Aunque parezca increíble en un personaje con la desfachatez de Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno ha tenido este jueves la poca vergüenza de eludir su responsabilidad en la temeraria celebración de las manifestaciones feministas del 8-M al asegurar que las decisiones relacionadas con el coronavirus las marcaron y siguen marcando en todo momento "la ciencia" y los "expertos".
Parece que el presidente del Gobierno –y con él la mayor parte de la clase política y periodística, que alentó esas manifestaciones– quiere que olvidemos que el Ministerio de Sanidad, a pesar de las recomendaciones de la comunidad científica y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que elevaba el 28 de febrero de "alto" a "muy alto" el riesgo de propagación del coronavirus en España, descartó a finales del propio febrero prohibir las grandes concentraciones de personas.
En Alicante, por ejemplo, el Foro por el Derecho a Elegir la Lengua Vehicular desconvocó la concentración que tenía previsto celebrar el pasado sábado precisamente apelando a su "compromiso y responsabilidad de colaborar con las administraciones sanitarias en el control y contención de la propagación" del coronavirus. El Gobierno, sin embargo, siguió haciendo oídos sordos a los expertos y siguió alentando irresponsablemente las concentraciones feministas, que habrían de dar cobertura propagandística y mediática al bodrio legislativo del "sólo sí es sí". Vamos, como si el virus fuera a ser más benigno con los manifestantes contrarios al heteropatriarcado que con los que sólo un día antes se iban a manifestar en contra de la inmersión lingüística en valenciano.
Ahora que se sabe que la ministra Montero está infectada, no se trata de decir la barbaridad de que "en el pecado lleva la penitencia". Se trata, por el contrario, de denunciar la imperdonable irresponsabilidad de quienes, por razón de su cargo, deberían ser los primeros en ser conscientes del "alto riesgo" de propagación del virus, que, insistimos, desde hacía semanas venía denunciando la comunidad científica, a pesar de lo cual prefirieron poner en riesgo su propia salud y la de decenas de miles de personas antes que desconvocar una manifestación que servía a sus intereses políticos.
Lo más lamentable de todo es que difícilmente pueden los partidos de la oposición reclamar responsabilidades políticas por la celebración de estas manifestaciones, por cuanto el PP y Ciudadanos también participaron en ellas, insuperable ejemplo de masoquismo y surrealismo, por cuanto ni por razones ideológicas ni por razones de prudencia sanitaria las deberían haber respaldado. A ello se suma Vox, que, si bien fue el único partido en criticarlas, lo hizo por razones ideológicas y no por el componente de riesgo sanitario que entrañaban. De hecho, el partido del también contagiado Santiago Abascal cometió la irresponsabilidad de celebrar la concentración de Vistalegre, de lo que sí se han hecho eco los medios de comunicación.
Con todo, hay un par de diferencias en el grado de irresponsabilidad que conllevan las concentraciones feministas del pasado domingo en toda España y el mitin de Vistalegre. La primera es que el grado de conocimiento del riesgo que entrañaban no podía ser el mismo en los miembros de un Gobierno que en los responsables de un partido político. Si quienes más informados están por razón de su cargo, que son los miembros del Gobierno, asisten a una manifestación, es comprensible que un simple dirigente político de un partido político como Vox pueda llegar a pensar que el riesgo no es tan grande. Pero la crucial diferencia es que mientras Santiago Abascal ha pedido públicamente perdón por haber celebrado el mitin de Vistalegre, el Gobierno social-comunista se niega siquiera a pedir disculpas y tiene el cuajo de mentir al encubrir su temeraria irresponsabilidad con alusiones a la "ciencia" y los "expertos".