No es la primera vez que Pedro Sánchez da síntomas de desconexión con la pavorosa realidad que sufre España, de la que es tremendamente responsable. Con todo, el idílico balance que ha hecho este martes de su primer año de legislatura entra de lleno en el terreno del delirio narcisista. De ahí que haya asegurado, con total desfachatez, que la actuación de su Gobierno ha sido nada menos que "sobresaliente", cuando España lidera la lista de países más azotados por la crisis sanitaria y económica, al tiempo que padece una crisis nacional, institucional y política inaudita en el resto del mundo occidental.
Sin vergüenza, Sánchez se ha jactado también de la “cohesión” de su Ejecutivo, pese a que los ministros comunistas andan todos los días a la gresca con sus colegas socialistas, y del “grado de cumplimiento” de sus compromisos; además, ha dicho que quiere que la coalición PSOE-Podemos perdure “toda la legislatura”. Como se recordará, la campaña electoral del PSOE pivotó sobre tres ejes fundamentales: no conformar Gobierno con la extrema izquierda podemarra, no depender de los separatistas catalanes y no pactar con los albaceas de la organización terrorista ETA. Sánchez ha traicionado de la manera más rastrera todos esos compromisos tan fundamentales que –la frase fue célebre– hasta le quitaba el sueño imaginarse gobernando con un sujeto como Pablo Iglesias, el niño mimado de los despiadados criminales que detentan el poder en Irán y Venezuela.
Por su deliberada tardanza en reaccionar en un primer momento, por sus draconianas y liberticidas medidas posteriores y, finalmente, por su dejación de responsabilidades para que el desgaste lo sufrieran las comunidades autónomas, el Gobierno social-comunista no ha hecho otra cosa que multiplicar los efectos adversos de la pandemia del coronavirus, que ha causado estragos en una España que encima se ha visto rematada por una nefasta política económica basada en una asfixiante presión fiscal, una regulación injustificada e injustificable y en un brutal incremento de la deuda pública.
Que Sánchez hable de “transparencia” cuando a día de hoy no se conoce el número real de víctimas mortales del coronavirus (¿70.000 y subiendo?) y sólo este martes se han divulgado los nombres del fantasmagórico Comité de Expertos que hace poco el propio Ejecutivo decía que no existía sería de chiste si no fuera un drama sobrecogedor. No menos surrealista es la crisis nacional provocada por el persistente desafío separatista del supremacismo golpista catalán, aliado crucial de un Sánchez traidor a la Nación que ha pasado de prometer una reforma legislativa para endurecer las penas por la celebración de referéndums ilegales a proponer una reforma para rebajar las condenas por sedición, de tal forma que ya ni siquiera necesitaría indultar a sus aliados golpistas del 1-O para que salieran a la calle.
La misma gravedad arroja la crisis institucional derivada del asalto al Poder Judicial por parte de la banda de Sánchez e Iglesias, que además no pierde ocasión para cuestionar la Monarquía parlamentaria y el orden constitucional. Que el felón Sánchez proponga una Ley de Regularización de la Monarquía para modernizar y fortalecer la Corona cuando Iglesias no hace más que bregar para cumplir sus deseos de niño republicano mecido por canciones del criminal FRAP es un escarnio y una infamia que debería provocar la más enérgica condena por parte de la oposición.
Así las cosas, no le falta razón a Santiago Abascal cuando califica al Ejecutivo de Sánchez como “el Gobierno de la mentira”, ni a Pablo Casado cuando denuncia que España sufre “cinco crisis superpuestas”: la sanitaria, la social, la económica, la constitucional y la política.
Ante este panorama, ya podrá Sánchez decir a los españoles que hay que elegir “entre el miedo y la esperanza”, que lo cierto es que el principal propagador del miedo y el principal foco de desesperanza son él y su Gobierno liberticida sostenido por enemigos jurados de la Nación; un Gobierno pésimo que, lejos de ser la solución a nada, es parte determinante de casi todos los problemas que tiene planteados España.