El Gobierno social-comunista ha celebrado por tercer año consecutivo el Día de la Constitución. Como en ocasiones anteriores, Pedro Sánchez ha exaltado la obra histórica de los constituyentes y defendido su importancia trascendental para convertir España en una democracia avanzada tras salir de una dictadura. Pero no solo eso. Como es habitual en el personaje, Sánchez ha ido más allá en su prédica constitucionalista al exigir el cumplimiento íntegro de todos los artículos de la Carta Magna.
"De pe a pa", dice Sánchez sin vergüenza que hay que cumplir la Ley Fundamental, en una expresión muy gráfica con la que pretende pasar por un estadista especialmente exigente. Pero Sánchez no es, precisamente, un estadista. Y para qué hablar de sus socios chavistas, que en una muestra grosera de desprecio al presidente del Gobierno aprovecharon la ocasión para redoblar su apuesta por el cuanto peor y exigir el entierro de la Carta Magna.
Los podemitas abogan expresamente por acabar con la Monarquía y fundar una república liberticida en las que los ciudadanos de derechas no sean tales sino súbditos sometidos a una suerte de régimen de dhimmitud. Los demás socios del socialista también participan de la empresa de demolición del orden constitucional a fin de conseguir la secesión de Cataluña y el País Vasco.
Sánchez es el único gobernante del mundo desarrollado que tiene comunistas en el Gobierno y golpistas como socios parlamentarios de referencia. Así que, por más que finja ser su fiel guardián, la Constitución es un papel mojado en sus manos y las de sus socios, que ni siquiera en el aniversario de su proclamación esconden sus intenciones de destruirla.
Sánchez el mentiroso, Sánchez el felón, no es lo que dice ser, un dedicado defensor de la Constitución, sino, en estos momentos, su peor enemigo.