Por si no era bastante humillación que el futuro Gobierno de España quede supeditado a una consulta interna de la formación antiespañola ERC, Pedro Sánchez ha adelantado los tiempos de su chalaneo con el separatismo creando directamente una mesa de negociación con el partido de Oriol Junqueras, condenado por sedición y otros graves delitos como cabecilla del golpe de Estado secesionista.
Las intenciones de Sánchez han quedado perfectamente claras al aceptar no solo esa negociación, sino que el capo negociador de ERC sea Josep Maria Jové, mano derecha de Junqueras en la Consejería de Finanzas de la Generalidad y procesado por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña como uno de los principales cerebros de la consulta ilegal del 1-O. Jové es también el autor de las anotaciones de la famosa agenda en la que se detallaba toda la estrategia del proceso independentista, y cuyo hallazgo por la Guardia Civil permitió sustanciar la acusación contra los promotores del procés liberticida.
Sánchez, sí, negociará con un sedicioso, y para mayor escarnio lo hará en pie de igualdad, humillación sin precedentes de un presidente en funciones a todos los españoles que permitirá al ala más radical del independentismo imponerse en la lucha abierta por el poder en Cataluña.
Por otro lado, esa denigrante mesa de partidos demuestra también que la consulta a los militantes del PSOE fue una farsa orquestada para ocultar la verdadera negociación con ERC, sobre la cual a los socialistas no les ha sido dado opinar. Cada vez resulta más evidente que el acuerdo con lo peor del supremacismo –y los chavistas de Iglesias, actuando de mediadores– es una realidad que solo busca ir cubriendo las etapas necesarias para que los socialistas acepten un escándalo político de tanta gravedad.
Sánchez es un personaje sin el menor escrúpulo, capaz de humillar a España ante una banda de golpistas ante el silencio de unos barones del PSOE dispuestos a convertirse en cómplices de la mayor crisis política de la democracia.