Del paso de Podemos por el Gobierno de la Nación se recordarán algunas anécdotas chuscas y hechos sorprendentes como la salida del mismo de su líder para inmolarse en unas elecciones regionales; pero sin duda lo más sobresaliente será la brutal incompetencia de unos personajes que van de ridículo en fracaso.
Se las prometía muy felices Pablo Iglesias con su entrada en el Ejecutivo –por fin el ansiado poder y la formidable caja de resonancia mediática aparejada–, pero la realidad se ha revelado implacable y el propio Iglesias hubo de pagar un precio que con toda seguridad seguirá pagando un partido que pierde simpatizantes y votantes a espuertas: ahí están sus más recientes batacazos electorales (en las autonómicas madrileñas, vascas y gallegas) para certificarlo.
Y es que el gran problema no era tanto Pablo Iglesias como la brutal inoperancia de un partido compuesto por personajes muy parecidos al ex vicepresidente del Gobierno: tan fatuos como incapaces, sin una formación digna de tal nombre, ayunos de experiencia laboral y con una ignorancia sobre prácticamente cualquier tema sólo comparable con su feroz sectarismo.
El mal llamado y grotesco escudo social ha sido un fracaso, y los despidos y desahucios se siguen sucediendo; el ingreso mínimo vital ha estado signado por una gestión catastrófica; el SEPE de Yolanda Díaz ha sido un desastre absoluto, con mención especial al increíble ataque informático que padeció; el ministro Garzón va de ridículo en ridículo, por no hablar del bochornoso equipo de la talibánica Irene Montero, que ha sido causa de continuo sonrojo hasta para el resto de sus compañeros de Gabinete… Por lo demás, en estos días de récords en la factura eléctrica, los tuits y las declaraciones incendiarias sobre la "pobreza energética" que evacuaron cuando gobernaba el PP se vuelven como un bumerán contra un partido que, ni antes en la oposición ni ahora en el Gobierno, tiene la menor idea sensata de cómo desarrollar una política energética: todo lo más que puede aportar es el grotesco anuncio de unas manifestaciones... contra sí mismo, como hizo este miércoles el descalificable Echenique.
Allí donde ha llegado al poder –el Madrid de Carmena, la Barcelona de Colau y el Gobierno central–, Podemos ha dejado pavorosamente claro que no sabe, no puede y ni siquiera quiere gobernar con un mínimo de eficacia. Los neocomunistas son, en efecto, una calamidad, un desastre y merecen acabar cuanto antes en el basurero de la Historia, de donde jamás debieron salir.