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Rajoy culmina la destrucción del PP madrileño

Rajoy ha acabado, en un momento crucial, con el bastión de los defensores de las ideas y principios que hicieron del PP el primer partido de España.

El procedimiento utilizado por la dirección nacional del PP para designar a sus candidatos en Madrid ha sido la pieza central de una operación destinada a alcanzar objetivos más ambiciosos. Después de varios meses de parálisis, en los que el Partido Popular ha estado sin candidatos en beneficio de sus rivales políticos, este pasado viernes, y a primeras horas de la noche, Rajoy ordenó hacer pública su decisión de acabar políticamente con el presidente madrileño, Ignacio González, que hasta ese momento se postulaba en solitario para liderar al PP en la batalla para la Comunidad.

Pero no sólo se trata del día y la hora utilizados, los menos apropiados para dar brillantez y efectividad política a un nombramiento de estas características, sino a los acontecimientos que han ido sucediéndose en las últimas semanas, orquestados para destruir políticamente al presidente de la Comunidad de Madrid y presentar la elección de otra candidatura como un hecho inevitable.

El goteo de filtraciones a la prensa en torno a un caso archivado por la fiscalía anticorrupción en 2012 y la participación de oscuros funcionarios policiales, habituales de las cloacas del ministerio del interior, otorgan a este asunto el toque obsceno que caracteriza a las operaciones mediáticas que suelen utilizarse para acabar con los rivales políticos.

Si Rajoy cree que González no es un político que merezca su confianza y la de los madrileños debería haber actuado con contundencia desde un primer momento y habérselo comunicado al propio interesado. En cambio, la dirección del PP ha permitido, cuando no alentado, un goteo continuo de ataques en la prensa que ha perjudicado no solamente al objetivo principal de esta operación, el propio González, sino a todo el PP madrileño a menos de dos meses de las elecciones autonómicas y locales más importantes de la historia de nuestra democracia.

En realidad, pocas dudas puede haber de que éste último es el objetivo que persigue Mariano Rajoy, cuya labor al frente del PP se ha caracterizado por hacer desaparecer cualquier rastro del partido que ahormó en torno a José María Aznar la alternativa política de mayor fuste que jamás ha podido ofrecer la derecha a los españoles. La franquicia popular de Madrid es la que representa y ejerce en mayor grado las virtudes de aquél partido, a cuya destrucción se ha consagrado Rajoy con el tesón que evita emplear en sus decisiones de Gobierno. Solo la candidatura al ayuntamiento de la capital de España de Esperanza Aguirre, cuya discreta defensa de su compañero al frente del PP madrileño ha resultado francamente mejorable, permitirá a los votantes populares acudir a las urnas con la confianza con que lo hacían en otros tiempos.

Rajoy ha acabado con el bastión más importante de los defensores de las ideas y principios que hicieron del PP el primer partido de España y el motor de la prosperidad de sus ciudadanos. No otra cosa cabía esperar de alguien que ha situado su propia supervivencia política por encima de cualquier otra consideración, como acaban de aprender de primera mano Ignacio González y el PP de Madrid.

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