oleada mediática de acusaciones sustentadas en puras y duras mentiras. Se trata de crear un estado de ánimo, un clima, un caldo de cultivo que degenere en un proceso en el que Vox aparezca como inductor y culpable de toda clase de crímenes.
Están en juego la libertad y la democracia. Si triunfa la maquinación contra Vox, España habrá dado un paso más en dirección al abismo totalitario que señalan engendros como la Ley de Seguridad Nacional, los indultos o la inacción del Ejecutivo de Sánchez frente a la cacicada del Gobierno regional catalán de cubrir las fianzas de los líderes golpistas en el Tribunal de Cuentas.