La situación del socialista Antonio Miguel Carmona podría ser una metáfora perfecta de lo que le ha ocurrido a su partido desde que, hace ahora un año, aupara a Podemos al poder en la mayoría de los principales ayuntamientos de España.
Apartado de la portavocía que ostentaba después de renunciar a la alcaldía que le había ofrecido Esperanza Aguirre, Carmona se ha convertido en una figura irrelevante en el PSOE, como el PSOE se ha convertido en un partido irrelevante en la política municipal de Madrid y en tantas otras ciudades, como Cádiz, Valencia o Zaragoza, en las que los socialistas dan la sensación de haber dejado de existir.
Si los de Pedro Sánchez no han encontrado ninguna rentabilidad política a los pactos, los de Podemos han dispuesto de fenomenales plataformas de propaganda para sus políticas de gestos. Excelentes púlpitos para exhibir su populismo que no han aprovechado aún más por su propia incapacidad pero sin los que muy probablemente no estarían en situación de dar el sorpasso al PSOE el 26-J.
Por lo demás, estos cada vez más incomprensibles pactos hacen muy difícil a los socialistas transmitir a los votantes que pueden estar dudando entre ellos y Podemos la idea de que, como bien ha dicho Margarita Robles en Es la Mañana de Federico, "votar Podemos es votar al abismo".
¿Votar todas las ocurrencias de Podemos en un ayuntamiento tan importante como el de Madrid no es votar al abismo? ¿Apoyar despropósitos como el carpetazo a la Operación Chamartín y el plan alternativo de opereta propuesto por Carmena no es votar al abismo? ¿Y mantener a un Kichi del que hasta los sindicatos piden la dimisión no es votar al abismo?
El PSOE se queja –y no le falta razón– de que desde el PP se está dando alas al populismo, en una estrategia suicida y funesta para España que no hemos dejado de denunciar desde Libertad Digital. Sin embargo, debería también reflexionar sobre su propio papel al respecto: puede que el PP les haya dado alas, pero ellos les han dado un poder tremendo.
Los socialistas no sólo demuestran su inmensa torpeza estratégica, sino que además evidencian que el suyo es un partido dividido y descontrolado: desde Ferraz dicen una cosa y en Cibeles hacen otra, para no hablar de lo que sucede en la incendiada Barcelona… Todo a sólo un mes de las elecciones.
Una completa locura que le va a salir muy cara al PSOE… y es de temer que a España.