Tras ver este lunes negro cómo Vidal-Quadras decidía darse de baja del PP, cómo Mayor Oreja renunciaba a presentarse por el PP a las elecciones europeas o cómo el presidente de la Comunidad de Madrid decidía abortar su plan de privatización de la gestión de hospitales públicos, a Rajoy no le debería resultar menos sombrío este martes, día en el que se ha sabido que Aznar le va dar plantón en la Convención Nacional del PP y en el que María San Gil ha hecho unas duras y justificadas declaraciones, en las que ha acusado al PP de "consentir" la "pesadilla" que están viviendo las víctimas de ETA.
Claro que si el presidente del Gobierno ha tenido la desfachatez de "no hilar ni juntar" la renuncia de Mayor Oreja con la marcha a otro partido de Vidal-Quadras –a quien ni siquiera ha citado por su nombre–, bien podría también ahora negarse a relacionar la decisión de Aznar de no asistir a la cita más importante que su partido tiene este año con el creciente malestar que, entre los votantes, las bases y no pocos dirigente históricos del mismo, está causando su acción de gobierno.
Los reproches del expresidente Aznar al Gobierno de Rajoy son ya, en cualquier caso, muchos y muy conocidos como para que ahora cuele la excusa de un viaje al extranjero como justificación de su sonada ausencia: aún resuenan los numerosos y muy variados reproches que hizo Aznar en Antena 3 el año pasado contra la "lánguida resignación" de Rajoy; o el discurso que pronunció en fechas recientes en San Sebastián, precisamente junto a María San Gil, en el que advirtió, en clara referencia a la pasividad de Rajoy ante el desafío separatista: "No hay prudencia en consentir que un poder se ejerza por quien no debe y para lo que no debe; o en que no se ejerza por quien debe y para lo que debe".
Ya podrá la desagradecida y mediocre Celia Villalobos desdeñar la ausencia de Aznar con frasecillas sobre lo muy escuchado que tiene al expresidente que tuvo la ocurrencia de hacerle ministra, que el drama para el PP seguirá siendo que Rajoy siga siendo fiel a la máxima arriolana de no darse por enterado de lo que no le agrada.
Por lo que hace a María San Gil, cabe recordar que fue pionera en mostrar su desconfianza hacia el liderazgo de Rajoy. La masiva excarcelación de sanguinarios terroristas o la cada vez más poderosa presencia de los proetarras en las instituciones constituye ciertamente una "pesadilla" y una afrenta para la memoria, la dignidad y la justicia de las víctimas; una pesadilla, como ha dicho San Gil, "consentida, además, por el partido que tuvo siempre claro que si matar no tenía premio, dejar de matar tampoco podía tenerlo".
Quién sabe por cuánto tiempo Rajoy y su prensa adicta se negarán a "hilar y juntar" lo que está pasando en su irreconocible partido. A lo mejor lo hacen en las próximas elecciones europeas, ante un más que merecido revés electoral.