El panorama que ofrece el último sondeo del CIS no por previsible resulta menos demoledor: la formación de Pablo Iglesias, con el 22,5% del voto, estaría muy cerca del PP, que sigue en caída libre y ya sólo obtendría un 27,5%, y del PSOE (23,9).
Si en menos de diez meses los comunistas de Podemos han sido capaces de lograr tan alto respaldo en las encuestas, no hay que descartar que puedan alcanzar la victoria en las elecciones generales que, en principio, se celebrarán dentro de un año. Más aun si tenemos en cuenta que ya es la primera fuerza en intención directa de voto.
Con todo, la preocupación no debería depender tanto de considerar si Podemos será la primera, la segunda o la tercera fuerza en la próxima legislatura. Lo preocupante es que una formación política liberticida que tiene en los regímenes cubano y venezolano sus referentes aparezca como gran alternativa a la falta de regeneración democrática de PP y PSOE. Este hecho es absolutamente desestabilizador con independencia de que la formación de Pablo Iglesias llegue al Gobierno.
El drama es que el justo castigo que reciben PP y PSOE no redunde en beneficio de partidos que, en el ámbito del centro-derecha y el centro-izquierda, tratan de regenerar el sistema, sino de una formación cuya concepción de la democracia, al margen de su ropaje transversal y populista, es lo que imperaba al otro lado del Muro de Berlín.
Si en las pasadas elecciones europeas aún había más ciudadanos que canalizaron su lógico descontento con los partidos tradicionales a través de propuestas democráticas regeneracionistas como UPyD, Ciudadanos y Vox que a través Podemos, hoy en día la formación de Pablo Iglesias más que triplicaría la suma de los votos de esas tres formaciones democráticas.
Ante el riesgo cierto que se cierne sobre nuestra democracia, debe cesar el espectáculo de división, depuraciones y espantadas que está ofreciendo el regeneracionismo. Rosa Diez tiene el enorme mérito de haber puesto en marcha un partido como UPyD, pero su liderazgo no debe suponer un techo a una formación que empieza a declinar por su absurda oposición a coaligarse con un partido similar, más pequeño pero en ascenso, como es el Ciudadanos de Albert Rivera.
En cuanto a los dos grandes partidos, aún están a tiempo de reaccionar y de hacer frente a Podemos, especialmente el PP, si promueven la regeneración y la democracia interna y la participación de sus bases, tal y como con acierto propone en nuestras páginas Percival Manglano. Es una condición urgente e inexcusable: la mera estrategia del voto del miedo a la ultraizquierda liberticida de Iglesias y Monedero, aparte de indigna, sería muy posiblemente insuficiente.