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EDITORIAL

Profesionales de la hipocresía

En punto a hipocresía, la izquierda española cuenta con auténticos profesionales. No puede decirse lo mismo en el terreno de la gestión pública.

Sin duda alguna, y aunque pueda parecer increíble en un país aparentemente civilizado, Juan Manuel Sánchez Gordillo es hoy en día un referente claro para buena parte de la izquierda: su uso limitado y propagandístico de la violencia, sus propuestas anticapitalistas y más o menos revolucionarias y, sobre todo, su desprecio por la propiedad privada de los demás son valores al alza en partidos como la propia IU, en la que milita, en la izquierda extraparlamentaria y callejera, que últimamente se deja ver mucho, e incluso en sectores del PSOE.

Pero resulta que este referente de la izquierda radical, alcalde de un presunto paraíso revolucionario en el corazón de Andalucía, lleva meses sin pagar a algunos de sus trabajadores. Los en teoría grandes beneficiados del modelo que Sánchez Gordillo y los suyos desean imponernos son en realidad, y como ha ocurrido siempre, los que más lo sufren.

Habrá muchos que se sorprendan por ello, no nosotros: no sólo es eso lo que enseña la experiencia de todos los paraísos que a lo largo de la historia se han edificado sobre las premisas ideológicas en las que se sitúa el alcalde de Marinaleda, sino que en la propia España actual podemos ver cómo la izquierda se define, más que por ninguna otra cosa, por su tremenda hipocresía. Y cuanto más radical, más hipócrita.

Los ejemplos son de lo más variado: el partido que más eleva su voz contra el fraude fiscal y los que no pagan a Hacienda, IU, tiene tales deudas que ha llegado a ver embargadas sus sedes; los que más claman contra la reforma laboral y quieren poco menos que prohibir los despidos se han aprovechado de aquélla o han prescindido de sus trabajadores sin mayores contemplaciones.

Y, sobre todo, los que más fuerte y más teatralmente claman contra la corrupción atesoran récords de imputados que siguen en sus cargos y protagonizan el que es, sin duda, el mayor robo de dinero público de la historia de nuestra democracia: el caso de los ERE andaluces.

En definitiva, en punto a hipocresía, la izquierda española cuenta con auténticos profesionales. No puede decirse lo mismo en el terreno de la gestión pública o el de las habilidades parlamentarias, pero es lógico: para eso habrían de realizar un esfuerzo mucho mayor que el que les supone, desde esa pretendida superioridad moral, ver la paja en el ojo ajeno y olvidar la viga en el propio.

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