Bien está que Pedro Sánchez haya descubierto -por fin- algo que ha tenido presente desde el primer momento la criminalizada presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso, como es la necesidad de alcanzar un "equilibrio" entre sanidad y economía a la hora de hacer frente al Covid. En este sentido, nada que objetar a la negativa de Sanchez a impulsar nuevas restricciones ni a su disposición a que Sanidad y las CCAA acuerden la reducción de la cuarentena de los positivos en Covid sin síntomas de los diez a los siete días.
Ahora bien. Lo que resulta, sencillamente, bochornoso es el delirante triunfalismo del presidente del gobierno a la hora de hacer balance del año ni que siga sometiendo a cuarentena la libertad de prensa durante sus ruedas de prensa.
Respecto a lo primero, Sánchez ha llevado a cabo tal ejercicio de propaganda y autocomplacencia que se podría pensar que España no tiene ningún problema y que el resultado de su gestión de la crisis es la mejor del mundo en lugar de una de los peores del mundo desarrollado, tal y como señalan todos los datos. En este sentido, nada ofrece mayor contraste respecto a las autocomplacientes palabras del presidente del gobierno que lo que dice el reciente informe de The Economist -probablemente la revista económica más importante y prestigiosa del mundo- y que señala a España como la economía que peor evolución ha registrado durante la pandemia. Así, nuestro país no sólo ocupa el último puesto entre los 23 países analizados, sino que lo hace con mucha diferencia respecto al penúltimo y liderando por la cola tres de los cinco parámetros principales -evolución del PIB, ingresos familiares y el valor de las acciones- mientras que ocupa puestos muy alejados de los de honor respecto a la inversión y el endeudamiento público.
Ante estos datos, ¿qué sentido de la realidad cabe esperar de un presidente de gobierno que llega al delirante extremo de afirmar, sin inmutarse, que "la pandemia no ha sido un freno sino un acelerador de la modernización de España"?
No menos impresentables son las persistentes trabas de este gobierno a la libertad de prensa, tal y como ha dejado de manifiesto Sánchez al no permitir más preguntas que las procedentes de medios afines y gubernamentales como La Sexta, la Cadena SER, TVE, Efe, El Diario o El País.
En este sentido, la mordaza que el gobierno socialcomunista impuso en forma de filtros y de vetos a las preguntas de los periodistas con ocasión del inicio de la pandemia se ha mantenido durante todo el 2021, año en el que -conviene recordar- los jefes de prensa del PSOE, de Podemos y de sus socios separatistas han llegado al extremo de pedir a la presidenta del Congreso que tome medidas contra los periodistas críticos.
Así las cosas, al delirante balance del año hecho por Sánchez sólo le ha faltado el ponerse la medalla por haber ganado el pulso al volcán de La Palma. Eso, y pedir a los periodistas, en lugar de preguntas, aplausos.