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EDITORIAL

Pavorosa imprevisión gubernamental ante la caída de Kabul

El Gobierno de Pedro Sánchez está mostrando todas sus debilidades y carencias de un modo dramático y descarnado a cuenta de la caída de Kabul en manos del Talibán.

El Gobierno de Pedro Sánchez está mostrando todas sus debilidades y carencias de un modo dramático y descarnado a cuenta de la caída de Kabul en manos del Talibán. La improvisación y la falta de información fiable, de medios, de iniciativa y de agilidad han desembocado en un inexplicable retraso en las tareas de repatriación del personal de la embajada y de los pocos ciudadanos españoles que residen en Afganistán.

No ha sido hasta este lunes cuando se ha dispuesto el envío de los dos aviones que se deben hacer cargo de la extracción de los funcionarios españoles y de los traductores locales que han trabajado con ellos, cuyas vidas no valdrían absolutamente nada en caso de permanecer en Kabul. Dubái es el primer destino de los aparatos, pero ni siquiera se sabe si continuarán hacia Afganistán o esperarán allí a que otros países saquen del polvorín a nuestros compatriotas: tal es la incapacidad del Gobierno.

Se trata de evacuar, según las informaciones más fiables, a un mínimo de treinta personas: seis residentes en Afganistán; el embajador, Gabriel Ferrán; el encargado de negocios, una veintena de agentes de la Policía Nacional –entre ellos los miembros del GEO a cargo de la seguridad del grupo– y una decena afganos contratados por la embajada.

De los ministerios implicados en el operativo, Interior, Exteriores y Defensa, solo salen declaraciones hueras o ni eso. El ministro de Exteriores, José Manuel Albares, se remite al eslogan gubernativo de que no se va a dejar a nadie atrás, declaración tuitera que adquiere ribetes siniestros cuando el personal español aguarda impaciente en el aeropuerto de Kabul una extracción que lleva un inexplicable retraso. Téngase en cuenta que a media tarde del lunes aún no habían despegado de la base de Zaragoza los dos aviones antecitados. El titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, añade por su parte que el aeródromo es completamente seguro. Y lo dice cuando las informaciones que proceden de ese lugar hablan de al menos cinco muertos, de estampidas de afganos tratando de subirse a algún avión, de disparos al aire de las tropas estadounidenses, de personas que se precipitan al vacío en cuanto los aviones toman altura y de una situación de total incertidumbre e inseguridad.

La falta de un liderazgo que vaya más allá de las declaraciones triunfalistas de Pedro Sánchez es de una evidencia tan desoladora como triste y peligrosa. Y no deja de resultar algo más que sorprendente que, con lo rápido que se prepara el Falcon en cualquier momento para dar gusto a Sánchez, se tarde no ya horas sino días en repatriar a unos conciudadanos que corren un evidente peligro.

La caída de Kabul en manos de los talibanes pone de relieve también la repulsiva demagogia de la izquierda, que clama ahora por el sombrío destino de las afganas mientras se ha pasado los últimos veinte años criticando la intervención occidental en ese nido de terroristas e integristas islámicos caracterizados por un criminal desprecio por los derechos humanos. A eso hay que añadir que Podemos aboga en estos momentos por la acogida de ciudadanos de Afganistán, cuando forma parte de un Gobierno con notorias dificultades para sacar de aquel país a sus propios ciudadanos y a los afganos (y familias) que colaboraron con nuestras tropas. El oportunismo de la formación morada resulta sangrante. Igual que la incompetencia e inoperancia del Gobierno, que aún hoy publicaba en el BOE la convocatoria de una plaza para operador de comunicaciones en la embajada de Kabul. Patético.

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