El acuerdo que han alcanzado esta semana Podemos e IU para concurrir juntos a las elecciones generales del próximo 26 de junio, bajo el poco original nombre "Unidos Podemos", supone, en primer lugar, la defunción oficial de la histórica coalición de izquierdas que hasta ahora lideraba Alberto Garzón, pero también el definitivo destape ideológico del partido de Pablo Iglesias.
Tras meses de engaños y soflamas de todo tipo para ocultar el verdadero rostro del totalitarismo podemita con el fin de no asustar al votante medio y, así, llegar al poder, la formación morada se muestra al fin como lo que es y lo que siempre ha sido: comunismo. Este pacto sella, simplemente, la alianza natural entre el castrismo cubano que ejemplifica IU y el chavismo venezolano que tanto venera Podemos.
La manida transversalidad que tan insistentemente blandieron Iglesias y compañía no era más que puro y simple humo ideado para engañar a despistados e incautos, tal y como advirtió Libertad Digital desde el nacimiento de este partido. El eje "arriba-abajo" con el que Podemos pretendía sustituir la tradicional división política entre "izquierda-derecha" era una hábil artimaña concebida para aunar voluntades con el único objetivo de derrocar el actual sistema democrático y la economía de mercado mediante la instauración de una nueva república socialista en el sur de Europa.
Podemos ha intentado maquillar sus intenciones de múltiples formas. Primero, empleando el velo de la "transversalidad", después vendiendo las bondades de la "socialdemocracia nórdica" y, en última instancia, envolviéndose en la bandera del "cambio". La realidad, sin embargo, es que Podemos no es más ni menos que el comunismo de toda la vida, solo que bajo otro nombre y otras caras. Ahora que Iglesias se ha comido a IU, su antiguo partido, desea arrebatar al PSOE el liderazgo de la oposición. La consecución de dicha meta dependerá de muchos factores, especialmente de la habilidad de los socialistas para distanciarse de Podemos, pero, en última instancia, todo dependerá del voto de los españoles.
Y es ahora, más que nunca, cuando el pueblo debe tener muy claro qué es y qué representa el partido morado. Pablo Iglesias se presenta de nuevo a las elecciones generales como el máximo líder de una formación que bebe, directamente, de la raíces más retrógradas y arcaicas del comunismo español. Es decir, profundamente aislacionista, tal y como evidencia su aún soterrado rechazo a la UE y al euro, de marcado tinte dictatorial y con un modelo económico de naturaleza colectivista, cuya implantación sumiría en la más absoluta miseria al conjunto de los españoles.
Ése y no otro es el pretendido "cambio" que propone Podemos: pasar de una democracia estable y una economía desarrollada, con sus problemas y sus defectos, pero dentro del privilegiado grupo de los países más ricos del mundo, a uno de los deleznables y paupérrimos regímenes comunistoides propios de la órbita bolivariana. Su "cambio", por tanto, no es más que una nefasta vuelta al pasado mediante la resurrección de viejas, terribles y fracasadas ideas políticas.