Lo mejor de las disputas internas en los partidos es que en muchas ocasiones sus protagonistas, centrados en apuñalar a su contrincante más cercano, no se percatan de que están poniéndose ellos mismos en evidencia. Es lo que les ha ocurrido a los dirigentes del PP con no pocas de las ridículas filtraciones que han lanzado contra Isabel Díaz Ayuso y, sobre todo, es lo que le ha pasado a Yolanda Díaz este jueves, en su intento de castigar a su enemiga íntima, Irene Montero, a cuenta de las infames manifestaciones del 8 de marzo de 2020.
Y es que Yolanda Díaz ha asegurado ahora, más de 20 meses después, que a mediados de febrero ella y su equipo ya "veíamos lo que iba a pasar" con el virus, e incluso que el 4 de marzo presentó una guía que fue "enormemente polémica en el Gobierno".
Conviene no olvidar que durante estos casi dos años, y ante la catástrofe en vidas y pérdidas económicas que ha supuesto el coronavirus –y hay que recordar que en ambos sentidos España ha sido uno de los países más afectados del mundo–, la justificación del Gobierno ha venido siendo que "no se podía saber" lo que iba a ocurrir ni, mucho menos, el impacto que iba a tener la epidemia. Por esa razón, nos han dicho por activa y por pasiva, no se pudieron tomar medidas preventivas ni, por supuesto, suspender las manifestaciones de aquel 8 de marzo fatídico, en el que tantas mujeres se contagiaron, entre ellas varias compañeras de Yolanda Díaz en el Gobierno.
En su presunción, en su arrogancia y en su ansia de eliminar a las rivales que pueden impedirle hacerse con el control de toda la extrema izquierda, Yolanda Díaz ha desmentido definitivamente la frase mil veces repetida por los miembros del Ejecutivo y destacados representantes de PSOE y Podemos: no sólo se podía saber, sino que se sabía y, a pesar de ello, se dejó que el virus proliferase sólo por la razón más miserable: rentabilizar políticamente las manifestaciones feministas.
Una tajada canallesca que costó miles de vidas y que sin duda también ha contribuido a que el pozo en el que se ha hundido la economía española sea más profundo que el de los demás países avanzados. Un pozo del que, por más que Yolanda Díaz se empeñe en sus mensajes triunfalistas, todavía nos queda mucho para salir.
La ausencia de un nivel intelectual mínimo en la extrema izquierda es tal que la vicepresidenta y ministra de Trabajo se ha convertido en los últimos meses en la gran esperanza roja. Sus declaraciones de este jueves revelan su verdadera catadura política, pero también muestran en toda su crudeza la ineptitud y la ruindad de un Gobierno que, sin ninguna duda, es el peor que podía haber tenido España, especialmente en circunstancias tan dramáticas. Esperemos que, a la luz de estas revelaciones, algún día paguen judicialmente su gestión criminal.