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EDITORIAL

Podemos, en jaque

Que las hinchadas expectativas respecto a Podemos hayan servido más a Rajoy que a Iglesias no debería ocultar las profundas razones del mal resultado de los neocomunistas.

Que las hinchadas expectativas respecto a Podemos hayan servido más a Rajoy que a Iglesias no debería ocultar las profundas razones del mal resultado de los neocomunistas.
Pablo Iglesias e Í. Errejón | Dani Gago

Está visto que Unidos Podemos no termina de encajar el monumental jarro de agua fría que le ha supuesto el 26-J. Así, mientras la prensa podemita ha cargado contra los viejos, los paletos, la prensa de derecha y hasta el franquismo sociológico como culpables de su fracaso electoral, los dirigentes de la formación se han enfangado en una lucha interna que amenaza con terminar de darles la puntilla.

Así, y a pesar de las llamadas de Pablo Iglesias a la "prudencia" para que ningún sector de la coalición "arrime el ascua a su sardina a toro pasado", lo cierto es que el número dos de Podemos, Íñigo Errejón, no se ha cortado un pelo a la hora de discrepar del líder de su partido en lo relacionado con mantener la coalición con Izquierda Unida. A diferencia de Iglesias, que pretende mantener la alianza sin la cual, dice, "el resultado podría ser peor", Errejón ha asegurado que en este caso "dos más dos no han sumado cuatro" y que habrá que "evaluar" la continuidad de ese proyecto.

La crisis interna podemita es tan evidente que el secretario de Organización del partido, Pablo Echenique, ya ha advertido de que "se actuará de manera contundente, decidida, concreta y grave contra quienes no comprendan que las guerras internas nos desangran". La escasamente velada amenaza de purga interna que conlleva la advertencia de Echenique de "extirpar las malas yerbas", lejos de ser un "ejercicio de reflexión", tal y como reclamó Pablo Iglesias nada más conocer los resultados, constituye el típico ejercicio de autoritarismo de una formación totalitaria como es Podemos, por mucho que hable y no pare de amor, sonrisas o socialdemocracia.

Respecto a la coalición con IU, por muy erradas que hayan resultado las encuestas que pronosticaban el cacareado sorpasso podemita, lo cierto es que hubo sondeos previos al acuerdo con IU que pronosticaban a la formación de Iglesias un monumental batacazo electoral, que le llevaría a perder 21 de los 69 escaños que había obtenido el 20-D; batacazo, tal y como se advirtió en estas páginas, del que sólo en parte se beneficiaba Izquierda Unida. Considerar que la coalición con IU podría salvar a Podemos de semejante pérdida de escaños ha resultado ser tan correcto como pensar que los beneficios de dicha coalición no tendrían por qué llegar al extremo de convertirla en la segunda fuerza política del país.

En cualquier caso, el hecho de que las hinchadas expectativas respecto a Podemos hayan servido más a Rajoy que a Pablo Iglesias no debería ocultar las profundas razones que explican el mal resultado de la formación podemita y la ceguera de sus dirigentes a la hora de afrontarlo. Y no se ubican ni en la alianza con IU ni en la campaña de Errejón, sino en los lugares donde gobiernan los populistas, que, lejos de haber sido un atractivo "escaparate del cambio", son escalofriantes muestras de pérdida de empleo y de desastre de gestión. Así mismo, el empeño de Iglesias de convertirse en ariete nacional de todo movimiento de disgregación nacionalista le habrá servido para apuntalar más o menos sus resultados en el Pais Vasco y en Cataluña, pero ya no en el resto de España. Su vinculación con los populistas griegos o con los chavistas venezolanos, por mucho que la hayan escondido, también les ha pasado factura, como lo ha hecho el confundir las ganas de cambio y de regeneración de los ciudadanos con la adhesión a los postulados rupturistas y revolucionarios que la coalición de extrema izquierda abandera.

En cualquier caso, no habría que confiar en que la crisis y las luchas internas de esta formación vayan a terminar por sí solas de darle la puntilla. Para acabar de verdad con esta amenaza liberticida son necesarios los acuerdos entre las formaciones constitucionalistas, acuerdos que, sin renunciar a la regeneración, estén encaminados no sólo a desatascar la formación de un nuevo Gobierno, también a desbancar a los populistas allí donde gobiernen.

En este sentido, la responsabilidad del PSOE es doble, si no quiere ver en el futuro el fantasma del sorpasso convertido en realidad.

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