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EDITORIAL

Merkel

Merkel –"la fracasada Merkel", según el inefable José Luis Rodríguez Zapatero– se ha revelado como un líder político mucho más sólido de lo que muchos –incluso entre sus correligionarios– creían.

Angela Merkel ha cosechado un extraordinario resultado en las elecciones federales celebradas este domingo en Alemania. Tres veces se ha postulado como canciller y en las tres ha conseguido su objetivo, esta vez con más respaldo popular que nunca, de hecho es posible que incluso pueda gobernar en solitario, con mayoría absoluta, algo nunca visto en el país desde los tiempos de Adenauer.

La canciller ha conseguido fijar la agenda político-económica en Alemania, como ha quedado meridianamente claro este domingo. Las ventajas que ello lleva consigo son indudables, tanto en el plano doméstico como en el internacional. Alemania irradia seguridad y confianza, valores especialmente importantes en tiempos tan difíciles como los que estamos viviendo. Valores que no hacen sino reforzarse con declaraciones como las del candidato socialdemócrata, Peer Steinbrück, que ha rechazado tajantemente barajar siquiera la hipótesis de un Gobierno de coalición entre las fuerzas izquierdistas para desbancar a Merkel. Para Steinbrück, la formación neocomunista La Izquierda "no está capacitada para gobernar". Qué envidia y qué desolación cuando se establece la comparación con lo que suele decir y hacer el PSOE en España con partidos tan impresentables como La Izquierda.

Así las cosas, y con independencia de que finalmente Merkel pueda gobernar en solitario o de la mano de Steinbrück –porque todo apunta a que los liberales del FDP se van a quedar fuera del Parlamento, en lo que sería un batacazo igualmente histórico–, Alemania se dispone a seguir la senda que ha venido siguiendo en estos años tan complicados, en los que además ha visto cómo se ha convertido en chivo expiatorio de sociedades, gentes y dirigentes de todo pelaje.

Merkel –"la fracasada Merkel", según el inefable José Luis Rodríguez Zapatero– se ha revelado como un líder político mucho más sólido de lo que muchos –incluso entre sus correligionarios– creían. Viene demostrando temple, aplomo y un notable manejo de los tiempos. La gris escudera de Helmut Kohl ha revelado ser mucho más que eso, por lo que se ha ganado un lugar propio en la historia alemana –y europea– del último medio siglo.

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